La utopía de ser humano

Vivir en sociedad, la política, las leyes... ¿Para qué sirve?

Tengo muy claro que es un lujo vivir en una casa con agua corriente, con calefacción, que siempre haya comida en la nevera y que en general nadie tenga suficiente interés por venir a matarme, robarme o ambas cosas.

A cambio, entrego casi todo mi tiempo, mi trabajo y mi libertad. Yo no puedo ir donde quiera. ¿Dónde iba a ir? ¿A un bosque? ¿A un prado? No puedo. Siempre hay alguien que te va a echar. Solo puedes deambular por los caminos, con tal de que no te pares y con tal de que nadie te eche el ojo. Llevar la vida del zíngaro nómada. No puedo no trabajar. No puedo estar al margen de la ley ni de la sociedad en la que he nacido y que no he escogido.

Me atrevo a afirmar que todos somos ajenos a esta sociedad. La hemos heredado y unos quieren mantenerla porque se benefician mucho, y otros simplemente porque no quieren perder el privilegio de tener una vida normal, aunque sea con lo básico, ya que salirse de ahí es lanzarse a la carretera, o hacer cualquier otra cosa y dar con tus huesos en la cárcel tarde o temprano. Tienes que trabajar, pagar impuestos, tener una vivienda, quieras o no, llevar a los niños al colegio ¿porque es un derecho de los niños? Yo fui niño y odié el colegio en cuanto tuve un poco de uso de razón. No me ha aportado nada como persona. Mis amigos los puedo haber conocido en cualquier sitio. El colegio permitió a mis padres trabajar para mantener en marcha esta maquinaria. El colegio me dio el carné (que no la formación) para ser un peón más en la partida. El colegio fue para mí un entorno hostil, donde mi emoción básica era la del miedo. Había que andarse con ojo cada día, tener aliados para machacar y no ser machacado sin piedad, dentro y fuera de la clase. Miedo a los profesores, que esgrimían como herramientas para conseguir sus propios objetivos la humillación pública, el castigo, la coacción y la continua amenaza. Miedo a no tener unas notas que fueran bastante para mis padres. La vida solo te sonreía si agachabas la cabeza, conseguías esas buenas notas y si tenías habilidades para hacer más aliados que enemigos. En resumen: algo muy similar a la ley de la selva. No salirse del camino.

Mi héroe era y es Pippi Calzaslargas porque hacía lo que quería. Nadie podía dañarla porque era fuerte. Y para vivir contaba con su casa de Villa Kunterbunt y una maleta llena de piezas de a ocho. Se las ingeniaba para no tener que ir al colegio ni obedecer ninguna ley en particular. Hacía lo que quería, sin hacer daño a nadie.

Me pregunto hasta qué punto es necesario renunciar a tanto para conseguir una vida que a mí me parece bastante miserable. ¿De qué sirve envejecer en un sillón de orejas? Se me ocurren muchas fórmulas para no destrozar la vida de las personas y aun así poder tener ese sillón... Al que le guste el colegio, que vaya. Al que no, que no vaya. No digo que se quede en su casa dándole a la videoconsola, pero se me ocurren miles de millones de alternativas para un niño, mucho más saludables que la videoconsola o el colegio. Y las personas pueden ser útiles de muchas maneras, no solo generando riqueza para cuatro mandamases, me da igual que sean banqueros occidentales, oligarcas comunistas o simples caciques locales.

Podemos hablar en voz muy baja sobre si nos gusta tener un rey o preferimos una república, cambiar la forma de gobierno, rehacer algunas leyes injustas e incluso declaradamente absurdas. Pero estamos muy lejos de discutir sobre los intereses de las personas, saber si estamos bien o si mal y cómo podemos mejorar nuestras vidas. Eso está fuera de cualquier debate. Parece que solo puede hablarse con los amiguetes y delante de unos boquerones, como si fuera una utopía...

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