Los gilipollas son los otros
Es muy habitual que en algunas situaciones se formen dos o más grupos, en los ambientes más inesperados. Se suponía que todo el mundo era del mismo equipo, pero no. De pronto sucede que hay dos o más facciones. Entre los alumnos de una clase... Los trabajadores de una empresa... Un grupo de viejos conocidos...
Y sin saber por qué, uno se encuentra en uno de los dos grupos, escuchando al de al lado: "Porque los otros son unos gilipollas, por esto y lo otro".
Yo siempre he pensado que en el grupo de los gilipollas se desarrollaba una escena paralela e idéntica, en la que unos se decían a los otros que los demás (los de mi grupo, en este caso) eran unos gilipollas.
Suponía que cuando dos personas se caen mal es porque unas prefieren esto o lo otro, y cuando ya no se quiere ceder ni negociar, sucede la ruptura, aunque sustancialmente nadie tiene más razón que el otro, ya que cualquier opción es válida. Incluso los votantes de Hitler tenían razón. Quisieron votarle porque genuinamente Hitler les representaba. Su manera de entender el mundo les llevó a pactar con Rusia el reparto de Polonia (en los prolegómenos de la SGM) y a considerar que era buena idea eliminar a los judíos y a los homosexuales, y en general a cualquiera que no estuviera de acuerdo con ellos. Perfecto. Era su decisión, y si se toparon con mucha gente dispuesta a llevarles la contraria, y fueron puestos en su lugar, también correcto.
Según mi antiguo punto de vista, todo era posible, todo correcto. Luego la palmas y te la suda, y no hay manera de saber si el mundo sería mejor o peor después de haberse extinguido tal o cual especie, o si a escala universal puede tener alguna relevancia que haya unos señores cejijuntos que temporalmente pueblan un planeta en un rincón perdido de una galaxia gigante.
Hoy pienso parecido, pero algo ha cambiado. Cada uno tiene derecho a opinar lo que le dé la gana y hacer lo que le dé la gana. Pero cuando eso impide que otros opinen y hagan lo que les dé la gana, es que esas personas están equivocadas y hay que pararles los pies. Esto es así. Sucedió con los nazis. Eran libres de opinar y hacer lo que quisieran, hasta que impidieron que otros opinaran e hicieran. Y sucede hoy con muchos "líderes". Me refiero específicamente a los gobiernos de la mayoría de los países, que tienen todas las herramientas del mundo para solucionar problemas concretos que nos afectan a todos, y no las utilizan. Eso, en lo grande. En lo chico, igual. Cuando se forman facciones en un ambiente de trabajo, por ejemplo, donde no tendría que haber facciones de ningún tipo, es casi seguro que algunas de las facciones están equivocadas y están interviniendo activamente para que las otras facciones vean coartadas sus actividades.
Si dos personas (o facciones) llevan la razón, es seguro que terminarán por entenderse y llegar a un pacto. Si no, es que unos están equivocados y otros no. Los nazis, por ejemplo. O Hannibal Lecter. No estaba en su derecho de ser antropófago. Sí de gustarle, en su fuero interno. No de llevarlo a la práctica.
Puede decirse muy alto: hay mucho hijo de puta suelto. Y a casi todos les pasa lo mismo: no les importa nadie ni una mierda. Solo se importan ellos mismos. Que se asocien no implica nada más que sea una reunión de auténticos hijos de puta unidos temporalmente por un interés común.
Y sin saber por qué, uno se encuentra en uno de los dos grupos, escuchando al de al lado: "Porque los otros son unos gilipollas, por esto y lo otro".
Yo siempre he pensado que en el grupo de los gilipollas se desarrollaba una escena paralela e idéntica, en la que unos se decían a los otros que los demás (los de mi grupo, en este caso) eran unos gilipollas.
Suponía que cuando dos personas se caen mal es porque unas prefieren esto o lo otro, y cuando ya no se quiere ceder ni negociar, sucede la ruptura, aunque sustancialmente nadie tiene más razón que el otro, ya que cualquier opción es válida. Incluso los votantes de Hitler tenían razón. Quisieron votarle porque genuinamente Hitler les representaba. Su manera de entender el mundo les llevó a pactar con Rusia el reparto de Polonia (en los prolegómenos de la SGM) y a considerar que era buena idea eliminar a los judíos y a los homosexuales, y en general a cualquiera que no estuviera de acuerdo con ellos. Perfecto. Era su decisión, y si se toparon con mucha gente dispuesta a llevarles la contraria, y fueron puestos en su lugar, también correcto.
Según mi antiguo punto de vista, todo era posible, todo correcto. Luego la palmas y te la suda, y no hay manera de saber si el mundo sería mejor o peor después de haberse extinguido tal o cual especie, o si a escala universal puede tener alguna relevancia que haya unos señores cejijuntos que temporalmente pueblan un planeta en un rincón perdido de una galaxia gigante.
Hoy pienso parecido, pero algo ha cambiado. Cada uno tiene derecho a opinar lo que le dé la gana y hacer lo que le dé la gana. Pero cuando eso impide que otros opinen y hagan lo que les dé la gana, es que esas personas están equivocadas y hay que pararles los pies. Esto es así. Sucedió con los nazis. Eran libres de opinar y hacer lo que quisieran, hasta que impidieron que otros opinaran e hicieran. Y sucede hoy con muchos "líderes". Me refiero específicamente a los gobiernos de la mayoría de los países, que tienen todas las herramientas del mundo para solucionar problemas concretos que nos afectan a todos, y no las utilizan. Eso, en lo grande. En lo chico, igual. Cuando se forman facciones en un ambiente de trabajo, por ejemplo, donde no tendría que haber facciones de ningún tipo, es casi seguro que algunas de las facciones están equivocadas y están interviniendo activamente para que las otras facciones vean coartadas sus actividades.
Si dos personas (o facciones) llevan la razón, es seguro que terminarán por entenderse y llegar a un pacto. Si no, es que unos están equivocados y otros no. Los nazis, por ejemplo. O Hannibal Lecter. No estaba en su derecho de ser antropófago. Sí de gustarle, en su fuero interno. No de llevarlo a la práctica.
Puede decirse muy alto: hay mucho hijo de puta suelto. Y a casi todos les pasa lo mismo: no les importa nadie ni una mierda. Solo se importan ellos mismos. Que se asocien no implica nada más que sea una reunión de auténticos hijos de puta unidos temporalmente por un interés común.
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