Caridad de mierda
Hoy he recibido una de esas cartas del colegio para donar juguetes/libros a personas que no tienen tanta suerte como nosotros.
¿Qué significa eso de que no tienen tanta suerte?
Llevo a mis hijos a un colegio barato de gente con dinero. Supongo que el lenguaje comunicativo se adapta a esta realidad. Esta gentecilla se va de viaje en mitad de curso a Alemania 10 días (a aprender inglés, tócate los cojones), a esquiar en semana santa y a London en junio.
Tanta suerte.
Tanta significa mucho, más de lo normal. Y suerte, que es aleatorio. Eso está claro. Uno podía haber nacido en la otra punta del mundo. Y tanta, mucha suerte, pues también, porque en proporción es más la gente que lo pasa mal en relación con la gente que lo pasa bien.
Nacer en una familia determinada no es suerte, porque la suerte está teñida de un rayito de luz, de un calor de hogar, etc. Da igual que tu viejo te viole o que tu vida sea una basura: si viajas en un BMW, tienes suerte y te callas la puta boca.
Por otro lado, lo más sangrante de todo: la responsabilidad de tener suerte es tuya. Como tú has tenido la suerte de estar en una familia con dinero, te toca a ti pagar las copas, o el biberón, o lo que sea.
Las copas, no. El biberón, alguien tiene que pagarlo. Lo pagamos entre todos. Y una vivienda digna, como dice la Constitución. Y que todo el mundo tenga un trabajo, eso también lo pagamos entre todos. Eliminamos los sueldos de 5.000 € mensuales para que podamos cobrar todos 1.000 €, y dejamos los alquileres en 400 € para una familia con dos hijos en un piso de 60 m2.
De este modo eliminamos la suerte, ¿no? Después de cientos de miles de años de evolución, no necesitamos la suerte para nada. Nos organizamos y fuera.
Odio a muerte esta caridad de tipo cristianizante (a la par que reconozco que puede ser necesaria para ir tapando los huecos), porque retrasa o enmascara lo que de verdad hay que hacer.
¿Qué significa eso de que no tienen tanta suerte?
Llevo a mis hijos a un colegio barato de gente con dinero. Supongo que el lenguaje comunicativo se adapta a esta realidad. Esta gentecilla se va de viaje en mitad de curso a Alemania 10 días (a aprender inglés, tócate los cojones), a esquiar en semana santa y a London en junio.
Tanta suerte.
Tanta significa mucho, más de lo normal. Y suerte, que es aleatorio. Eso está claro. Uno podía haber nacido en la otra punta del mundo. Y tanta, mucha suerte, pues también, porque en proporción es más la gente que lo pasa mal en relación con la gente que lo pasa bien.
Nacer en una familia determinada no es suerte, porque la suerte está teñida de un rayito de luz, de un calor de hogar, etc. Da igual que tu viejo te viole o que tu vida sea una basura: si viajas en un BMW, tienes suerte y te callas la puta boca.
Por otro lado, lo más sangrante de todo: la responsabilidad de tener suerte es tuya. Como tú has tenido la suerte de estar en una familia con dinero, te toca a ti pagar las copas, o el biberón, o lo que sea.
Las copas, no. El biberón, alguien tiene que pagarlo. Lo pagamos entre todos. Y una vivienda digna, como dice la Constitución. Y que todo el mundo tenga un trabajo, eso también lo pagamos entre todos. Eliminamos los sueldos de 5.000 € mensuales para que podamos cobrar todos 1.000 €, y dejamos los alquileres en 400 € para una familia con dos hijos en un piso de 60 m2.
De este modo eliminamos la suerte, ¿no? Después de cientos de miles de años de evolución, no necesitamos la suerte para nada. Nos organizamos y fuera.
Odio a muerte esta caridad de tipo cristianizante (a la par que reconozco que puede ser necesaria para ir tapando los huecos), porque retrasa o enmascara lo que de verdad hay que hacer.
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