La verdad

La verdad es que soy un organismo que ahí va.
Está todo el mundo ahora deprimido total. Me interesa como experiencia vital. Hoy he visto publicado en LMDLS (de donde proviniese) un gráfico donde quedaba ampliamente demostrado que los de mi edad tenemos un poder adquisitivo de la caca. No es importante, en cierto sentido, pero en otro puede ser equivalente a felicidad, perfectamente. Realmente es una tortura levantarse todos los días pensando qué tiene que hacer uno para que sus sueños se vean cumplidos, reduciéndose estos a poder pagar una vivienda (sea de alquiler o en propiedad) y tener medio contentos/alienados a un par de hijos con sus cosas de colegios y vivencias pre-sociales. El alimento, deo gratias, sigue estando asegurado. Por mal que se dé, hay para comprar y dar un festín de patatas, o garbanzos con callos. La cosa está desde hace tiempo como para no comprar filetazos de ternera, cocochas o mollejas. Pero todavía hay mucho margen para la imaginación de un buen cocinero. Hay para fumar lo que sea y beber de marca nacional, aunque esté cogido con pinzas.
Yo represento el lado cutre del optimismo. Vivo en un barrio donde no se pone el sol. Es más: cuando se pone el sol, el barrio se llena de peña que paga a 6, 7, 8 pavos la copa. Los días de manifestación grande, aquí no se nota nada. El consumo es el mismo. La gente, la misma. Los niños juegan a la pelota igual. Las pizzas que se ponen a calentar, las mismas.
La delgada línea del bienestar, ya lo he averiguado, queda delimitada por la capacidad de ahorro. Si se puede ahorrar, todo bien, aunque sean diez pavos al mes. Si no, es difícil el equilibrio entre lo que uno puede gastar y lo que uno puede ganar. Va uno haciendo lo que puede. Y cuando ya no puede más, está condenado a transigir con lo que haya. Llegado ese punto se acabaron los derechos sociales. Todo lo que está escrito no sirve ni para dar por culo, porque lo que hay es lo que hay.
Estoy últimamente harto de quejarme yo mismo y de escuchar las quejas de los demás. Al que le va mal, le va mal desde hace ya mucho tiempo. Años. Y al que le va exactamente igual de bien/mal, le va exactamente igual de bien/mal, pero con la presión añadida de mantener su "status". Ahora estamos todos depresivos. Y lo entiendo, igual en el que gana 1000, que en el que gana 3000, que en el que lleva dos años en el paro. Los que no tienen ni pueden, por eso. Y los que conservan, porque conservar es cada vez más un suplicio. Se les hace pagar el precio, en moneda y en especie.
Ahora, por lo visto, trabajar es un privilegio, no un derecho. Será que estamos en un país pobre. La diferencia entre un país pobre y un país rico es que la riqueza se distribuye entre menos personas (en un país pobre) y entre más (en otro rico). Y que en un país rico hay más oportunidad, más movimiento. Aquí eres "El Corte Inglés" y te tiras doscientos años quieto parado. Los españoles tenemos poco carácter, en ese sentido. No sé si será porque tenemos calor (cosa que es relativa) y todo lo que de eso se desprende. Supongo que sí. Aquí yo creo que se trabaja más "al detalle", al trapicheo. Es fácil que un rico sea pobre al día siguiente, porque está todo más en el aire, quitando las empresas de nuevo cuño, que facturan, pero no son el grueso de la facturación. Es normal, porque lo que uno gana tiene que gastarlo en impuestos y sobornos. Digo yo... Es mi lectura de todo lo que conozco hasta ahora. Parece difícil enriquecerse cumpliendo las normas, por no decir imposible. Tiene que ser uno de esos de uno entre un millón para hacerse un hueco. Eso, o conformarse con recalificar unos terrenos y llevarse algo de pasta, o ser la promotora que construye allí, o la suerte de ser un puto albañil que ha pillado para echar cemento en un aeropuerto sin pasajeros. Pasajera suerte, por demás.

Salut.

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