Navibús y alta sociedad


Aunque Madrid ya no es lo que era, podría decirse que esta estampa es una de las más típicas del skyline madrileño, para el madrileño de a pie, sobre todo hacia el oeste. A mí me resulta muy acogedor estar en Alonso Martínez, o en los viveros de la Casa de Campo, y mirar hacia allá, y ver que todo sigue en orden. Se consideró abierto en 1929, y apenas sufrió durante la guerra civil, aunque era un objetivo estratégico en el punto de mira de todos los bombarderos, ya que está construido para ser sólido (albergar maquinaria pesada, etc.). Y ahí sigue.
Vamos enlazando... Por lo visto, Baroja inauguró allí una biblioteca en 1930, aunque yo todavía no he leído eso en sus memorias (si es que lo relata). Yo no sé por qué este hombre se cambiaba tanto de casa. Vivió por las Descalzas, en Mendizábal y ya no recuerdo más, pero vivió en Madrid en distintas épocas y en sitios distintos. Además, se me mezcla lo real con lo de novela. Yo creo que Paradox andaba por ahí por la calle Luna, y Aviraneta (sea realidad o ficción) vivía en Barco al final de sus días. Por donde voy ahora, creo que dice que la redacción de El Globo estaba en la calle Valverde, calle donde tenían (años más tarde) la entrada los empleados de la Telefónica, que al principio era propiedad de los americanos ITT (marca de la primera TV en color de mi casa). Y también calle a la que dedicó un título (si no un argumento) Max Aub.
Literatura, televisión... Catapún. Ayer vi "La importancia de llamarse Ernesto" (año 2002, ignoro si hay más versiones, pero no sería de extrañar). Una crítica, de nosequién (leída, probablemente, en un sitio web que refriteaba algo cogido de otro sitio), decía algo así como que la película había convertido la descarnada sátira de Oscar Wilde en una película dulzona y frívola.
Que yo sepa, Wilde estaba muy de moda cuando aquello se hizo, y aquella obra, de hecho, contribuyó a realzar su figura aún más. ¿Quién podía ir al teatro en aquellos tiempos, y hacer buenas críticas, para que otros las leyesen en los periódicos y lo comentasen con sus amigos? Pues eso: los pudientes. Los mismos a los que se criticaba de manera tan mordaz, según este crítico.
Siempre tiene que haber alguien brillante a nivel social, tanto que pueda permitirse el lujo de criticar con una sonrisa en los labios, y que los otros le rían la gracia. Sea como sea, queda todo en casa, ¿no? Mejor ser criticado desde dentro. Pero de ahí a suponer algo feroz, va un trecho. Es cosa de gamberros adinerados, juego de pijos. Wilde no tuvo la suerte de ostentar tanto poder. Yo opino que se creció denunciando a su suegro. Pero era su apuesta. La pluma contra el sable. Fue aplastado brutalmente. Hubiese sido más épico si no hubiese sido una lucha tan absurda y personal. Se obcecó. Años después, puede uno seguir su rastro en casi todos los círculos de escritores relevantes de la época, incluyendo a Baroja y especialmente a los franceses. Todos parecen reconocerle el ingenio, la fraseología, al igual que su homosexualidad e inclinaciones rayanas (por decir algo) en la pederastia, visto desde esta época. Otro día hablaremos de maneras de llamar a los homosexuales (que creo que es el término más aséptico), porque es muy interesante desde el punto de vista sociológico. Lo que ha movido la historia ha sido siempre la pasta. Las guerras, las colonizaciones, el desarrollo, etc. Pero siempre han estado latentes los temas transversales, como la religión y el sexo. Y el tratamiento histórico que se hace de esos temas es muy curioso, porque todo se mezcla y hace de puente entre unas cosas y otras.
Uno está poco viajado, así que navego por internet. Hace poco me he enterado de que es tradición plantar unos morros llenos de carmín en la tumba del pobre (que murió pobre) Wilde. Paradojas de la vida: ser enterrado en un país extranjero y quedar recubierto de símbolos relacionados con lo femenino, él, que era más de tirarse a tíos de pelo en pecho y púberes canéforos. Al comienzo de "El hombre que mató a Liberty Valance", James Stewart exige al sepulturero que le devuelva sus botas al cadáver, y que le ponga su revólver porque, al parecer, al hombre lo que le gustaba era llevar botas y un revólver, fumar... Cosas de vaqueros. Al Wilde entonces le tendrían que poner en su tumba buena ropa, libros y fotos de tíos en pelotas, ¿no? Pero no. Le ponen besazos de tía (que son las que suelen llevar los morros pintados). A Wayne le devolvieron las botas (no el revólver, porque según los colegas ya no llevaba revólver en la última época). Y la mujer de Stewart (que era su vieja pretendienta), le puso un cacho de chumbera con flores, que era un regalo que él le había hecho a ella en su época de semi-novios. Eso sí fue un detalle, pero concreto. No algo que definiera al hombre. El hombre que mató a Liberty Valance sólo podía aceptar ese regalo de esa persona, y de ninguna otra porque, efectivamente, él era más de pistolas, caballos y clavar estacas para el ganado a la puesta de sol.
Por fortuna, si uno sabe leer las cosas, se encuentra con la persona: un pijo irlandés (en aquel entonces británico en toda regla) gamberrillo, gay, muy listo y que escribe unas cuantas cosas que merecen la pena, pero al final la caga y lo pierde todo. Lo demás es leyenda. Los besos en su tumba, Tánger, su retrato fragmentado en miles de páginas.
Sea como sea, yo veo perfectamente compatible que una deliciosa frivolidad y una descarnada sátira puedan ser la misma cosa. Si se pone al microscopio, sólo puede satirizar alguien que tiene el poder de ser escuchado. Eso se hace con pasta. Esa pasta puede ser propia, o de alguien que la ha puesto por ti. O sea, que hay que satirizar "desde dentro". ¿O no? Es como lo del poeta que trota por los áridos riscos, pero a la hora de comer está siempre en Lhardy's a la misma hora. No hay más tu tía... Te levantas, desayunas ligero, lees la prensa, escribes un poco y luego al aperitivo, la zampa y a la siesta. Eso es ser poeta. Es un método. Es un trabajo. Si uno, por contra, se deja llevar por los hechiceros de almas y vaga por los mustios collados, como mucho se pilla un resfriado, pero no escribe ni cuatro líneas, ni se relaciona con los editores ni nada. Son oficios distintos. Alimenta uno las ansias de mustios collados de otros seres que en realidad lo más arriesgado que hacen es bañarse en la piscina sin haber dejado pasar las dos horas reglamentarias de digestión.
Yo, por ejemplo, me reconcomo, porque ni mustios collados, ni Lhardy's ni nada de nada. Tengo tabaco, un radiador, buena música y una copa. Pero no sé qué hago aquí escribiendo esto. Me apetece y ya. Si fuera obligatorio... Puf. Otro gallo me cantaría. Yo creo que si probase todos los oficios del mundo, acabaría por hacer algo manual, físico, porque suele ser ingrato, pero dejar mejor sabor de boca. Algo de "lo haces y punto", como las mudanzas. A mí´me gustaba "escribir". Escribí algo de poesía, pero luego me pareció de risa lo de contar las sílabas y las ¡rimas! No concibo nada más cómico que hacer rimas. Hay cosas que están bien, una o dos, pero la mayoría dan la risa, especialmente si los collados son mustios y otro tipo de cosas que suenan tan rimbombantes y artificiales cuando uno se imagina al poeta con resaca y en calzoncillos, escribiendo que es un caballero andante que las lía gordísimas en todas las batallas. Yo me he propuesto escribir alguna vez una novela, o algo que se le parezca, pero cada vez lo veo más difícil. Está empezando a pasarme lo mismo que con la poesía. Resulta todo tan artificial que parece absurdo escribir diez líneas donde no aparezcan las palabras "factura de la luz", "políticos corruptos" o "café cortado uno con cincuenta, cagoensuputamadre". A veces sí escribiría sobre collados y pupilas azules, pero es que ya está todo cogido. Tampoco va a ponerse uno a escribir cosas que están cogidas, para que le pase lo mismo que a Doinel cuando se obsesionó con Balzac.
Creo que la poesía está relacionada con la música, y todo ello con la sugestión de lo repetitivo, como el propio latir de un corazón. El ser humano encuentra en ello algo de consuelo "per se". En repetir. Algo de permanencia, creo yo, y de fusión con las constantes universales. Yo admiro a la gente que siempre encuentra cosas nuevas. A mí todo me resulta parecido. Por fortuna, lo disfruto mucho. Me gusta apreciar el detalle. Pero siempre me sorprende que algunos encuentren conceptos "totalmente" nuevos, o maneras "completamente" distintas de entender la realidad. Supongo que se referirán a los distintos puntos de vista que hay para contemplar la misma realidad. Eso también me gusta. Jugar a ser alguien distinto e interpretar un suceso de una manera disparatada (en el sentido de que no coincide con lo que yo normalmente interpretaría). Pero al final no puedo escapar a mí mismo, y por mucho que intente ver un elefante jugando con una pelota, si dejo de jugar lo único que veo es una puta nube que tiene una forma que podría interpretarse así o de cualquier otra manera, y que al final se deforma y se queda en eso: en nube.

Si no fuera así, mañana me levantaría de un humor excelente. Haría tostadas y un bloody mary para desayunar. Eso sí: todos los días tostadas y bloody mary, que se lo desayune su puta madre. Si te lo cocinan, mejor. Si no, ya está bien con poner un café y mojar unas galletas maría. Con el resto de la comida, me pasa parecido. Llevo casi un mes cocinando cosas absurdas. Un derroche de fantasía. Pero al final no hay nada como una buena tortilla, un café, lentejas, pollo asado o un filete plancha con patatas. Con un poco de verde. Sé disfrutar muy bien las novedades (las que son de mi cuerda, sobre todo), pero sé disfrutar mejor aún lo cotidiano. Coño. No había planeado escribir esto. Espero que sea verdad (?). Como dice un colega, sit tibi vita levis, que es el deseo para los vivos traído del mundo de los muertos: que la vida te sea leve.

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