Chopped pork

Prendida la goma en el pelo, los silbidos reventando los tímpanos y removiendo la tierra el fragor de los tambores en el campo de batalla, mi corazón se ríe de la muerte, se descojona, y nada es imposible, porque sólo la lógica ata los deseos a base de electrones, precintos y empadronamientos. Mi corazón se ríe de la ley de la gravedad, y cuando lo hace escapa de ella y de todas las otras leyes. Podráse aducir que escapar a la ley sólo es gracioso cuando existe una ley de la que escapar, cuando es una música la que te eleva rizosa en columnas decibélicas. No es así cuando la música brota de uno, cuando la única ley válida es la propia, la única capaz de impulsarte a través del desierto en busca del maná que se niega a llover, porque no existe.
Hay almas de regadío y otras de secano. La mía es de secano y cuando necesita agua, la necesita "pero ya". Nada de gilipolleces. Puedo aguantar un clavicémbalo, si hace falta, incluso un clavecín, pero yo soy más de chorro gordo, de graves que aplastan y de agudos que rajan las entrañas. Ni ron con piña ni ostias, me abro el costado y le echo piñas ardiendo y una de Clamoxil por bulerías.
Estirando el párpado, roneando, me resulta tan difícil explicarte, sacar la chispa de detrás de tu oreja, porque no dejas de moverte. Vas al pairo y yo suelto trapo, abro sobres de chopped pork de uno con cincuenta aderezados con volátiles sulfitos y resbalo cuesta abajo por una ladera de hierba.

[y aquí venía un vídeo muy motivador]

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