El cerebro
Hoy he visto un ratito de un documental de echar la siesta de La 2 (lo he visto porque lo echaban después de la siesta, claro) muy interesante, por el punto de vista.
Presentaba al ser humano como un organismo vivo, cuyo máximo y único responsable (de seguir con vida y hacer que todo funcione) es el cerebro. Ese órgano coordina todas las actividades que permiten la vida, incluyendo respirar, moverse, tener memoria, etc.
Por la noche (o cuando cuadre, periódicamente), el cerebro "apaga" el cuerpo, segregando la hormona del sueño, para que el cuerpo se recupere, y también para él poder realizar una serie de tareas de mantenimiento, incluyendo la fijación de recuerdos, limpieza, reparación de células, etc.
Es el cerebro, desde este punto de vista, el director máximo, y el único órgano imprescindible para la supervivencia del ser humano. Si falla el corazón, el cerebro hará todo lo posible por repararlo, por hacer que funcione. Pero si falla el cerebro, el corazón se convierte en un saquito de músculos que no sirve para nada. Se para el corazón, la respiración... Todo. Ahora, con máquinas, podemos emular las rutinas más básicas, la asistencia cardio-respiratoria. Pero a quien se le haya petado el cerebro, es invariablemente desconectado de estas maquinitas de asistencia artificial, ya que el ser humano ha dejado de existir y se ha convertido en un sofisticado mecanismo que no sirve para nada. La persona se ha muerto. La ha palmado.
De esta visión se desprende que lo más importante para el cerebro es su propia supervivencia. El cerebro, obviamente, necesita al resto del cuerpo para sobrevivir: conseguir energía, etc. Pero lo dicho: incluso en situaciones de máxima emergencia, si el cerebro tiene que "apagar" el cuerpo para dormir (porque si no él mismo resultará dañado), lo hará. Por ejemplo, si te dicen que en las próximas quinientas horas va a haber un escape de gas, y si no lo arreglas te mueres, el cerebro va a necesitar que tú duermas algo, sí o sí, da igual todos los gases que aiga, porque si él resulta dañado (a consecuencia de no poder realizar sus tareas de mantenimiento), tú la palmas igual. Es decir: antes o después tendrás que dormir en el transcurso de esas quinientas horas.
Filosóficamente hablando, creo que no hay ninguna aporte nuevo, ningún conocimiento.
Moralmente, en realidad, tampoco.
Pero sí da para un rato de discusión interesante. Estoy harto desde hace mucho de la discusión sobre el predominio de la parte racional sobre la emocional, sobre la imaginación versus la lógica, etcétera. El cerebro, la persona, el "ser" (o llámese como quiera llamarse), es un conjunto de todo ello. "Cabeza y corazón" es la misma cosa. Cada uno tenemos una porción de todos esos ingredientes, en distintas medidas. Unos más soñadores, otros más insensatos, otros más calculadores, pragmáticos, tolerantes, prácticos... Todos somos un poco de cada cosa, y las pequeñas diferencias (en algunos casos grandes), son las que separan y unen a unas personas de otras. Físicamente, pasa parecido, aunque a mí me parece que las diferencias de personalidad son infinitamente mayores (o relevantes, o determinantes) que las físicas.
Podría meterse la religión también por algún lado, pero cogido por los pelos. A estas alturas de la vida, nadie duda que cuanto más sabemos sobre nosotros mismos y nuestro entorno, más hay que andar parcheando las religiones para que mantengan su sentido... En su día se diría que Darwin era el demonio, que la Tierra era plana y que Dios había creado al hombre utilizando barro del Tigris y el Éufrates. Ahora ya va todo siendo más del tipo: ¡no, si lo del barro era una metáfora! ¡y la creación del hombre también! en la Biblia se dice barro, pero en realidad se refería a la evolución de las especies, y la virginidad de María es un símbolo de... bla, bla, bla.
Sinceramente opino que la religión ya tiene que restringirse al ámbito de la moral (para quien le interese ese ámbito), pero a los demás ya que nos dejen tranquilos de soplagaiteces. Me la suda si existieron Buda o Jesucristo. El mensaje, su interpretación de este rompecabezas que es la existencia, podrá interesarme o no... Pero lo de las madres vírgenes y la intervención de los espíritus en la vida cotidiana no tiene para mí ya ningún interés, ni siquiera como asunto costumbrista. Como curiosidad antropológica, está bien. Pero como motivo de preocupación, cero pelotero.
Me parecen más curiosas, por ejemplo, las posibilidades de interacción entre el cerebro y uno mismo. ¿Cómo puedo ayudar yo a mi cerebro, y él a mí? Yo tengo muy claro que no soy mi cerebro. Es decir: entiendo que él toma decisiones necesarias para mí, que yo le necesito. Y él sabe que yo cuando quiera puedo apagarle a él. En ese sentido, el cerebro es una herramienta, ya que yo parezco, a priori, capaz de despacharlo, pero él no puede despacharme a mí. Y, probablemente, no le interese aunque pudiera hacerlo. ¿Yo soy mi cerebro? ¿Mi cerebro es yo?
Siempre se habla del cerebro como de un gran desconocido. Se le suponen unas capacidades casi paranormales, debido al gran poder de computación que posee. Y se habla de él en términos puramente capitalistas. ¿Cómo podemos explotar esas capacidades? Yo creo que el cerebro hace lo que hace. Si pudiera hacer "más", ya lo haría, porque el cerebro no es tonto. Y creo que ya hemos encontrado el camino de explotar al máximo sus posibilidades, gracias a la comunicación, de un nivel refinadísimo (para lo que es la comunicación, más o menos sofisticada, entre otros seres vivos). Para mí lo más importante que ha conseguido el cerebro (o el homo sapiens) es buscar respuestas fuera de sí mismo.
Poco a poco vamos buscando respuestas en el resto de seres vivos, y también inertes. Tratamos de averiguar qué le pasa a las piedras, a los topos, a los leones del África, para saber qué nos pasa a nosotros mismos.
Y, a niveles máximos, nos relacionamos con nosotros mismos. Es algo que siempre hemos hecho, igual que el señor Mamut se relacionaba con la señora Mamuta y los Mamutitos. Pero ahora, gracias a texnologías como Internet, se puede decir que estamos en el negocio de la creación de un cerebro colectivo, un gran cerebro que puede computar muchísimas más órdenes. Ahora, cuando Pepito tiene una gran idea, te puedes ir al Google, pinchar un botón, y te salen doscientos que han tenido una idea parecida. Entre todos se puede hacer algo muy grande. Mucho más grande de lo que puede hacer uno individualmente, más rico. Esto tampoco es una progresión hasta el infinito. Todavía podemos multiplicar muchísimo nuestro poder computacional, pero tampoco va a ser la caña. En la persecución del conocimiento máximo aún queda tanto por recorrer... Apenas estamos en los primeros pasos. Somos conscientes de nosotros mismos, pero ni siquiera tenemos un puto espejo para saber quiénes somos. Estamos tentando nuestro rostro en la oscuridad, pensando: ¡coño! ¿qué es esto? ¡soy yo! Gastamos tanto tiempo esforzándonos por respirar, comer y sobrevivir, que apenas queda tiempo para el resto, para el infinito. Por eso vamos tan despacio... Pero el tema internet es un paso gigantesco, igual que en su día lo fue la imprenta.
Nos vemos en el futuro.
Presentaba al ser humano como un organismo vivo, cuyo máximo y único responsable (de seguir con vida y hacer que todo funcione) es el cerebro. Ese órgano coordina todas las actividades que permiten la vida, incluyendo respirar, moverse, tener memoria, etc.
Por la noche (o cuando cuadre, periódicamente), el cerebro "apaga" el cuerpo, segregando la hormona del sueño, para que el cuerpo se recupere, y también para él poder realizar una serie de tareas de mantenimiento, incluyendo la fijación de recuerdos, limpieza, reparación de células, etc.
Es el cerebro, desde este punto de vista, el director máximo, y el único órgano imprescindible para la supervivencia del ser humano. Si falla el corazón, el cerebro hará todo lo posible por repararlo, por hacer que funcione. Pero si falla el cerebro, el corazón se convierte en un saquito de músculos que no sirve para nada. Se para el corazón, la respiración... Todo. Ahora, con máquinas, podemos emular las rutinas más básicas, la asistencia cardio-respiratoria. Pero a quien se le haya petado el cerebro, es invariablemente desconectado de estas maquinitas de asistencia artificial, ya que el ser humano ha dejado de existir y se ha convertido en un sofisticado mecanismo que no sirve para nada. La persona se ha muerto. La ha palmado.
De esta visión se desprende que lo más importante para el cerebro es su propia supervivencia. El cerebro, obviamente, necesita al resto del cuerpo para sobrevivir: conseguir energía, etc. Pero lo dicho: incluso en situaciones de máxima emergencia, si el cerebro tiene que "apagar" el cuerpo para dormir (porque si no él mismo resultará dañado), lo hará. Por ejemplo, si te dicen que en las próximas quinientas horas va a haber un escape de gas, y si no lo arreglas te mueres, el cerebro va a necesitar que tú duermas algo, sí o sí, da igual todos los gases que aiga, porque si él resulta dañado (a consecuencia de no poder realizar sus tareas de mantenimiento), tú la palmas igual. Es decir: antes o después tendrás que dormir en el transcurso de esas quinientas horas.
Filosóficamente hablando, creo que no hay ninguna aporte nuevo, ningún conocimiento.
Moralmente, en realidad, tampoco.
Pero sí da para un rato de discusión interesante. Estoy harto desde hace mucho de la discusión sobre el predominio de la parte racional sobre la emocional, sobre la imaginación versus la lógica, etcétera. El cerebro, la persona, el "ser" (o llámese como quiera llamarse), es un conjunto de todo ello. "Cabeza y corazón" es la misma cosa. Cada uno tenemos una porción de todos esos ingredientes, en distintas medidas. Unos más soñadores, otros más insensatos, otros más calculadores, pragmáticos, tolerantes, prácticos... Todos somos un poco de cada cosa, y las pequeñas diferencias (en algunos casos grandes), son las que separan y unen a unas personas de otras. Físicamente, pasa parecido, aunque a mí me parece que las diferencias de personalidad son infinitamente mayores (o relevantes, o determinantes) que las físicas.
Podría meterse la religión también por algún lado, pero cogido por los pelos. A estas alturas de la vida, nadie duda que cuanto más sabemos sobre nosotros mismos y nuestro entorno, más hay que andar parcheando las religiones para que mantengan su sentido... En su día se diría que Darwin era el demonio, que la Tierra era plana y que Dios había creado al hombre utilizando barro del Tigris y el Éufrates. Ahora ya va todo siendo más del tipo: ¡no, si lo del barro era una metáfora! ¡y la creación del hombre también! en la Biblia se dice barro, pero en realidad se refería a la evolución de las especies, y la virginidad de María es un símbolo de... bla, bla, bla.
Sinceramente opino que la religión ya tiene que restringirse al ámbito de la moral (para quien le interese ese ámbito), pero a los demás ya que nos dejen tranquilos de soplagaiteces. Me la suda si existieron Buda o Jesucristo. El mensaje, su interpretación de este rompecabezas que es la existencia, podrá interesarme o no... Pero lo de las madres vírgenes y la intervención de los espíritus en la vida cotidiana no tiene para mí ya ningún interés, ni siquiera como asunto costumbrista. Como curiosidad antropológica, está bien. Pero como motivo de preocupación, cero pelotero.
Me parecen más curiosas, por ejemplo, las posibilidades de interacción entre el cerebro y uno mismo. ¿Cómo puedo ayudar yo a mi cerebro, y él a mí? Yo tengo muy claro que no soy mi cerebro. Es decir: entiendo que él toma decisiones necesarias para mí, que yo le necesito. Y él sabe que yo cuando quiera puedo apagarle a él. En ese sentido, el cerebro es una herramienta, ya que yo parezco, a priori, capaz de despacharlo, pero él no puede despacharme a mí. Y, probablemente, no le interese aunque pudiera hacerlo. ¿Yo soy mi cerebro? ¿Mi cerebro es yo?
Siempre se habla del cerebro como de un gran desconocido. Se le suponen unas capacidades casi paranormales, debido al gran poder de computación que posee. Y se habla de él en términos puramente capitalistas. ¿Cómo podemos explotar esas capacidades? Yo creo que el cerebro hace lo que hace. Si pudiera hacer "más", ya lo haría, porque el cerebro no es tonto. Y creo que ya hemos encontrado el camino de explotar al máximo sus posibilidades, gracias a la comunicación, de un nivel refinadísimo (para lo que es la comunicación, más o menos sofisticada, entre otros seres vivos). Para mí lo más importante que ha conseguido el cerebro (o el homo sapiens) es buscar respuestas fuera de sí mismo.
Poco a poco vamos buscando respuestas en el resto de seres vivos, y también inertes. Tratamos de averiguar qué le pasa a las piedras, a los topos, a los leones del África, para saber qué nos pasa a nosotros mismos.
Y, a niveles máximos, nos relacionamos con nosotros mismos. Es algo que siempre hemos hecho, igual que el señor Mamut se relacionaba con la señora Mamuta y los Mamutitos. Pero ahora, gracias a texnologías como Internet, se puede decir que estamos en el negocio de la creación de un cerebro colectivo, un gran cerebro que puede computar muchísimas más órdenes. Ahora, cuando Pepito tiene una gran idea, te puedes ir al Google, pinchar un botón, y te salen doscientos que han tenido una idea parecida. Entre todos se puede hacer algo muy grande. Mucho más grande de lo que puede hacer uno individualmente, más rico. Esto tampoco es una progresión hasta el infinito. Todavía podemos multiplicar muchísimo nuestro poder computacional, pero tampoco va a ser la caña. En la persecución del conocimiento máximo aún queda tanto por recorrer... Apenas estamos en los primeros pasos. Somos conscientes de nosotros mismos, pero ni siquiera tenemos un puto espejo para saber quiénes somos. Estamos tentando nuestro rostro en la oscuridad, pensando: ¡coño! ¿qué es esto? ¡soy yo! Gastamos tanto tiempo esforzándonos por respirar, comer y sobrevivir, que apenas queda tiempo para el resto, para el infinito. Por eso vamos tan despacio... Pero el tema internet es un paso gigantesco, igual que en su día lo fue la imprenta.
Nos vemos en el futuro.
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