Uno tiene lo que necesita

Yo tengo lo que necesito, por ahora, materialmente, y además unos amigos de puta madre, y dos hijos que son dos soles, y que también gastan como dos soles, pero no por su culpa. Es que estamos en época de comprar libros y material escolar, y me parece que irán unos 300 pavos por imbarba, sin contar ropa colegial (que es más o menos en sustitución de la que llevarían de vivir en otra sociedad mejor).
Yo a lo mejor querría ser un bohemio, pero tener unas vitrinas de roble hasta el techo de doce metros de alto e irme de mochilero con un bocata de paletilla ibérica o sardinillas con tomate. Pero, por ahora, prefiero sólo ansiarlo (y de vez en cuando meterme uno de esos bocatas). Imagínate qué mal rollo si tus ensoñaciones más banales se hacen un día realidad y entonces piensas ¿y ahora qué? Los libros, estáticos, en las vitrinas, muy monos, limpios e impávidos. Y, de mochilero, acabas hasta la polla del rumoroso cantar de los ríos, los del SEPRONA te echan a patadas y los galváneos ruiseñores que cantan para ti al amanecer están siendo cazados en vivo y en directo por cuatro aficionados al digiscoping escondidos entre la maleza, a dos metros de tu jergón relleno de helechos y tu manantial de aguas puras, a la par que contaminadas por las cagadas de las vacas que se alimentan de productos químicos.

Hoy ha estirado la pata en nuestro WC una breve salamanquesa. Hacía años que no se las veía por aquí, con sus graciosas patitas llenas de ventosas. Sin duda ha escalado y ha perdido la fricción, muriendo ahogada en un nirvana de papel higiénico y micciones variopintas. Y ayer estaba tan pancha correteando entre las botellas de lejía... ¡Es que no somos ná!

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