Nonaino naino

¿A qué canción debe parecerse la vida de uno?
La mía estaba sonando como una canción de los Chunguitos y ya se va pareciendo un poco a una de los Chichos. Al principio no me gustaba, incluso me parecía alarmante, pero parece que le voy cogiendo el gusto.
En la imaginería de la canción popular española de la de antes siempre había alguien en el talego. ¡Pero qué diferencia entre el presidiario de Antonio Molina y el del "libre, libre quiero ser" de los Chichos! Al de Antonio Molina parecía que iba a venir el Espíritu Santo a sacarle de la cárcel y a nombrarle ministro. Al de los Chichos, como mucho, iba a llevarle su hermano pequeño algo de droga escondida en un bocata de calamares.

A lo que no le vería la gracia es a mi vida retratada en una canción popular de las de ahora. Popular, aunque de laboratorio, porque no se ve mucho carácter. Ahora hay que estar a la moda y sufrir de amores encontrados, sentirse valorado... Antes eras Juan Simón (como cantaba Valderrama, entre otros) y te tocaba enterrar a tu propia hija. No es que yo quiera enterrar a mis hijos... Pero vamos: el rollo tortura psicológica existencial o del vacileo y los amores sintéticos imposibles, donde todo sucede en la mente, tampoco me va ni un pelo. Prefiero más las canciones donde las personas hacen cosas, aunque sea matar un hombre, enterrar a tu hija o conducir mil kilómetros atravesando las Rocosas mientras el viento silba en tus oídos. ¡Todos al campo!

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