Importancia de las preguntas existenciales
Cuando uno se lía a existencializarse, ¿cuáles son las preguntas adecuadas a las que uno quiere encontrar respuesta?
Por ejemplo, la típica pregunta: ¿quién soy yo? Aunque uno respondiese esa pregunta de manera satisfactoria, ¿tendría mucha utilidad? ¿Bajaría el precio del pan? ¿Se sentiría uno más guapo al mirarse al espejo? Yo creo que no. Que uno se queda más tranquilo sabiendo quién es, eso sí. Pero utilidad, poca, al menos en relación con la siguiente típica pregunta...
¿Qué hago yo aquí? (AKA "¿Cuál es mi misión?" o "¿Para qué sirvo?") Para mí esta ha sido siempre la incógnita más difícil de resolver. Y siempre pensé que, despejando esta clave, todo iría como la seda. Ahora, que tengo una respuesta (respuesta que puede variar o no, pero ahora tengo una muy clara)... ¡Nada! Me he quedado igual. Más tranquilo (igual que con lo de conocerse a uno mismo), pero prácticamente igual que estaba. Ni ha bajado el pan (de hecho está todo cada vez más caro, salvo los pisos, que están cada vez más baratos), ni me han crecido alas, ni mi misión consiste en plantar guisantes, cosa que me mantendría bien ocupado.
Estoy muy cerca de elaborar mi propio credo, por si algún día se me olvida. Opino que cada uno debería tener su propio credo y memorizarlo, pero reconozco que es difícil tener las cosas claras, tanto como para esculpirlas en roca. Pero igual se puede hacer un apaño con piedra pómez y, si luego tiene uno que cambiar algo, se cambia y ya está. Aunque sea hacer unas anotaciones en un post-it. Algo. Unos servicios mínimos de moralidad. Aunque esté empleando términos relacionados habitualmente con la religión, la religión no se ocupa de estos asuntos. Ellos te dicen que eres de tal religión y, por tanto, debes creer y hacer una serie de cosas. Pero no te arreglan estas papeletas. El catecismo de los católicos, por ejemplo, lo primero que decía (en mi época) era "¿Eres cristiano?" y tú memorizabas, si querías hacer la comunión: "Sí, soy cristiano por la gracia de Dios". Pero no te preguntaba si eras un hombre o una mujer, por ejemplo, ni por qué te había tocado ser cristiano. Eso hubiese estado bien, la pregunta número 2: "¿Por la gracia de Dios o porque te han traído tus viejos para que hagas la comunión?". Y la respuesta: "Lo que vd. diga, señor, no quiero meterme en líos, tengo los huevos completamente pelados".
Por ejemplo, la típica pregunta: ¿quién soy yo? Aunque uno respondiese esa pregunta de manera satisfactoria, ¿tendría mucha utilidad? ¿Bajaría el precio del pan? ¿Se sentiría uno más guapo al mirarse al espejo? Yo creo que no. Que uno se queda más tranquilo sabiendo quién es, eso sí. Pero utilidad, poca, al menos en relación con la siguiente típica pregunta...
¿Qué hago yo aquí? (AKA "¿Cuál es mi misión?" o "¿Para qué sirvo?") Para mí esta ha sido siempre la incógnita más difícil de resolver. Y siempre pensé que, despejando esta clave, todo iría como la seda. Ahora, que tengo una respuesta (respuesta que puede variar o no, pero ahora tengo una muy clara)... ¡Nada! Me he quedado igual. Más tranquilo (igual que con lo de conocerse a uno mismo), pero prácticamente igual que estaba. Ni ha bajado el pan (de hecho está todo cada vez más caro, salvo los pisos, que están cada vez más baratos), ni me han crecido alas, ni mi misión consiste en plantar guisantes, cosa que me mantendría bien ocupado.
Estoy muy cerca de elaborar mi propio credo, por si algún día se me olvida. Opino que cada uno debería tener su propio credo y memorizarlo, pero reconozco que es difícil tener las cosas claras, tanto como para esculpirlas en roca. Pero igual se puede hacer un apaño con piedra pómez y, si luego tiene uno que cambiar algo, se cambia y ya está. Aunque sea hacer unas anotaciones en un post-it. Algo. Unos servicios mínimos de moralidad. Aunque esté empleando términos relacionados habitualmente con la religión, la religión no se ocupa de estos asuntos. Ellos te dicen que eres de tal religión y, por tanto, debes creer y hacer una serie de cosas. Pero no te arreglan estas papeletas. El catecismo de los católicos, por ejemplo, lo primero que decía (en mi época) era "¿Eres cristiano?" y tú memorizabas, si querías hacer la comunión: "Sí, soy cristiano por la gracia de Dios". Pero no te preguntaba si eras un hombre o una mujer, por ejemplo, ni por qué te había tocado ser cristiano. Eso hubiese estado bien, la pregunta número 2: "¿Por la gracia de Dios o porque te han traído tus viejos para que hagas la comunión?". Y la respuesta: "Lo que vd. diga, señor, no quiero meterme en líos, tengo los huevos completamente pelados".
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