Antropomorfo


Manía de antropomorfizarlo todo.
En los "cuentos para dormir" de Enid Blyton (sí, la de "Los Cinco") todo habla y hace cosas: los juguetes, los animales, los muebles. Para los niños, está muy bien. Para los adultos, acaba resultando un poco cansino. Luego también hay hadas y duendes hasta en la sopa. Eso lo hace un poco más interesante. Pero es que las hadas y los duendes son idiotas. Por lo visto los duendes son una mezcla entre niño y adulto, y las hadas unos seres adorables y estúpidos a partes iguales.
En el mundo adulto también se antropomorfiza bastante. Para que no resulte tan cómico, a veces se acude a cosas "insondables", como dioses, espíritus y energías flotantes. En lugar de ser una paloma que habla, es el Espíritu Santo que se ha transformado en paloma (???) y habla; en lugar de ser una mesa que está cabreada, es un espíritu del inframundo que, al hacer la ouija, se manifiesta haciendo moverse a la mesa. Etcétera.
La antropomorfización me parece como un sustituto de la típica frase "¿ves? ¡si lo piensa todo el mundo!".
Voy a fijarme en los cuentos, en primer (y probablemente "último") lugar. No conozco ni un sólo cuento para niños en que se aconseje engañar, timar o estafar, por ejemplo. Todas las historias para niños son asquerosamente moralizantes. No es que yo sea partidario de enseñar a los niños a engañar, timar y estafar... Pero luego, ¿por qué, en el mundo adulto, que alguien engañe, time y estafe es normal, e incluso desprende un cierto tufillo de triunfador el más rufián, siempre que conduzca un cochazo?
Recibimos una educación algo bipolar. Por un lado, en el mundo de la ficción (en los cuentos, en las pelis, etc.), todo es justo, ideal. Y en el mundo real se admite e incluso se fomenta la "picardía" esta que, por lo visto, es típica española. Si en el supermercado se equivocan y te devuelven un euro de más, no pasa nada, te lo quedas y ya está: más roban ellos, los hijosputa (???).
Uno de los pasatiempos de mi pueblo era ir a la "Harpía" (que era una señora vieja en una caseta con chucherías), pedirle algo absurdo donde ella no llegase bien y, mientras lo buscaba, chingarle unos chicles del mostrador, o lo que hubiese.
Hoy considero a los vendedores de chucherías como a una raza especial. Quedan muy pocos. Siempre sonríen y hacen ventas de muy pocos céntimos. Sus clientes son pequeños seres indecisos, que no saben si gastar sus veinte céntimos en un chupa-chups de pica-pica y un regaliz, o un puñado de caramelos, o una piruleta, o un... Y así se pueden tirar hasta cinco minutos hasta que sueltan la gallina.
Yo sería un horrible vendedor de chucherías. Me impaciento demasiado. Y además tengo la manía de querer abreviarlo todo. Seguramente haría distintos "paquetitos-kit", pero con tanta variedad, para cubrir todas las posibilidades, que sería inabarcable para los jóvenes clientes. A lo último, acabaría inventando una especie de máquina auto-servicio.

No sé de dónde demonios sacan esas chucherías que hace años y años que no se ven por ninguna parte. No hablo sólo de los barrilitos de pica-pica. ¡Que alguien me explique de dónde sacan los ositos de goma envasados individualmente en tiras troqueladas!

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