Zifar

El caballero Zifar es todo un personaje. Llevo pocas páginas, pero me parto con él. Bueno, no con él, sino con el narrador. El caballero, en sí mismo, es un poco pavisoso. La que es muy maja y muy tierna es la mujer (creo que se llama Grima), que siempre está cuidando de los sus fijuelos y de su marido, y además es de buen seso y entendimiento.
Se da una curiosa mezcla en la narración de coñazo (así, tipo explicaciones morales y moralejas) y gitanerío. En mi vida he leído una cosa más fantástica y exagerada. Primero te adoban bien con la discreción, los hechos reales y las moralejas, y después te la meten bien clavada hasta el fondo. Según el caso muere hasta el apuntador, o Zifar es descendiente por vía directa de Noé, o está en la India, pero se parece a Guadalajara.
El problema característico de Zifar es que se le mueren los caballos constantemente, y cualquier otro animal que posea. No hay ninguno que le dure más allá de 10 días. Los compañeros se quejan al rey porque dicen que se gastan por lo menos 500 caballos todos los años por culpa de Zifar (no es que salgan las cuentas).
Dicen que es el primer libro de caballerías. Pues vale. Sin duda es un modelo que se ha repetido hasta la saciedad. Hay mucha metaliteratura (o "metacuenterío"), mucho de moralinas adoctrinantes y también algunas chabacanerías de tipo burlesco o macabro (como lo de Can —Cam—, el hijo de Noé, que se folló a una cabdiella, es decir, a una perra, la hembra del "can"). Todo muy medieval.

Ale, a leer.

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