Placeres insospechados

Digo "placeres", pero no lo tengo muy claro.
Mi cambio de domicilio me ha proporcionado un montón de incomodidades y de "traumas adultos" (¿alguna vez se podrá hablar de traumas adultos, como complemento a los infantiles?). Pero también dos o tres placeres que no estaban en la lista de acontecimientos.
Por ejemplo, yo odio a muerte los ventiladores. Creo que proporcionan un "falso fresquito". Es cosa de ponerse 1 minuto delante del ventilador un día de calor severo, y después apágalo si tienes cojones. Además, resecan los ojuelos.
No obstante, y aquí viene mi primer placer inesperado, cuando quiero puedo levantarme, bajarme los pantalones y poner mi culo o mi polla delante del ventilador. No sé si hacer eso tiene un significado moral, socialmente hablando. ¿Es pecado? ¿Es insolidario con los sudaneses de los barrios bajos de Chipre? ¿Es burgúes? Ni puta idea. Pero da fresquito en zonas necesitadas. Aunque sea momentáneo. Total: como ella están acostumbradas a pasar calor, cuando las embutes otra vez ni lo notan. Vamos, que están agradecidas, incluso.
Otra cosa es la "imagen". Hay dos o tres "imágenes", al menos, como yo lo entiendo. Una es la física. Por ejemplo, estar bueno, ser fuerte, esas cosas. Otra, la falsamente física (que consiste en estar bueno, ser fuerte y esas cosas, pero simuladamente, gracias a ropa, cremas, maquillajes, etc.). Y otra la de estar bueno, ser fuerte y esas cosas, pero mentalmente.
Hoy, por ejemplo, he visto en el metro a una tía bastante fea (de careto). Pero tenía por lo menos 2 ó 3 virtudes a nivel de "imagen inmediata" (ya habría que hacer otro tipo de subcategorías aquí). Una, que tenía las piernas más perfectas que yo he visto en la creación del señor, ya sea en vivo y en directo, ya sea en foto por Internet. Cuestión de gustos, of course. Eran unas piernas largas, aunque no larguísimas, bien torneadas, no musculosas, pero algo fibrosas, y con unos tobillos muy finos, todo ello apostado en unos tacones. Además, vestía bien. Es decir: daba gusto verla vestida y peiná. Vamos, que bien. Por si eso fuera poco, tenía una voz agradable. Eso es muy importante. Otro día hablaremos en exclusiva sobre este asunto. Tener una voz agradable es importantísimo. Pero es que lo agradable suele ir unido a otro tipo de cosas. Tema interesante. Por último, las cosas que decía también daban arregustito. Ha sido en el metro de Argüelles, línea 4. Esa persona humana femenina fea y con una piernas perfectas había entrado en una competencia virtual por sentarse en un "sitio" con mi hijo pequeño. Ella decidió que quería cederle el sitio al hijo y le preguntó si quería sentarse él, como dando a entender que ella prefería que se sentase él, en lugar de ella. Si lo llevamos a un plano metafísico, es una discusión absurda, e incluso tendenciosa, ya que uno que quisiese ceder el sitio tendría que retroceder, sin más, y ceder el sitio, sin más. En este caso, ella quería ceder el sitio y que mi hijo lo supiera. Vamos: quería sentirse ella bien cediendo el sitio. Cosa que a mí me parece lo más noble. He gastado más letras para explicar esto, por varios motivos: para que se entendiese bien y para que quede claro que quizá sea la virtud más importante de las hasta ahora mencionadas (con excepción de lo de las piernas perfectas, que es determinante, aunque opinable, ¡cachis!).
Creo que se me ha ido un poco la pinza, porque yo estaba hablando sobre placeres inesperados.
Había ya mencionado mi reciente predisposición a enseñarle los glúteos o el pene a las aspas del ventilador.
Ahora le sumo el espejo. Hay un espejo grande. No suelo mirarme en el espejo. En ningún espejo. Tan sólo ocasionalmente, a lo largo de años, y nunca como me he mirado últimamente.
Voy a confesarlo todo. Creo que estoy bueno. Siempre me había considerado suficientemente guapo (o no feo) como para no tener que preocuparme por ese asunto. Por lo demás, siempre me la había pelado.
Ahora me pasa parecido, pero he modificado ligeramente mi opinión acerca de mí mismo. Creo que no estoy mal, para lo que hay por el mundo. Sin duda, me falta masa muscular. Pero, por lo demás, creo que no está mal. Y tampoco hace falta ser musculoso (?). A mí, lo que veo en el espejo, me basta para desterrarme definitivamente del grupo de los "feos" y además incluirme en el de los "suficientemente atractivos".
He de añadir que tengo el ventilador en línea con el espejo. A veces me saco la polla un rato a que le dé el aire, o el culo y después, ya de paso, me miro en el espejo. Es la sensación más "mente en blanco" que he tenido nunca en mi vida. No pienso en nada. Pienso "pues vale" (como mucho). Está bien. Está muy bien. Por ejemplo, puedo pensar "fumo demasiado". O "a veces soy perezoso". Acerca de mí, digo. Pero me miro semi-desnudo en el espejo y digo "Coño, soy yo". Y no pienso nada más. Está bien. Mente en blanco. Suerte que tengo.
Aún me quedan, como poco, dos traslados pendientes de domicilio y situación, para poder ser completamente yo mismo (no digo feliz, pero sí "yo mismo" => aunque eso conlleve otros dos traslados más, a posteriori). Uno, para que nadie me diga ni aconseje cómo tengo que poner una lavadora, o que opine sobre si tengo que tener o no 2 kg. de sal en mi cacharro de poner la sal en los filetes. Como si quiero tener un saco de 50 kg., ¿a quién coño le importa? El otro, para que nadie me diga nada, ni me hable, ni piense nada acerca de nada de lo que yo hago. Ya me libré del dios católico, en su día, que es el que siempre te mira aunque tú no quieras. Sólo me faltaría librarme de todo lo demás. De las personas. Las personas son molestas. No pueden evitarlo. Ellas me molestan. Y, sin duda, yo las molesto a ellas. Tampoco puedo evitarlo. Son interrelaciones, socialidad, llámese "x".
Creo que al final voy a volverme burgués. ¿O ya lo soy? Al final resulta ser una postura inteligente. Contra la gilipollez mundial, únete a ella. Al cabo, es la única manera de que te dejen en paz. ¿O no? A lo mejor me estoy liando. Por favor: algún burgués que levante la mano y diga algo. Yo, sinceramente, no me creo nada, porque no hay nada que me parezca la mejor solución. Ni el "bienestar" (que es para tres amiguetes, entre los cuales uno está siempre a modo de prueba), ni la tribu donde somos todos iguales (porque no somos ni debemos ser todos iguales). A lo mejor, fuera de todo eso. Pero no se me ocurre ningún lugar racional donde probar suerte. ¿Te vas a Peñalara de ermitaño? No, porque llegan los del SEPRONA y te echan a collejas. ¿A otro país? Puede ser. Sería cuestión de estudiarlo. Pero tampoco quiere uno dejar atrás a las personas (o cosas) que quiere en la vida. Tampoco puede exigirse eso: ¡ala! ¡todo el mundo a ser consecuente hasta la muerte! No. Eso, tampoco. No se puede ser consecuente. Hay que ser inconsecuente. Pensar una cosa y hacer otra. Es una regla fundamental. La primera, en caso de duda.

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