Muerte por fascículos
¿Para qué sirve morirse? Para nada. ¿Para qué sirve pensar en la muerte? Para nada. Por mucho que te prepares, si te toca una enfermedad mortal te cagas en los pantalones.
¿Para qué sirve estar todo el día machacando al personal con que el tabaco y el alcohol es malo, las drogas también, la comida basura, el colesterol, la vida sedentaria, etc.?
Veamos los siguientes silogismos:
Todo esto no significa que no haya que llevar una "vida sana". Pero sí significa que dentro de cien años todos calvos y que uno de los métodos tradicionales para controlar a todos los niveles al ciudadano consiste precisamente en que el ciudadano tenga miedo, en general, de todo, porque pagará hasta el último penique "para que todo siga igual", sin problemas, sin conciencia.
¿Por qué hay paro? Un premio para mí mismo: ¡porque no hay trabajo! Y no hay trabajo porque no hace falta. Es así de sencillo. Si tenemos a un chaval colombiano trabajando catorce horas por 800, el resto nos sentamos y vemos cómo lo hace todo él solo. La solución es muy simple: trabajar menos horas (porque lo que se hace, mayormente, es marear la perdiz, en muchísimas profesiones) y repartir la riqueza. Ni más ni menos.
Cuando menos medios había, en la época del neanderthal, por poner un ejemplo, ¿qué se hacía? Se cazaba un rato por la mañana, se comía, siesta y luego rascarse las pelotas hasta la hora de la cena, polvo y a dormir. Ahora, que tenemos máquinas que fabrican comida, por así decirlo, ¡cada vez curramos más! ¡Y por menos dinero! Hasta que esto reviente. Yo, en serio, ya estoy llegando a un punto en que no me extrañaría nada verme metido en una turba asaltando los fortines oligárquicos. Si la Ley no funciona, hay que cambiarla. Y si no se cambia, hay que pasar de la Ley y hacer otra. Sin problemas. La Ley no es sagrada. La hacemos nosotros según nuestras necesidades, y hace ya mucho tiempo decidimos que la Ley tenía que cubrir, en primer lugar, las necesidades de la mayoría, cosa que ahora mismo no sucede.
Mientras tanto, os podéis meter por el culo la ley antitabaco con su campaña de cadáveres, los urdangarines, las reformas laborales y las supermodelos con 50 de cintura. Este sistema debe acabar ya, por las buenas o por las malas. No quiero morirme por fascículos ni hacerme caca en los pantalones si me quedo sin trabajo. Muero una vez, vivo una vez.
¿Para qué sirve estar todo el día machacando al personal con que el tabaco y el alcohol es malo, las drogas también, la comida basura, el colesterol, la vida sedentaria, etc.?
- Para aumentar el consumo.
- Para nada.
Veamos los siguientes silogismos:
- Si prohíbo fumar dentro de los sitios, obligo a emprender reformas a los locales para que se pueda fumar fuera (1) y además les cobro impuestos por sacar terrazas a la calle (2).
- Si "comer cualquier cosa" (por ejemplo, un bocata de calamares o una hamburguesa y una cerveza) es malísimo, el día que puedo compro tomates biológicos a 6 euros el kilo, que son una maravilla para la salud, me voy al gimnasio y empiezo a desconfiar por sistema de las marcas blancas o económicas, porque Actimel sólo hay uno y el resto es mierda. Como, por extensión, "estar gordo" es algo insalubre y mal visto socialmente, vuelta al gimnasio, productos dietéticos que valen cuatro veces más y geles mágicos de efecto placebo que lo único que adelgazan es el bolsillo.
Todo esto no significa que no haya que llevar una "vida sana". Pero sí significa que dentro de cien años todos calvos y que uno de los métodos tradicionales para controlar a todos los niveles al ciudadano consiste precisamente en que el ciudadano tenga miedo, en general, de todo, porque pagará hasta el último penique "para que todo siga igual", sin problemas, sin conciencia.
¿Por qué hay paro? Un premio para mí mismo: ¡porque no hay trabajo! Y no hay trabajo porque no hace falta. Es así de sencillo. Si tenemos a un chaval colombiano trabajando catorce horas por 800, el resto nos sentamos y vemos cómo lo hace todo él solo. La solución es muy simple: trabajar menos horas (porque lo que se hace, mayormente, es marear la perdiz, en muchísimas profesiones) y repartir la riqueza. Ni más ni menos.
Cuando menos medios había, en la época del neanderthal, por poner un ejemplo, ¿qué se hacía? Se cazaba un rato por la mañana, se comía, siesta y luego rascarse las pelotas hasta la hora de la cena, polvo y a dormir. Ahora, que tenemos máquinas que fabrican comida, por así decirlo, ¡cada vez curramos más! ¡Y por menos dinero! Hasta que esto reviente. Yo, en serio, ya estoy llegando a un punto en que no me extrañaría nada verme metido en una turba asaltando los fortines oligárquicos. Si la Ley no funciona, hay que cambiarla. Y si no se cambia, hay que pasar de la Ley y hacer otra. Sin problemas. La Ley no es sagrada. La hacemos nosotros según nuestras necesidades, y hace ya mucho tiempo decidimos que la Ley tenía que cubrir, en primer lugar, las necesidades de la mayoría, cosa que ahora mismo no sucede.
Mientras tanto, os podéis meter por el culo la ley antitabaco con su campaña de cadáveres, los urdangarines, las reformas laborales y las supermodelos con 50 de cintura. Este sistema debe acabar ya, por las buenas o por las malas. No quiero morirme por fascículos ni hacerme caca en los pantalones si me quedo sin trabajo. Muero una vez, vivo una vez.
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