La muerte 72

La muerte puede resultar obsesiva porque obviamente. Si ya se asocia a la enfermedad y a un "no ver claro" para qué sirve vivir, ya está el cirio montado.
Aunque todos, en mayor o menor grado, nos quejamos de la muerte, hay personas que se quejan más, o más visiblemente. Por ejemplo, Unamuno era un señor que se quejaba mucho (según dicen los libros). Luego el tío se murió, como todo hijo de vecino.
A las personas obsesivas nos suele preocupar cómo y cuándo moriremos. Solemos aspirar a morir de viejos y por la noche, "sin enterarnos". Como si a los viejos ya se la sudase morir. Y sin sufrimiento. Por lo visto es muy de viejo decir lo de "a mí ya me da igual morirme", pero no me he encontrado con ni un sólo viejo que me haya dicho eso. Creo que es más una frase de novela o película. Pero los viejos "reales" caen en una especie de depresión viejuna, que consiste en saber que, según se acercan a los "umbrales", menos tiempo les queda. A unos más, a otros menos. Pero inexorablemente, para entendernos.
Para los obsesivos, como yo, la cosa es distinta, porque uno se puede morir pasado mañana, sin más ni más. El cerebro apunta que es más improbable morirse pasado mañana que con setenta y cinco años. Pero luego vienen los cánceres, las enfermedades crónicas, las incurables y, fundamentalmente, las que te tocan las pelotas, tipo "hernia", que automáticamente te convierten en un señor viejo dependiente de pastillas, citas médicas y limitaciones asociadas con la "vida o muerte" (la tensión alta, etc.). Como una muerte anticipada: "cuídate ese pulmón porque blablabla", "ponte a dieta o blablabla", etc.
Para un obsesivo, tener un "problema" con un órgano vital (o más o menos vital) es equivalente a llevar a su lado el verdugo durante todo lo que le reste de vida.
Muchas veces uno piensa que con su energía puede arrebatarle su entidad a todas las limitaciones físicas. Uno siente que puede coger el mundo entre sus manos y estrujarlo. Que puede echar a correr como Forrest Gump y dar la vuelta al mundo. Se siente uno "lleno de vida", por así decirlo. Pero son momentos. El día es largo y uno convive consigo mismo las veinticuatro horas. Hay tiempo para todo, diariamente. Para estar bien, mal, decaído, crecido. Si te duele el costado izquierdo, es más fácil estar mal. Si no te duele nada y tienes reuniones todos los días a las 11:14, más facil bien.
Las cosas que de verdad te hacen sentir vivo son: el olor a café recién molido, el amor expresado inconscientemente, el pimiento asándose a fuego lento, las reuniones con las otras parte de tu yo (familia, trabajo, hobbies) y la comunión con uno mismo (descubrir que uno existe y saber qué hace, para qué, y ese tipo de cosas).

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