Preocupación externa de alto nivel II
Es sólo una puntualización, o ampliación de algo ya dicho: existe un problema relacionado con los derechos de autor e Internet. Es innegable.
Pero yo creo que no hay que cambiar Internet, sino los derechos de autor.
Si comparamos unos oficios con otros, resulta que hacer una canción... O algo más sencillo todavía: poner letra a una canción. Poner letra a una canción le puede servir a uno para vivir toda su vida a costa de ese día de trabajo. Típicamente, tanto más éxito cuanto más cutrosa la canción (pongamos por caso "la canción del verano" de casi cualquier verano desde hace cuarenta años). Tengo un amigo que dice que él atiende al señor que hizo "Guantanamera", que es famoso (en cierto sentido, porque no le conoce ni dios) y está forrado por culpa de esa canción.
Un señor informático que hace una aplicación útil para millones de personas y cobra por ello también puede hacerse de oro (aunque no tanto como el del Guantanamera?). Hasta el siguiente sistema operativo. La aplicación requiere un trabajo continuo a lo largo de los años.
Es por poner un caso de una catadura parecida: algo que puede transmitirse de modo vírico en la sociedad. Aunque, en el caso de una aplicación informática, limitado por el hecho de que es algo encerrado en una caja (ordenador): no todo el mundo mundial tiene uno, no todos los que tienen ordenador tienen uno compatible con la aplicación, etc. Al final la cosa se reduce mucho, si lo comparamos con una canción, que puede viajar por ordenadores (igual que la aplicación informática), pero también por la radio, almacenarse y reproducirse en miles de millones de aparatos creados al efecto, ser insertada en una película que se ve por la tele, etc.
La canción más maravillosa del mundo te pone los pelos como escarpias cada vez que la escuchas, pongamos por caso, una vez al año.
La aplicación también, aunque de otro modo. Hace por ti una cosa que tú nunca podrías hacer por ti mismo, y lo hace siempre (deseablemente) igual de bien.
La música entra en un lugar muy importante del ser humano, el corazón. Y la aplicación puede entrar en muchos sitios: la contabilidad de tu negocio, ser parte implicada directa en una obra de arte (¿qué decir de una aplicación de edición de audio o vídeo, 2D, 3D, etc.?).
Pero, ¿el señor que inventó el USB está recompensado de igual modo que el tipo que hizo el Guantanamera? El señor del USB se llama Ajay Bhatt. Yo no le he visto nunca en una lista de los señores más ricos del mundo. Será porque trabajaba para una empresa llamada Intel y que, por tanto, había "cedido" de facto sus derechos a esa empresa. Ajay, seguramente, se aprovechó de la infraestructura de esa empresa y de un sinnúmero de inventos pre-existentes para alumbrar el USB. Del mismo modo que el señor del Guantanamera hizo una canción que, si me apuras, ya existía, con una letra nueva. Pero no era original ni la música ni la letra, en el sentido de que estuviesen contando algo nuevo como nunca antes nadie lo había contado --> ?
Yo opino que una canción debe tener un precio proporcional al uso que se haga de ella y a la importancia de la misma. Por ejemplo, ¿debería pagar una radio por emitir una canción? Yo creo que no. No sé si las radios pagan. No me cabe en la cabeza que lo hagan, pero no lo sé, ni puta idea. Pero si lo hicieran, ¿por qué coño están pagando, cuando están haciendo una importantísima labor de promoción? En ese caso, se supone que es el autor quien tendría que *pagar* a la radio. Tampoco creo que el autor pague a la radio. Supongo que, en ese caso, es un ten-con-ten. Es decir: la radio se beneficia de ocupar un espacio efímero con una canción y el artista se beneficia de la efímera promoción. En un anuncio de la TV debería suceder algo semejante, pero creo que me consta que no es así. Un señor que hace un anuncio paga un pastonazo al señor de la canción para poder utilizar la música. Aunque luego haya cienes de miles de preguntas por Internet: ¿alguien sabe de quién es la canción del anuncio de bla, bla, bla? Y sea, al final, una manera de promocionarse. ¡Cuántos músicos han salido del anonimato gracias a un anuncio! Incluso músicos ya muertos.
El producto VENDIBLE del músico debería ser, por un lado un CD, y por otro una actuación en directo. Y también, por qué no, la inclusión de una canción en una peli o anuncio. Pero nunca jamás ser escuchado en un bar o en una fiesta o boda o cualquier cosa pública de ese estilo, porque eso redunda en su beneficio. Escuchar y borrar en Internet, tampoco. Escuchar una canción en Internet, almacenar el disco entero en soporte rígido y nunca volver a escucharlo, tampoco, que es lo que sucede en la mayoría de las ocasiones.
Ahora la novedad: un CD debería valer tres pesetas. Ir al cine, dos. Cuando yo pago un CD, debo pagar el soporte, que es un cacho plástico que me dan "gratis" cuando compro un cartón de leche (un tetra-brik es algo tan sofisticado como un CD, por lo menos). Pago al señor que ha grabado y editado el disco, POR HORAS. Es decir, pongamos veinte horas de trabajo intenso a pagar entre 2 millones de copias vendidas, al señor que graba y arregla le tocan 0,00000001 céntimos por CD vendido. Al camionero que lleva el CD hasta el punto de vista, lo mismo. Que yo sepa, al camionero le pagan por horas (o por meses), no por copia vendida. Si no, todos los camioneros querrían transportar sólo los discos de grupos renombrados. Pago al productor POR HORAS, seguramente valorando su trabajo mucho más que el del camionero, porque el tipo apuesta por una idea y la hace real, y eso es muy de valorar. También tengo que pagar la publicidad que ha hecho del disco, las gestiones, etc. Y, por último, pago al artista, pongamos al menos el 50% del valor real del producto. Pero nunca habría que pagar más de 2 euros por un CD. Lo de las pelis y los cines no hay nadie que se lo crea. Un señor posee un cine (es lo habitual), se baja la peli por Internet, la graba en un CD, pagando el precio correspondiente, y la expone en su sala, utilizando a sus hijos como acomodadores y a sus hijas como taquilleras y palomiteras. Eso podrían ser 500 euros por sesión. Un cine con cuatro salas y, en total ocho sesiones, serían 4 mil euros por día bueno (viernes, sábado, domingo). Pongamos que hay 15 días "buenos" por mes: 60 mil euros al mes, más que suficientes para pagar todo (incluyendo a los actores, los megaescenarios, la post-producción, la publicidad, las palomiteras, etc.) y que te sobre muchísimo dinero. 500 euros por sesión, en una peli exitosa, con unos 300 espectadores... 1,5 euros por ver una peli. Más que suficiente. Para ver una peli mala o "de culto" habría que pagar un poco más, como es lógico, porque sale más caro proyectarla.
Hace poco salía en la TV uno de esos reportajes tipo "callejeros", sobre los "intermediarios" en la compra de frutas y verduras. O sea, de los tipos que van a las subastas y compran diez toneladas de tomates para un distribuidor. Ellos van a la subasta, compran cuando les conviene y se sacan una comisión de 2 céntimos por kilo (igual se sacan 1.500 pavos por día). Ahí tenemos a un señor millonario que hace eso. ¿Cuánto se quedan entre las uñas las empresas que transportan los tomates, los revenden a los grandes mercados, a las grandes superficies? ¿Y cuánto se quedan las grandes superficies y los fruteros y verduleros? Seguramente los últimos de la cadena son los que menos se llevan. ¿Pero por qué un tomate puede valer 30 céntimos en origen y 3 euros en destino? No es necesario. La clave está en las minicomisiones. Igual que con el asunto de los autores. Uno se lleva 1 centimito por disco, un centimito por kilo de tomate. Y ahora multiplícalo por 10 millones vendidos en el acto. Y, en el caso de la música, por otros diez millones que vendas de la misma cosa durante toda tu vida.
Está claro que algo falla. No se vale decir que "las cosas son así". Si hay que cambiar algo, es precisamente eso, porque es injusto e insolidario, y no hay más que hablar. Esas miniinjusticias son las que provocan crisis, hambrunas, guerras y demás catástrofes. No los grandes golpes militares, sino la situación constante de "pille" al por menor, por parte de unos y de otros, para enriquecer a los que ya son más que ricos.
Por supuesto que es impermisible que alguien se enriquezca con el trabajo de otro (como afirman los derechodeautoristas). Eso hay que regularlo y todos deberíamos pagar por las canciones y pelis que disfrutamos. Pero un precio justo y proporcional.
Ahora con los libros, por ejemplo, estoy flipando. Seguramente es a causa de las nuevas tecnologías, los señores que hacen libros cada vez dan más por menos. Unas calidades buenísimas, unos "popup" impresionantes y nunca antes vistos, a los precios de siempre (de "siempre", proporcionalmente, se entiende). Ahora sí dan ganas de comprarse un libro, en muchos casos, mucho más que antes. Con los CDses y demás, pasa algo parecido. ¿Por qué ahora meten esos peazo carátulas y libretos, CDs adicionales, etc.? Porque pueden hacerlo de sobra y, sobre todo, porque ya no nos creemos que un CD pueda valer tantísimo dinero.
Bajemos el precio de los CDses hasta alcanzar el umbral de la lógica, arreglemos el asunto de la piratería y todos estaremos gustosos de pagar 15 céntimos por canción y 2 euros por película, y los señores que hacen canciones y películas serán igual (aunque injustamente) de ricos que son ahora. Ya hay negocios por Internet con esta fórmula, aunque con precios excesivamente caros, porque la cosa de los "derechos de autor" sigue siendo excesivamente cara y porque todos quieren pillar más de lo que les corresponde, y funcionan bien. Aunque, como digo, deberían ser muchísimo más baratos.
Pongamos por caso: un músico hace diez canciones con no demasiado esfuerzo. Le ayudan seis personas y el resultado final es un mp3. Otro señor lo pone en su tienda virtual en Internet. Hay también una partida publicitaria (pongamos 1/2 millón de euros). Las 10 canciones se descargan 10 millones de veces en un año, a 15 céntimos; sale 1,5 millones de euros. Medio kilo para la publicidad. Otro medio para impuestos y para la distribución. El otro medio, para los 6 tipos que hicieron las 10 canciones. Que se lo repartan como quieran, no está mal pagado. Sobre todo porque hasta que se mueran se seguirán descargando esas canciones, durante años y años. Obviamente, es un grupo de éxito. Aparte, hacen sus giras y sus cosas. Resultado: están superforrados en un año, muchísimo más lejos de lo que puede estar uno con sus labores de diseño gráfico (infinitamente peor remunerado que la música), barriendo la calle o cubriendo cualquier otra necesidad social (medicina, mecánica de coches, etc.). Y, además, pueden incluir esas canciones en otros discos, pelis, videojuegos y un larguísimo etcétera de posibilidades.
En fin, Serafín. No trato de llamar la atención sobre lo mucho que puede llegar a cobrar un músico de éxito, que también, sino de lo mucho que puede llegar a cobrar un sinfín de personas que andan entre medias del músico y el usuario final, sin aportar valor al producto. Es decir: que el producto no vale eso, ni de coña, ni vale el EURO por canción que nos clavan en el iTunes Store, ni siquiera nada aproximado.
Y otro día hablamos de lo que debería cobrar un músico, un actor de pelis o teatros, un guionista o el señor que lo coge y lo lleva todo a la imprenta y después al supermercado.
Pero yo creo que no hay que cambiar Internet, sino los derechos de autor.
Si comparamos unos oficios con otros, resulta que hacer una canción... O algo más sencillo todavía: poner letra a una canción. Poner letra a una canción le puede servir a uno para vivir toda su vida a costa de ese día de trabajo. Típicamente, tanto más éxito cuanto más cutrosa la canción (pongamos por caso "la canción del verano" de casi cualquier verano desde hace cuarenta años). Tengo un amigo que dice que él atiende al señor que hizo "Guantanamera", que es famoso (en cierto sentido, porque no le conoce ni dios) y está forrado por culpa de esa canción.
Un señor informático que hace una aplicación útil para millones de personas y cobra por ello también puede hacerse de oro (aunque no tanto como el del Guantanamera?). Hasta el siguiente sistema operativo. La aplicación requiere un trabajo continuo a lo largo de los años.
Es por poner un caso de una catadura parecida: algo que puede transmitirse de modo vírico en la sociedad. Aunque, en el caso de una aplicación informática, limitado por el hecho de que es algo encerrado en una caja (ordenador): no todo el mundo mundial tiene uno, no todos los que tienen ordenador tienen uno compatible con la aplicación, etc. Al final la cosa se reduce mucho, si lo comparamos con una canción, que puede viajar por ordenadores (igual que la aplicación informática), pero también por la radio, almacenarse y reproducirse en miles de millones de aparatos creados al efecto, ser insertada en una película que se ve por la tele, etc.
La canción más maravillosa del mundo te pone los pelos como escarpias cada vez que la escuchas, pongamos por caso, una vez al año.
La aplicación también, aunque de otro modo. Hace por ti una cosa que tú nunca podrías hacer por ti mismo, y lo hace siempre (deseablemente) igual de bien.
La música entra en un lugar muy importante del ser humano, el corazón. Y la aplicación puede entrar en muchos sitios: la contabilidad de tu negocio, ser parte implicada directa en una obra de arte (¿qué decir de una aplicación de edición de audio o vídeo, 2D, 3D, etc.?).
Pero, ¿el señor que inventó el USB está recompensado de igual modo que el tipo que hizo el Guantanamera? El señor del USB se llama Ajay Bhatt. Yo no le he visto nunca en una lista de los señores más ricos del mundo. Será porque trabajaba para una empresa llamada Intel y que, por tanto, había "cedido" de facto sus derechos a esa empresa. Ajay, seguramente, se aprovechó de la infraestructura de esa empresa y de un sinnúmero de inventos pre-existentes para alumbrar el USB. Del mismo modo que el señor del Guantanamera hizo una canción que, si me apuras, ya existía, con una letra nueva. Pero no era original ni la música ni la letra, en el sentido de que estuviesen contando algo nuevo como nunca antes nadie lo había contado --> ?
Yo opino que una canción debe tener un precio proporcional al uso que se haga de ella y a la importancia de la misma. Por ejemplo, ¿debería pagar una radio por emitir una canción? Yo creo que no. No sé si las radios pagan. No me cabe en la cabeza que lo hagan, pero no lo sé, ni puta idea. Pero si lo hicieran, ¿por qué coño están pagando, cuando están haciendo una importantísima labor de promoción? En ese caso, se supone que es el autor quien tendría que *pagar* a la radio. Tampoco creo que el autor pague a la radio. Supongo que, en ese caso, es un ten-con-ten. Es decir: la radio se beneficia de ocupar un espacio efímero con una canción y el artista se beneficia de la efímera promoción. En un anuncio de la TV debería suceder algo semejante, pero creo que me consta que no es así. Un señor que hace un anuncio paga un pastonazo al señor de la canción para poder utilizar la música. Aunque luego haya cienes de miles de preguntas por Internet: ¿alguien sabe de quién es la canción del anuncio de bla, bla, bla? Y sea, al final, una manera de promocionarse. ¡Cuántos músicos han salido del anonimato gracias a un anuncio! Incluso músicos ya muertos.
El producto VENDIBLE del músico debería ser, por un lado un CD, y por otro una actuación en directo. Y también, por qué no, la inclusión de una canción en una peli o anuncio. Pero nunca jamás ser escuchado en un bar o en una fiesta o boda o cualquier cosa pública de ese estilo, porque eso redunda en su beneficio. Escuchar y borrar en Internet, tampoco. Escuchar una canción en Internet, almacenar el disco entero en soporte rígido y nunca volver a escucharlo, tampoco, que es lo que sucede en la mayoría de las ocasiones.
Ahora la novedad: un CD debería valer tres pesetas. Ir al cine, dos. Cuando yo pago un CD, debo pagar el soporte, que es un cacho plástico que me dan "gratis" cuando compro un cartón de leche (un tetra-brik es algo tan sofisticado como un CD, por lo menos). Pago al señor que ha grabado y editado el disco, POR HORAS. Es decir, pongamos veinte horas de trabajo intenso a pagar entre 2 millones de copias vendidas, al señor que graba y arregla le tocan 0,00000001 céntimos por CD vendido. Al camionero que lleva el CD hasta el punto de vista, lo mismo. Que yo sepa, al camionero le pagan por horas (o por meses), no por copia vendida. Si no, todos los camioneros querrían transportar sólo los discos de grupos renombrados. Pago al productor POR HORAS, seguramente valorando su trabajo mucho más que el del camionero, porque el tipo apuesta por una idea y la hace real, y eso es muy de valorar. También tengo que pagar la publicidad que ha hecho del disco, las gestiones, etc. Y, por último, pago al artista, pongamos al menos el 50% del valor real del producto. Pero nunca habría que pagar más de 2 euros por un CD. Lo de las pelis y los cines no hay nadie que se lo crea. Un señor posee un cine (es lo habitual), se baja la peli por Internet, la graba en un CD, pagando el precio correspondiente, y la expone en su sala, utilizando a sus hijos como acomodadores y a sus hijas como taquilleras y palomiteras. Eso podrían ser 500 euros por sesión. Un cine con cuatro salas y, en total ocho sesiones, serían 4 mil euros por día bueno (viernes, sábado, domingo). Pongamos que hay 15 días "buenos" por mes: 60 mil euros al mes, más que suficientes para pagar todo (incluyendo a los actores, los megaescenarios, la post-producción, la publicidad, las palomiteras, etc.) y que te sobre muchísimo dinero. 500 euros por sesión, en una peli exitosa, con unos 300 espectadores... 1,5 euros por ver una peli. Más que suficiente. Para ver una peli mala o "de culto" habría que pagar un poco más, como es lógico, porque sale más caro proyectarla.
Hace poco salía en la TV uno de esos reportajes tipo "callejeros", sobre los "intermediarios" en la compra de frutas y verduras. O sea, de los tipos que van a las subastas y compran diez toneladas de tomates para un distribuidor. Ellos van a la subasta, compran cuando les conviene y se sacan una comisión de 2 céntimos por kilo (igual se sacan 1.500 pavos por día). Ahí tenemos a un señor millonario que hace eso. ¿Cuánto se quedan entre las uñas las empresas que transportan los tomates, los revenden a los grandes mercados, a las grandes superficies? ¿Y cuánto se quedan las grandes superficies y los fruteros y verduleros? Seguramente los últimos de la cadena son los que menos se llevan. ¿Pero por qué un tomate puede valer 30 céntimos en origen y 3 euros en destino? No es necesario. La clave está en las minicomisiones. Igual que con el asunto de los autores. Uno se lleva 1 centimito por disco, un centimito por kilo de tomate. Y ahora multiplícalo por 10 millones vendidos en el acto. Y, en el caso de la música, por otros diez millones que vendas de la misma cosa durante toda tu vida.
Está claro que algo falla. No se vale decir que "las cosas son así". Si hay que cambiar algo, es precisamente eso, porque es injusto e insolidario, y no hay más que hablar. Esas miniinjusticias son las que provocan crisis, hambrunas, guerras y demás catástrofes. No los grandes golpes militares, sino la situación constante de "pille" al por menor, por parte de unos y de otros, para enriquecer a los que ya son más que ricos.
Por supuesto que es impermisible que alguien se enriquezca con el trabajo de otro (como afirman los derechodeautoristas). Eso hay que regularlo y todos deberíamos pagar por las canciones y pelis que disfrutamos. Pero un precio justo y proporcional.
Ahora con los libros, por ejemplo, estoy flipando. Seguramente es a causa de las nuevas tecnologías, los señores que hacen libros cada vez dan más por menos. Unas calidades buenísimas, unos "popup" impresionantes y nunca antes vistos, a los precios de siempre (de "siempre", proporcionalmente, se entiende). Ahora sí dan ganas de comprarse un libro, en muchos casos, mucho más que antes. Con los CDses y demás, pasa algo parecido. ¿Por qué ahora meten esos peazo carátulas y libretos, CDs adicionales, etc.? Porque pueden hacerlo de sobra y, sobre todo, porque ya no nos creemos que un CD pueda valer tantísimo dinero.
Bajemos el precio de los CDses hasta alcanzar el umbral de la lógica, arreglemos el asunto de la piratería y todos estaremos gustosos de pagar 15 céntimos por canción y 2 euros por película, y los señores que hacen canciones y películas serán igual (aunque injustamente) de ricos que son ahora. Ya hay negocios por Internet con esta fórmula, aunque con precios excesivamente caros, porque la cosa de los "derechos de autor" sigue siendo excesivamente cara y porque todos quieren pillar más de lo que les corresponde, y funcionan bien. Aunque, como digo, deberían ser muchísimo más baratos.
Pongamos por caso: un músico hace diez canciones con no demasiado esfuerzo. Le ayudan seis personas y el resultado final es un mp3. Otro señor lo pone en su tienda virtual en Internet. Hay también una partida publicitaria (pongamos 1/2 millón de euros). Las 10 canciones se descargan 10 millones de veces en un año, a 15 céntimos; sale 1,5 millones de euros. Medio kilo para la publicidad. Otro medio para impuestos y para la distribución. El otro medio, para los 6 tipos que hicieron las 10 canciones. Que se lo repartan como quieran, no está mal pagado. Sobre todo porque hasta que se mueran se seguirán descargando esas canciones, durante años y años. Obviamente, es un grupo de éxito. Aparte, hacen sus giras y sus cosas. Resultado: están superforrados en un año, muchísimo más lejos de lo que puede estar uno con sus labores de diseño gráfico (infinitamente peor remunerado que la música), barriendo la calle o cubriendo cualquier otra necesidad social (medicina, mecánica de coches, etc.). Y, además, pueden incluir esas canciones en otros discos, pelis, videojuegos y un larguísimo etcétera de posibilidades.
En fin, Serafín. No trato de llamar la atención sobre lo mucho que puede llegar a cobrar un músico de éxito, que también, sino de lo mucho que puede llegar a cobrar un sinfín de personas que andan entre medias del músico y el usuario final, sin aportar valor al producto. Es decir: que el producto no vale eso, ni de coña, ni vale el EURO por canción que nos clavan en el iTunes Store, ni siquiera nada aproximado.
Y otro día hablamos de lo que debería cobrar un músico, un actor de pelis o teatros, un guionista o el señor que lo coge y lo lleva todo a la imprenta y después al supermercado.
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