Más sexy

Hoy estaba viendo/escuchando (otra vez) el "Más sexy" de los Coz, que copia nota por nota el principio del Baba O’Riley de los Who, y se me han venido a la cabeza un porrón de temas del rock español copieteados y refriteados del rock que se hacía en esa época (o años antes) en el resto del mundo (entendiéndose por "resto del mundo" Inglaterra y USA). De esos tiempos y también de estos. No son sólo los Coz o el Molina, el flautista de Legazpi, con sus copieteos charangueros de los Jethro Tull. La cosa llega hasta el hoy inmediato, con los homenajes de los Mojinos Escozíos a los ACDC. La cosa está también extendida por otros géneros, pero yo sólo voy a centrarme en el rock, que es uno de los pocos géneros que tiene entidad propia.
Hoy vengo aquí a defender la posibilidad y el hecho de tomar como punto de partida (o de apoyo, según el caso) otras cosas que existen, para después crear cosas nuevas.
En la música es más fácil constatar el copieteo, porque al final son siete notas y cualquier con un flautín puede sacar en un periquete el "smoke on the water" de los Deep Purple.
A mi juicio, en otras artes, como la pintura o la literatura, es igualmente fácil observar el copieteo y, más aún, la carencia de propuestas nuevas. Pero ahí ya hay más que discutir, porque no es tan obvio como en la música, donde tenemos cienes de cienes de casos de copieteo sancionados por los tribunales civiles (cosa que no es especialmente interesante para nosotros, pero sí para los señores que han sido copieteados), incluyendo a muchos grandes compositores de la historia de la música, como los Queen o Led Zeppelin.
Una cosa son los tribunales, donde sí que es cierto que es incorrecto copietear algo que ha hecho alguien y forrarse de pasta a cuenta de ello.
Y otra cosa es el resto: coger cosas viejas y hacer cosas nuevas, y hacer cosas nuevas desligadas de las viejas, pero siempre teniendo como referencia lo que ya se ha hecho con anterioridad. O sea, la vida real, desligada de los intereses económicos.
Hay muy poquísimas personas que asumen como base creativa el cero absoluto. Lo más normal es que uno tenga un mensaje que cree más o menos novedoso, o un mensaje manido visto desde un punto de vista novedoso. Y escoja una fórmula más o menos conocida para expresarlo. En hablando de música, se ha hecho muy poquito con las letras desde Gonzalo de Berceo y el Vellocino de Oro. Estamos ya todos con los huevos negros en lo que respecta al amor, las historias cotidianas, el pesimismo y el optimismo, etc. Siempre hay maneras nuevas de expresar la misma idea (cuando las hay, se entiende), como cuando la Cabra Mecánica canta "rojo supurante mi corazón era chorizo frito en la parrilla de un chiringuito de una asociación vecinal", refiriéndose a un señor que veía cómo las circunstancias disponían que su ser temporalmente idolatrado se le escapaba de entre las manos y acababa follándose a un cualquiera en una fiesta cualquiera.
Sólo por diversión, vamos a analizar un momento esa frase de esa canción titulada "En brazos del enemigo", del disco "Cabrón" de "La cabra mecánica":
1. No aporta nada desde el punto de vista conceptual (tema manido el de la chuti que se va con otro).
2. No aporta nada musicalmente (no sé si es una rumba o nosecuántos, algo de eso, cogida nota por nota de otras tropocientasmil rumbas existentes).
Pero:
1. Es divertida: en lugar de decir que se "siente morir" o algo así, dice que su corazón es "chorizo frito". En lugar de decir que alguien se va con ella y se la tira, dice "a mestizarse". Y asín sucesivamente.
2. Lo divertido no quita dramatismo a la situación, porque es un drama actualizado, que ha viajado desde la lengua de Santa Teresa y los mustios collados hasta el siglo XX (que no por ser XX deja de ser actual, aunque estemos en el XXI). Lo que antes era un joven cortesano, ahora es un chaval normal de la calle (porque antes escribían sólo los cortesanos y ahora puede escribir cualquiera) y lo que antes era una joven damisela con ojos de gacela ahora es una dama de la noche con piercing en los pezones y más vicio que el chupachús. Es un ejemplo magnífico de "portabilidad", que nos trae cualquier escena de la tragedia griega a la puerta de casa, habiendo pasado antes por el Lazarillo y la Zarzuela.
En resumen: "En brazos del enemigo" no tiene nada de innovador en lo referente a la música ni al tema de la canción, pero hace un par de refriteos con ambas cosas, le añade la especia de un adolescente fiestero y perdedor de Moratalaz, algo de humor y de realismo sucio, y asunto resuelto: una canción escuchable y vigente durante muchas décadas, en lo que se refiere a música, letra y estilo.
Moviéndose dentro de los propios géneros es muy difícl sacar algo nuevo. Quiero decir... ¿Alguien ha escuchado alguna vez una canción tipo "celta" que no hubiese escuchado antes? Y lo mismo para el blues y el rock. ¿Acaso el rock venía de la nada? ¿Ningún rock se parecía a ningún blues o swing o jazz? ¿Y ningún blues, swing o jazz se parecía a nada anterior? --> y aquí ya nos perdemos en la noche de los tiempos, por falta de documentos ilustrativos a bote pronto.
En música clásica, musicalmente hablando, la cosa es muy distinta. Pero, a oídos profanos, toda la música clásica suena a "música clásica". Así que no vamos a entrar ahí, porque estamos tratando este asunto siempre "a oídos profanos".
Cualquiera que ponga la mente en blanco y saque una melodía de su cabeza, seguramente sacará una melodía estúpida, en la mayoría de los casos, o bien existente. Y uno de cada mil (o mucho menos), una melodía nueva, inspiradora (aunque basada en algo preexistente, por pura necesidad).
De esta reflexión se desprende que no hay que intentar sacar melodías nuevas. Desde la música dodecafónica, lo poco que había por inventar quedó inventado (y lo que quedaba por inventar era algo, en esencia, ignorable, en lo que concierne a los "oídos profanos").
Si no se puede inventar nada nuevo, ¿entonces qué?
En las cosas que se crean y se inventan (falsamente, se entiende), hay dos cosas, en el sentido platónico: la forma y el fondo. O, dicho de otro modo, lo formal y lo conceptual. Por un lado está el mensaje que se quiere transmitir y por otro el modo de transmitir ese mensaje, a nivel técnico (en música, una melodía; en pintura, una "técnica"; en literatura, un género). Incluso se puede intentar idear un nuevo género musical o una nueva técnica pictórica aún no ensayada (¿semen de ballena con huevo batido sobre poliéster?). La novedad puede estar, en todo caso, en la "profundidad", que sería el tercer factor en una obra de arte (u "obra", en general). La profundidad se refiere al modo de hacer penetrar el mensaje en el recepetor a través de una técnica. Da igual si uno es opaco o transparente, si su mensaje es simple o complejo. Lo importante es que ese mensaje tenga calado en el receptor.
Podríamos hacer una distinción entre tres tipos de receptores del mensaje: los inmediatos (o contemporáneos), los posteriores (mis hijos y nietos) y los inexistentes (los hijos de los hijos de mis nietos y sus amigos, y los hijos de los hijos de los hijos de los nietos de los hijos de los hijos de...).
Para llegar a los inmediatos, es evidente que hay que escoger una "música de moda" (vamos a centrarnos ya en el género musical) y un "género literario" de moda (o sea, no escoger un lenguaje del siglo de oro, con sus figuras retóricas y sus simbolismos).
Es lo que hoy se llama "comunicación viral", de virus, que se "pega" de uno a otro con mucha facilidad.
Otro factor de la ecuación es que el tipo compositor tenga interés en hacer canciones para los hijos de los hijos de los hijos, y que sepa o pueda hacerlo. Con algunos géneros musicales es más fácil. Con el pop o el rock. Con el jazz, por ejemplo, el blues, o la música clásica, es más difícil, porque ya casi nadie escucha esos géneros, aunque digan que sí.
El último factor de la ecuación consiste en que el tipo tenga "gracia". Es muy difícil ser bueno en todo y es aún más difícil que se reúnan varias personas, cada una buena en lo suyo, y que se pongan de acuerdo para concebir y llevar a término una obra maestra. En música, a mi juicio, es casi imposible encontrar una canción buena (globalmente, hablando) con una letra buena. O una letra buena con una canción buena. Lo normal, en general, es que la canción (la música, el ritmo, etc.) estén bastante bien (que para eso es música) y las letras sean muy flojas. O, al contrario, que las letras estén muy bien y la música dé ganas de vomitar. Es rarísimo encontrar ambas cualidades al mismo tiempo. Lo normal es que uno acabe apañándose con letras que están más o menos bien, mezcladas con música que está más o menos bien. Y son muy pocas y sonadas las excepciones, si tenemos en cuenta la cantidá de gente que hace música.
Además, socioculturamente cada género sitúa una canción en un entorno. Pero eso ya es más peliagudo. Para otro día.
Y también los elementos de juicio están pendientes de un hilo, porque antes la música era "de partitura" (no existían grabaciones, hasta hace poco) y ahora cualquier pelao puede hacer algo y broadcastearlo a golpe de teclado.
Y aún hay más factores: los señores que tienen una canción buena y una voz o una manera de cantar que da por culo. Contra eso no hay nada que hacer.
A lo mejor un día tengo un mensaje más concreto que transmitir.

Comentarios