La anarquía es la forma suprema de gobierno
La anarquía es la forma de gobierno consistente en la ausencia de todo poder, entendiendo como "poder" algo que se hace porque "se puede" (es decir, lo que hace e impone el que manda).
Como el ser humano es un ser social y los anarquistas no son idiotas, los anarquistas sí han de tener una forma de gobierno, un poder. Pero ha de ser un poder de común acuerdo, lo más real posible, dentro de las limitaciones de la propia realidad. Ser anarquista no significa que yo pueda robarle el coche al de al lado y aquí-no-pasa-nada, porque el de al lado puede venir y degollarme con todas la de la ley, como quien dice.
Tiene que haber unas normas comunes y nadie -una persona o grupo de amiguetes- debe tener el poder ni el derecho de modificarlas a su libre albedrío.
Por eso la anarquía es una utopía. La democracia, una bufonada. Y la monarquía... No se me ocurre nada peor que la palabra "monarquía".
La democracia suena muy mal porque dice que "el poder emana del pueblo". Eso del "pueblo" suena mal. Parece que hay algo o alguien que es "el pueblo", en contraposición a "lo que no es el pueblo" (en otras épocas, y también hoy, el antagonista del pueblo es el monarca, la religión, la jerarquía, en suma). Pero "el pueblo" no existe. El pueblo, y lo que no es el pueblo, somos todos los homo sapiens que nacemos en pelotas y atados a las entrañas de nuestra madre: los del pueblo, los de la corte, los de la ciudad, los sordomudos y los sodomitas. Todos.
La democracia es la corrupción del gobierno, inevitable y largamente demostrado. Lo de la monarquía no tiene nombre aunque, por fortuna, se circunscribe a un "título honorífico de corrupción suprema sustentada en el pueblo" en las sociedades más avanzadas (se les paga un sueldo y ellos sonríen a las cámaras, a cambio de que no hagan ni digan nada).
En este sentido, la anarquía sería la democracia más pura y deseable, en la que cada individuo tiene la posibilidad de opinar, y donde no se permite que una especie de "representante" campe a sus anchas esgrimiendo tu voto como salvaguarda, para al final hacer lo que le da la puta gana, atendiendo a intereses distintos de los tuyos.
La historia de la Anarquía, no obstante, es muy desalentadora, y publicitariamente queda asociada para siempre al desorden, la violencia y, en general, el caos más indeseable. Y, por otro lado, tiene su lado utópico, porque el ser humano no está acostumbrado a que no le mangoneen. Es triste, pero es así. Estamos acostumbrados a tener bancos que nos meten comisiones por hacer una transferencia (que es cambiar un número en una base de datos) y políticos que nos la meten por el recto cada día que se afeitan y salen de casa.
También es una lástima que no exista el Partido Anarquista Español (igual existe y estoy metiendo la gamba) y sin embargo tengamos como paladines a una panda de tardoadolescentes que pintan las paredes y queman contenedores como manera de hacer proselitismo activo. Aquí, en el barrio, hay unos que no sé si son anarquistas, pero lo parecen, los del Patio Maravillas.
Cuando uno piensa en estas cosas, de verdad le dan ganas de salir a la calle, pintarrajearlo todo, escupir a las autoridades, mearse en la puerta de todos los ministerios y descojonarse en la cara de los señores importantes con corbatas. Pero de ahí a quemar contenedores sin un fin concreto, manchar por manchar, llevar el pelo nosecómo o votar a IU con tal de no votar a los otros dos... Es lo que separa una ideología viable de otra inviable. En la Vieja Europa estamos tan extremadamente jerarquizados que no hay manera de sacarnos de ahí. Ríase vd. de la lucha de clases. Antes por lo menos las clases tenían nombre... Ahora han borrado las fronteras que separan a unas de otras, para que parezca que todos estamos igual y con las mismas posibilidades en la vida. Pero seguimos siendo "el pueblo" contra "los otros", los que de verdad tienen la sartén por el mango.
Algún día me gustaría tener la sartén por el mango, aunque sólo fuera para saber si cuando uno está en "el otro lado" sigue pensando lo mismo. Siempre he pensado que cuando uno estaba "en el otro lado" (fuera cual fuese, ahora no estoy hablando de política), tenía suficientes razones para actuar como "tiene que ser" o "como Dios manda". Por ejemplo, como cuando uno es padre. Primero pensé que no tenía ningún sentido que los padres se comportasen así (en mi fase de hijo). Ahora, como "padre joven", pienso que tengo que imponer unas normas mínimas y darle algo de caña a los hijos. Y también pienso que cuando sean los hijos más mayores —y tengan pensamientos distintos de ver dibujos animados a todas horas y similares—, podré ser capaz de mantener un diálogo como el que me hubiese gustado a mí tener con mis viejos.
Pensaba que me convertiría progresivamente en algo equivalente a mis viejos (con tintes de "opresor de hijos"), pero ahora deseo con todas mis fuerzas que eso no sea así. En mi casa se harán las cosas a mi manera, eso sí. Por eso es mi casa. Pero apoyaré a mis hijos cuando lo necesiten. Para eso los he traído al mundo. Que salen caros, joder, hay que invertir en ellos a saco. Objetivo indispensable: que se lo pasen bien. Prueba de ello es que me preocupa ser demasiado apoyante. Tengo la mala costumbre de apoyar a saco las cosas que me caen bien. A diferencia de la generación de mis viejos, que están más acostumbrados a ser ellos quienes manejan el cotarro, me preocupa la posibilidad de apoyar demasiado y quedarme yo con el culo al aire. La buena noticia es que ya tengo el culo al aire (jijijiji...). Así que, por ahora, son todos especulaciones.
Anarquía (supremacía del homo-sapiens ante sí mismo) y libertad, por encima de todo; respeto para el de al lado, que en eso consiste la libertad.
Como decía Elisée Reclus (1830-1905): "la anarquía es la más alta expresión del orden". ¿Y qué, sino orden, es el gobierno?
Como el ser humano es un ser social y los anarquistas no son idiotas, los anarquistas sí han de tener una forma de gobierno, un poder. Pero ha de ser un poder de común acuerdo, lo más real posible, dentro de las limitaciones de la propia realidad. Ser anarquista no significa que yo pueda robarle el coche al de al lado y aquí-no-pasa-nada, porque el de al lado puede venir y degollarme con todas la de la ley, como quien dice.
Tiene que haber unas normas comunes y nadie -una persona o grupo de amiguetes- debe tener el poder ni el derecho de modificarlas a su libre albedrío.
Por eso la anarquía es una utopía. La democracia, una bufonada. Y la monarquía... No se me ocurre nada peor que la palabra "monarquía".
La democracia suena muy mal porque dice que "el poder emana del pueblo". Eso del "pueblo" suena mal. Parece que hay algo o alguien que es "el pueblo", en contraposición a "lo que no es el pueblo" (en otras épocas, y también hoy, el antagonista del pueblo es el monarca, la religión, la jerarquía, en suma). Pero "el pueblo" no existe. El pueblo, y lo que no es el pueblo, somos todos los homo sapiens que nacemos en pelotas y atados a las entrañas de nuestra madre: los del pueblo, los de la corte, los de la ciudad, los sordomudos y los sodomitas. Todos.
La democracia es la corrupción del gobierno, inevitable y largamente demostrado. Lo de la monarquía no tiene nombre aunque, por fortuna, se circunscribe a un "título honorífico de corrupción suprema sustentada en el pueblo" en las sociedades más avanzadas (se les paga un sueldo y ellos sonríen a las cámaras, a cambio de que no hagan ni digan nada).
En este sentido, la anarquía sería la democracia más pura y deseable, en la que cada individuo tiene la posibilidad de opinar, y donde no se permite que una especie de "representante" campe a sus anchas esgrimiendo tu voto como salvaguarda, para al final hacer lo que le da la puta gana, atendiendo a intereses distintos de los tuyos.
La historia de la Anarquía, no obstante, es muy desalentadora, y publicitariamente queda asociada para siempre al desorden, la violencia y, en general, el caos más indeseable. Y, por otro lado, tiene su lado utópico, porque el ser humano no está acostumbrado a que no le mangoneen. Es triste, pero es así. Estamos acostumbrados a tener bancos que nos meten comisiones por hacer una transferencia (que es cambiar un número en una base de datos) y políticos que nos la meten por el recto cada día que se afeitan y salen de casa.
También es una lástima que no exista el Partido Anarquista Español (igual existe y estoy metiendo la gamba) y sin embargo tengamos como paladines a una panda de tardoadolescentes que pintan las paredes y queman contenedores como manera de hacer proselitismo activo. Aquí, en el barrio, hay unos que no sé si son anarquistas, pero lo parecen, los del Patio Maravillas.
Cuando uno piensa en estas cosas, de verdad le dan ganas de salir a la calle, pintarrajearlo todo, escupir a las autoridades, mearse en la puerta de todos los ministerios y descojonarse en la cara de los señores importantes con corbatas. Pero de ahí a quemar contenedores sin un fin concreto, manchar por manchar, llevar el pelo nosecómo o votar a IU con tal de no votar a los otros dos... Es lo que separa una ideología viable de otra inviable. En la Vieja Europa estamos tan extremadamente jerarquizados que no hay manera de sacarnos de ahí. Ríase vd. de la lucha de clases. Antes por lo menos las clases tenían nombre... Ahora han borrado las fronteras que separan a unas de otras, para que parezca que todos estamos igual y con las mismas posibilidades en la vida. Pero seguimos siendo "el pueblo" contra "los otros", los que de verdad tienen la sartén por el mango.
Algún día me gustaría tener la sartén por el mango, aunque sólo fuera para saber si cuando uno está en "el otro lado" sigue pensando lo mismo. Siempre he pensado que cuando uno estaba "en el otro lado" (fuera cual fuese, ahora no estoy hablando de política), tenía suficientes razones para actuar como "tiene que ser" o "como Dios manda". Por ejemplo, como cuando uno es padre. Primero pensé que no tenía ningún sentido que los padres se comportasen así (en mi fase de hijo). Ahora, como "padre joven", pienso que tengo que imponer unas normas mínimas y darle algo de caña a los hijos. Y también pienso que cuando sean los hijos más mayores —y tengan pensamientos distintos de ver dibujos animados a todas horas y similares—, podré ser capaz de mantener un diálogo como el que me hubiese gustado a mí tener con mis viejos.
Pensaba que me convertiría progresivamente en algo equivalente a mis viejos (con tintes de "opresor de hijos"), pero ahora deseo con todas mis fuerzas que eso no sea así. En mi casa se harán las cosas a mi manera, eso sí. Por eso es mi casa. Pero apoyaré a mis hijos cuando lo necesiten. Para eso los he traído al mundo. Que salen caros, joder, hay que invertir en ellos a saco. Objetivo indispensable: que se lo pasen bien. Prueba de ello es que me preocupa ser demasiado apoyante. Tengo la mala costumbre de apoyar a saco las cosas que me caen bien. A diferencia de la generación de mis viejos, que están más acostumbrados a ser ellos quienes manejan el cotarro, me preocupa la posibilidad de apoyar demasiado y quedarme yo con el culo al aire. La buena noticia es que ya tengo el culo al aire (jijijiji...). Así que, por ahora, son todos especulaciones.
Anarquía (supremacía del homo-sapiens ante sí mismo) y libertad, por encima de todo; respeto para el de al lado, que en eso consiste la libertad.
Como decía Elisée Reclus (1830-1905): "la anarquía es la más alta expresión del orden". ¿Y qué, sino orden, es el gobierno?
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