Varios

Esta tarde las aristas del mueble del salón han tenido a bien hundirse en el cráneo de mi hijo pequeñito, que primero se había pegado un resbalón y después se quejaba porque le chorreaba sangre por toda la cabeza. Nada del otro mundo. Genético. La mesilla del té de mi vieja ya había clavado sus aristas en mi cabeza hace cerca de treinta años. Puramente genético.
Yo no he ido al Centro de Salud. Me he quedado con el hijo mayor, que sufría un esporádico ataque de ansiedad relacionado con sangre manando a borbotones por todo el salón. Pero he sabido que en el Centro de Salud ("atención primaria") no se ponían de acuerdo. Querían despachar al hijo para el hospital, para que le cosieran allí. Por lo visto, la gente les denuncia si luego les queda marca (?). Mientras tanto, el niño andaba por Madrid con la cabeza abierta detrás de un vendaje casero, y no se decidían a "operar". El enfermero, joven, decía que lo hacía él. El médico (¡sí, había un médico!) decía que había que atarle las manos a la espalda al niño de tres años para poder hacerle la costura. El enfermero pensaba que bastaba con coser la herida, sin más, que no hacía falta lo de las manos.
Al final se han arriesgado a coserle y parece que ha salido bien la operación.
Luego, más tarde, les he recordado a los churumbeles que también le habían cosido la tripa al lobo (después de llenársela de piedras) de los 7 cabritillos. El pequeño se ha ido a dormir con el pleno convencimiento de que le habíamos ("nosotros") llenado la cabeza de piedras y luego le habíamos cosido, y de que él era el lobo. Quizá sea el día más feliz de su corta vida, porque es admirador incondicional de todos los monstruos, del pitufo-demonio, del lobo y demás (trancas enormes, bichos espeluznantes, etc.).
Mañana, nochebuena. Está todo listo: tenemos velas para la cena, paletilla grasienta y solomillo, verduras para relajar y birras a tutiplén. Me quedo con las ganas de pillar un año uno de esos "capones" que son tan regordentes y amarillos (y caros). Siempre había pensado que un capón era un pollo, pero está claro que no. El pollo debe de ser al capón lo que la ternera al buey.
La Navidad es caca de la vaca, pero está bien señalar alguna fecha para celebrar algo, aunque sea sólo seguir con vida; así te enteras de que sigues vivo.
También he estado hoy en el "fisio". La zona "escapular", fatal. Creo que he localizado en las ilustraciones que hay en la clínica el músculo que más me toca los cojones. Creo que es el "dorsal largo" (aunque bien podría ser el "espinoso dorsal"). Es uno que, si padeces de los típicos males de espalda que aquejan a los oficinistas y padres que practican el "levantamiento de hijo en frío", cuando te lo tocan te cagas en su puta madre. No obstante, antes de marcharme, y después de apoquinar, me han regalado con un paquete de cacao en polvo, cosa que ha hecho que casi se me saltasen las lágrimas, quizá porque ya iba dolorido de la parte de atrás. Bien recibido y agradecido. Incluso he sugerido que tendrían que subir el precio de las sesiones (tal y como está la vida, no entiendo cómo pueden seguir cobrando casi lo mismo que hace tropecientos años; bueno, lo entiendo en el sentido de que antes cobraban mucho y ahora lo justo y necesario; pero uno que sufra de la espalda, sabe que podría siempre pagar el doble o el triple si fuera necesario; aunque nunca decirlo en público, ¡cáspita!).
Tengo más anécdotas pintorescas, pero de índole "freak", en el día de hoy. Por ejemplo. he instalado y ejecutado un "packet sniffer" (las cosas esas de los hacker pesados). He chupado la lluvia. Me he quejado en alto cuando he visto que la grana de perejil está dando unos resultados harto inquietantes. Yo creía que el perez-gil crecía como la mala-yerba pero, por lo que sea, lleva cerca de dos meses en la maceta y apenas se parece a una mata de perez-gil. El yerbajo más alto medirá unos dos centímetros. Ya sé que es otoño-invierno, pero aun asi... Me están creciendo más los cipreses y los ginkgos (desde semilla). Tengo casi convencido al hijo pequeño de que mañana ha de depositar sus chupetes dentro del calcetín de papá-noel y que éste se los cambiará por regalos. Con el otro, el mayor, fue más fácil, porque le llegó el "destete" en verano y el entrañable tío (-abuelo) Jacinto le "destetó" en un decir "esta boca es mía". Visto y no visto. El pequeño es Dueño Del Mundo (como la novela de Jules Verne). Es extremadamente generoso, pero él es el Administrador y Albacea de todos los Bienes del Mundo. Si mañana cede sus chupetes (sólo usa chupete para dormir), será una cosa definitiva. Eso sí: a cambio tiene que amarrarse a su peluche, libro de pegatinas, pitufo-demonio, pitufo-hombre-lobo, etc. Yo creo que es pan comido. El hijo pequeño se ha enfrentado hoy, inconscientemente, a la estulticia social contemporánea (por lo visto, la peña denuncia al centro médico si al niño le queda cicatriz; con lo guays que son las cicatrices). Pero el mayor se ha enfrentado a sus miedos más profundos. Cuando ha visto los litros de sangre vertidos en el suelo, se ha enfrentado en directo con la Parca. Igual que en la canción del Higiénico. Pero como no la encuentro, voy a poner un tema de Debussy que va de lo mismo (aunque creo que él no lo sabía). Para los pesados, se trata del cuarteto de cuerda nº 1 en sol menor (op. 10), la primera parte. Para los otros, darle al "play" y escuchar:


Era cosa de sangre y, por tanto, muerte. El hijo mayor piensa que sangrar es prácticamente equivalente a morirse. Por algún motivo (seguramente relacionado con esta creencia), él nunca ha sufrido un accidente similar. Todos nos hemos partido la crisma de pequeños, pero él, por ahora, no. Decía que el hijo pequeño (su hermano) era muy pequeño (para esa atrocidad, se supone). Una vez que tenía una heridita en el dedo nos costó días convencerle de que no se iba a morir desangrado. Le conté lo de las plaquetas, pero no le convencía, porque él no veía las plaquetas por ninguna parte, así que se quedó la cosa en suspenso hasta que, a base de tiempo, le desapareció la herida. Pero para aquel entonces, ya se le habia pasado la "sensación de muerte inminente", así que la cosa (lo de que el sangrado no va necesariamente asociado a la muerte) se quedó en suspenso.

Así que la cosa está así: coser una cabeza es algo indeseable en grado sumo, excepto si sirve para salvar la vida; en ese caso se puede coser, en detrimento de poner una tirita bien grande. Los adultos de la familia tenemos tendencia a la hipocondría. El hijo mayor, por ahora, no distingue entre enfermedad, herida, lesión, sangre y muerte. La sangre es equivalente a muerte, sin más ni más, salvo en el caso de que la herida que provoca el sangrado sea de un tamaño menor a un milímetro.
Ahora se le va a caer un diente, el primer diente. Él pensaba que le iba a doler horrores (sensación cercana a la muerte), pero ahora ha visto que no, que es poca cosa. Le hace más ilusión que otra cosa. Se le juntan las vacaciones de navidad con el papá noel, los regalos, los grandes acontecimientos familiares (para un niño pequeño es cosa fina tener a todos juntos en la misma habitación), el ratoncito pérez, los polvorones, etc.
Así que el asunto de la casi-muerte de su hermano será un pequeño borrón difuminado y anecdótico en este último 20% de su vida.
Los adultos, aunque impresionados en cierta medida por la notoriedad de la sangre sobre la tarima flotante y la relativa competencia costurera del avatar sanitario, nos iremos a dormir tranquilamente, previo pedo+meada junto a la taza del WC.
Lo importante es que el solomillo esté tostado por fuera y crudo por dentro, punto de sal. La paletilla ibérica soltando grasa desde las siete de la tarde. El ajo bien picado para la salsa de las almejas. Y los polvorones esperando su turno en la bandeja. Mañana, pese a quien pese, habrá nochebuena, charlota para los postres y tránsito intestinal a tutiplén.
Y que viva España.

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