Ciegos
Hoy salía una mujer que hace un programa en Cuatro haciendo de "ciega durante 21 días" (o sea, que se ponía unos esparadrapos en los ojos durante ese tiempo para simular ser ciega). Ahora viene la comparación (la ceguera es muy socorrida para hacer comparaciones): me he imaginado, y de hecho no me ha costado mucho trabajo, ser "ciego social". Algo debe cocerse en el mundo, en general, cuando hay gente que traiciona y miente como un niño de cuatro años porque hay quien se lo permite, que dice frases de esas de "vd. no sabe quién soy yo" o "vd. quién se ha creído que es". Eso denota que hay personas que saben muy bien cuál es su lugar en el mundo, en la vida. Hay "clases". Las hay. Los que, por lo visto, saben de qué va la vaina; y el resto, que vamos haciendo lo que imponen las circunstancias, en el mejor de los casos, con un espíritu más o menos emprendedor, inconformista o puramente pasivo, pero siempre desde "el otro lado". Es muy bonito. Aquí cada uno se monta su chiringuito (léase "cielo o infierno en vida"), o lo intenta. Los momentos de pensar para adentro quedan huecos, a veces, por pereza o por imposibilidad de rellenar: ni dios ni patria ni religión. Los diosecillos son los de siempre: la pasta y los otros diosecillos. La patria, la chica: la familia, el anti-sgae y el anís del Mono. Y la religión está que trina (el que mucho abarca, poco aprieta). Al final se rellena a golpe de internet, falsos deportes, cinefilia... En el mejor de los casos. Si no, yogurt y a dormir, que hay que tener los impuestos al día.
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