Baroja
Siempre me ha gustado Baroja, pero es algo que sabe a añejo y no siempre puede uno andarse con añejos. Me acabo de terminar el primer tomo del Silvestre Paradox y no puedo parar de descojonarme hasta el punto de hacerme temblar un pulmón.
En primer lugar, una tía del Silvestre niño que, según el narrador, es "más seca que la yesca". En segundo lugar, otra vieja (relato del propio Silvestre) con dinero cuya máxima preocupación era que su gata tuviese cachorros con su mismo pelaje (invariablemente, al nacer los cachorros sin pelaje o con un pelaje ambiguo, los hacía matar). Lo gracioso es que la vieja hablaba a los criados en presente del subjuntivo... Por ejemplo, decía: "Echéis eso a la alcantarilla" (refiriéndose a los gatitos recién nacidos). En tercer y último lugar, se me ha olvidado. En cualquier caso, da igual. Hay seis o siete cosas que son para desternillarse.
Literariamente, yo ya no sé qué es bueno y qué no, siempre y cuando esté bien escrito y llame la atención del lector, que es lo único importante... Sólo sé que esto está muy bien escrito y llama la atención del lector en gran medida. Lectura obligada para mucha gente, obligatoria para gente de las grandes ciudades, muy obligatoria para madrileños y de recibo para madrileños que vivan en la zona centro, a quienes les hará gracia recorrer con Baroja su barrio de hace ya más de cien años (anda la cosa por Chamberí, Malasaña, Atocha, el Paseo de Extremadura, etc.).
¡Ah! Ya me he acordado. La tercera cosa más desternillante que las demás es cuando Silvestre se pone de profesor de francés (y otras minucias) de una familia "bien" de Argüelles (viven en Princesa). Le da clases a un "niño" de 14 años y a su hermana. El "niño" es tan apocado y bobalicón que se pone a llorar a causa del esfuerzo de aprender la tabla de multiplicar. Silvestre recomienda a la familia que saquen al "niño" a pasear por la Moncloa (en la época, muy similar a El Pardo de la actualidad), para vigorizarle, pero dice que no hay manera. Ahora me veo a los niños de 14 con sus móviles, pero de igual manera me los veo lloriqueando cuando algo les agobia, especialmente si pueden conseguir algo con sus pucheritos...
Un 10 también, como siempre, para sus nombres propios, con especial mención a aquellos de primer y segundo apellido de gentes aparentemente "no vulgares", como administradores de fincas, abogados o variopintos adinerados.
Me voy a buscar el segundo tomo cuanto antes.
En primer lugar, una tía del Silvestre niño que, según el narrador, es "más seca que la yesca". En segundo lugar, otra vieja (relato del propio Silvestre) con dinero cuya máxima preocupación era que su gata tuviese cachorros con su mismo pelaje (invariablemente, al nacer los cachorros sin pelaje o con un pelaje ambiguo, los hacía matar). Lo gracioso es que la vieja hablaba a los criados en presente del subjuntivo... Por ejemplo, decía: "Echéis eso a la alcantarilla" (refiriéndose a los gatitos recién nacidos). En tercer y último lugar, se me ha olvidado. En cualquier caso, da igual. Hay seis o siete cosas que son para desternillarse.
Literariamente, yo ya no sé qué es bueno y qué no, siempre y cuando esté bien escrito y llame la atención del lector, que es lo único importante... Sólo sé que esto está muy bien escrito y llama la atención del lector en gran medida. Lectura obligada para mucha gente, obligatoria para gente de las grandes ciudades, muy obligatoria para madrileños y de recibo para madrileños que vivan en la zona centro, a quienes les hará gracia recorrer con Baroja su barrio de hace ya más de cien años (anda la cosa por Chamberí, Malasaña, Atocha, el Paseo de Extremadura, etc.).
¡Ah! Ya me he acordado. La tercera cosa más desternillante que las demás es cuando Silvestre se pone de profesor de francés (y otras minucias) de una familia "bien" de Argüelles (viven en Princesa). Le da clases a un "niño" de 14 años y a su hermana. El "niño" es tan apocado y bobalicón que se pone a llorar a causa del esfuerzo de aprender la tabla de multiplicar. Silvestre recomienda a la familia que saquen al "niño" a pasear por la Moncloa (en la época, muy similar a El Pardo de la actualidad), para vigorizarle, pero dice que no hay manera. Ahora me veo a los niños de 14 con sus móviles, pero de igual manera me los veo lloriqueando cuando algo les agobia, especialmente si pueden conseguir algo con sus pucheritos...
Un 10 también, como siempre, para sus nombres propios, con especial mención a aquellos de primer y segundo apellido de gentes aparentemente "no vulgares", como administradores de fincas, abogados o variopintos adinerados.
Me voy a buscar el segundo tomo cuanto antes.
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