Área de uno
Hace relativamente poco había un anuncio que ilustraba (con más o menos acierto) el "área de uno", que es un área invisible que hay alrededor de uno y que nadie debe traspasar, excepto que uno lo consienta o que el otro esté violando deliberadamente. Quizá haya un par de situaciones en las que ese área se elimina (el transporte público madrileño en hora punta, por ejemplo). Pero fuera de ahí, y especialmente en lugares amplios, ese área invisible tiene un brillo cegador y electrizante. Por ejemplo, en metro Usera, un domingo a las ocho de la mañana, con la estación vacía... Si me acerco a menos de cuatro metros de una señora vieja, un pibón despampanante o un obrero de la construcción oriundo de Guipúzcoa es para:
a) Robarle.
b) Violarle.
c) Asesinarle.
d) Nada, ha sido casualidad (?).
Es normal que la persona a la que me acerco empiece a sudar frío, me mire de reojo, etc. Las probabilidades de que atraque, viole o asesine a esa persona son demoledoras... El pibón tendría que estar más sudoroso, el obrero puede estar o bien algo sudoroso o bien deseando que me acerque para estrujarme el cuello, dependiendo de lo que haya desayunado. La vieja puede estar algo nerviosa, pero sin fundamento. Excepto si es una vieja negra y yo soy un skin-head o si es una vieja cañón de pechos exuberantes y estoy recién salido de la cárcel o si es ciega y lleva un bolsón lleno de diamantes de tropecientos kilates.
Hasta en el presidio más miserable dispone uno de una celda y un plato de sopa, una cama y un sitio para cagar. Un espacio suyo que nadie puede negarle.
Si (eres hombre y) una mujer que te sonríe con la mirada pone su cara a veinte centímetros de ti, es porque te va a dar un cacho de morreo, o bien a meterte un cuchillo cebollero por la garganta y después beberse tu sangre (sin que tú lo sepas).
Si hace lo mismo un maromo cejijunto de dos metros de altura a cuya madre acabas de robar el bolso, lo mismo de antes (con más probabilidades de que sea lo segundo).
Los espacios vitales varían mucho según las circunstancias. Por lo general, uno necesita que haya silencio en muchos metros a la redonda (o estar lo más insonorizado posible, en su defecto, a través de muros y ventanas) cuando quiere dormir. Cuando uno entra en el baño, su espacio vital llena la habitación. Su olor, si caga, es una barrera casi infranqueable. Si es una simple ducha, muy pocas personas pueden penetrar en el área: tu amante, tu hijo de cuatro años, tu gato o tu asistente de ayuda a domicilio, para sujetarte la bolsa de la orina.
Hoy, aquí, en el pueblo, he divisado por la ventana a un maromo que hacía "cosas raras" (para mí que estaba simulando que hablaba por el móvil) a la puerta de mi casa, junto a mi coche, junto a mi valla, y no he podido hacer otra cosa que mirarle fijamente y después abandonarlo todo para bajar a "hacer la ronda". El tipo ya se había largado. Yo he husmeado un poco por el jardín. He echado un ojo al coche por encima, me he hecho el chuleta musculoso (por si alguien me miraba refugiado en la oscuridad), etc. Quizá sea éste mi "área de uno" más grande de todos. Desde la galería hasta la puerta son quince metros. Dicho así, en seco, parece mucho, pero es una mierda. Si tiro un escupitajo en un día de viento, llego de sobra a la valla. Y hoy me he sorprendido como los "señores de los pueblos", con esa actitud desafiante y superprotectora. Si hubiese tenido una escopeta recortada, la hubiese bajado conmigo.
Hay un dicho famoso que dice que "no se puede poner puertas al campo". Y sí se puede, pero no se hace porque es caro y absurdo. Y porque para el mirón experimentado existen vallas invisibles a uno y otro lado, por todas partes... Es como cuando te metes en la página del SIGPAC y activas las capas de parcelas, olivos, etc. Lo que era invisible se hace patente. Los vecinos lo saben, y también los vecinos de los vecinos. Tú no puedes ir al "campo" y cavar un agujero o plantar una estaca, porque ese "campo" siempre es de alguien.
Con vallas o sin vallas, con perros o sin perros, todo está ya cogido. Es mejor no saberlo.
a) Robarle.
b) Violarle.
c) Asesinarle.
d) Nada, ha sido casualidad (?).
Es normal que la persona a la que me acerco empiece a sudar frío, me mire de reojo, etc. Las probabilidades de que atraque, viole o asesine a esa persona son demoledoras... El pibón tendría que estar más sudoroso, el obrero puede estar o bien algo sudoroso o bien deseando que me acerque para estrujarme el cuello, dependiendo de lo que haya desayunado. La vieja puede estar algo nerviosa, pero sin fundamento. Excepto si es una vieja negra y yo soy un skin-head o si es una vieja cañón de pechos exuberantes y estoy recién salido de la cárcel o si es ciega y lleva un bolsón lleno de diamantes de tropecientos kilates.
Hasta en el presidio más miserable dispone uno de una celda y un plato de sopa, una cama y un sitio para cagar. Un espacio suyo que nadie puede negarle.
Si (eres hombre y) una mujer que te sonríe con la mirada pone su cara a veinte centímetros de ti, es porque te va a dar un cacho de morreo, o bien a meterte un cuchillo cebollero por la garganta y después beberse tu sangre (sin que tú lo sepas).
Si hace lo mismo un maromo cejijunto de dos metros de altura a cuya madre acabas de robar el bolso, lo mismo de antes (con más probabilidades de que sea lo segundo).
Los espacios vitales varían mucho según las circunstancias. Por lo general, uno necesita que haya silencio en muchos metros a la redonda (o estar lo más insonorizado posible, en su defecto, a través de muros y ventanas) cuando quiere dormir. Cuando uno entra en el baño, su espacio vital llena la habitación. Su olor, si caga, es una barrera casi infranqueable. Si es una simple ducha, muy pocas personas pueden penetrar en el área: tu amante, tu hijo de cuatro años, tu gato o tu asistente de ayuda a domicilio, para sujetarte la bolsa de la orina.
Hoy, aquí, en el pueblo, he divisado por la ventana a un maromo que hacía "cosas raras" (para mí que estaba simulando que hablaba por el móvil) a la puerta de mi casa, junto a mi coche, junto a mi valla, y no he podido hacer otra cosa que mirarle fijamente y después abandonarlo todo para bajar a "hacer la ronda". El tipo ya se había largado. Yo he husmeado un poco por el jardín. He echado un ojo al coche por encima, me he hecho el chuleta musculoso (por si alguien me miraba refugiado en la oscuridad), etc. Quizá sea éste mi "área de uno" más grande de todos. Desde la galería hasta la puerta son quince metros. Dicho así, en seco, parece mucho, pero es una mierda. Si tiro un escupitajo en un día de viento, llego de sobra a la valla. Y hoy me he sorprendido como los "señores de los pueblos", con esa actitud desafiante y superprotectora. Si hubiese tenido una escopeta recortada, la hubiese bajado conmigo.
Hay un dicho famoso que dice que "no se puede poner puertas al campo". Y sí se puede, pero no se hace porque es caro y absurdo. Y porque para el mirón experimentado existen vallas invisibles a uno y otro lado, por todas partes... Es como cuando te metes en la página del SIGPAC y activas las capas de parcelas, olivos, etc. Lo que era invisible se hace patente. Los vecinos lo saben, y también los vecinos de los vecinos. Tú no puedes ir al "campo" y cavar un agujero o plantar una estaca, porque ese "campo" siempre es de alguien.
Con vallas o sin vallas, con perros o sin perros, todo está ya cogido. Es mejor no saberlo.
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