Pocoyó y Kant

Cuando era pequeñito y me explicaban lo que decía Kant, y pensando sobre el asunto de la demonización de la autonomía del niño (por el asunto del Defensor del Menor que pone a parir a Pocoyó, Little Einsteins y todos sus amigos, vid. último post), y también haciendo un repaso mental por mi infancia, he llegado a la conclusión de que todos somos kantianos y pocoyianos, al menos en la infancia.
A cada uno se le quedaron grabadas ciertas cosas, de manera selectiva, según su personalidad. Es muy habitual que uno comente experiencias pasadas compartidas con amigos, por ejemplo, y que los otros no recuerden absolutamente nada de lo que les estás contando, o que lo recuerden de manera completamente distinta, coincidiendo tan sólo en los detalles centrales que hacen reconocible el suceso.
Eso significa que, al menos durante la infancia, uno tiene en cuenta los sucesos sólo en la medida en que le afectan. Hay gente que conserva esa característica durante mucho tiempo, incluso para siempre, en mayor o menor medida.
Mi hijo mayor, por ejemplo, es todo orejas cuando se habla de algo que le interesa. Cuando no, aunque se esté hablando de un incendio que va a segar nuestras vidas en los próximos diez minutos, para él no existe. Quizá le quede algún recuerdo vago en un futuro ("mi infancia fue algo sombría, creo que todos los días había un incendio que amenazaba nuestra integridad física"). Pero no es algo que vaya a recordar con pelos y señales. Formará parte de la nebulosa de su pasado.
Pocoyó es exactamente eso. Un niño que vive en un mundo aparte, con sus alegrías y sus problemas. Que percibe el mundo adulto como una amenaza para él (eso dice el Defensor del Menor, aunque yo me he chupado muchos capítulos y no recuerdo ese detalle, estaré más espabilado en la próxima reposición). ES NORMAL que el niño perciba el mundo adulto como una amenaza, porque de hecho LO ES. Hay muchas reglas que puede entender un niño. Pero hay otras que no. Por muy pedagogilipollas que nos pongamos, hay muchas ocasiones en que tenemos que decir al niño frases similares al clásico "porque lo digo yo". Los padres somos su todo pero también su nada. Si nos ponemos firmes, aquí no se mueve ni un músculo. No hay película ni chucherías ni nada. Castigado todo el mundo hasta que las ranas críen pelos. Y nosotros somos los más amistosos. Los segundos más amistosos son la familia cercana. Pero, por más cercana que sea, no son de fiar para un niño. Lo mismo que ahora están, luego no están. Los primos o el tío o la abuela o quien sea... De entrada, bien. Pero tócale los cojones y a ver cómo reacciona. Se convierte en un desconocido a bote pronto, y su casa en un entorno hostil. Y así podríamos seguir... El adulto es una amenaza real para el niño. Pocoyó es un relato de laboratorio. Para mi gusto, se deja comer por la estética y por la psicopedagogía. Le faltan los guiones, la frescura y el surrealismo... El atractivo, en una palabra, que tienen otros personajes del universo infantil de todas las épocas (de todas las épocas que han chupado del biberón audiovisual, se entiende), como Pipi Calzaslargas, Heidi, Shin Chan... Las series podrán gustarte más o menos. Pero como personajes, hay que reconocer que unos tienen una personalidad más marcada y atractiva que otros. Y los "buenos" suelen salir de novelas, cuentos o tebeos para niños. Desconozco los orígenes de Pocoyó o de Little Einsteins (por hablar de las series en cuestión), pero apestan a laboratorio. Estas series pertenecen a la categoría de "conciliadores", porque intentan conciliar el currículo elaborado por oligofrénicos con el mundo real, a través de psicólogos, pedagogos y gentecilla por el estilo. A mi juicio, es la categoría más rentable de todas, porque tiene un pase oficial (aunque el presidente del gobierno no se haga fotos contigo) y es carne de cañón para padres y merchandising del Corte Inglés.

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