La cola de los auriculares

La cola de los auriculares pendía sobre mi cabeza y eso siempre es una señal lasciva e imperativa para mí. Hay que enchufarlos, pinchar la música y abrir un tema en el blog. Hoy, de sorpresa. Aún no sé para qué me he sentado aquí...
Últimamente parece que cada día es un examen. La economía, mal —no por la "crisis"—, y eso siempre impregna todo lo demás con tensiones extraordinarias. La salud, mosqueante, absurda. El amor, temblequeando dentro de la caja, que parece que se va a salir a chorretones. El futuro, más incierto que nunca. Endorfinas a saco. Y adrenalina.
En los negocios y en muchas religiones (como negocio que es salvaguardar el alma) es costumbre pararse de vez en cuando para ver cómo va la cosa: ingresos, gastos, inventario... Pues eso. Pero a diario, puede que más de una vez, y "en serio". Y con personas a tu cargo.
Sé que es un tópico, pero "cualquier tiempo pasado fue mejor". El año pasado me regalaron unas pantuflas y ahora mismo están destrozadas, literalmente. Las sujeto con un cacho de celo ancho enrollado alrededor del pie (de las pantuflas). Sujeto la suela al resto de la pantufla, porque si no se va. Debería haberme pillado unas nuevas hace un tiempo, pero me da pereza y, al mismo tiempo, me resistía a creer que hubiesen durado tan poco.
El pantalón de pijama que llevo está en una situación parecida... Llevo un par de meses enseñando las rodillas a través de los agujeros. Están desgastados por varios sitios... Ni siquiera merecen ser llamados "pantalones harapientos y andrajosos", porque no llegan ni rozan la calidad de un harapo.
Bien es cierto que "el pijama" es mi ropa de dormir, de estar en casa y también la ropa que uso en mi trabajo... Pero los pantalones tienen doce años, a lo poco... Y las pantuflas recién cantaron su primer cumpleaños.
Tengo problemas serios con los pantalones de pijama. Me gusta llevar pantalones de pijama (es incómodo andar por casa con los vaqueros) y camiseta por arriba. Pero no venden sueltos los pantalones. Hay que comprar el pijama entero. Y no me gustan las partes de arriba de los pijamas para andar por casa. Además, es muy difícil dar con el pantalón de pijama ideal. Muchas veces son demasiado "gordos". Engorrosos, calurosos. Y, en el otro extremo, están los pijamas excesivamente "finos". O de verano o de invierno. Pocas veces existe un término medio. Lo mejor que hay es el esquijama de piel de melocotón, que ni da frío ni da calor, como perro de pelo corto. Pero la parte de arriba te la comes con patatas... Tengo que ir al Corte Inglés, a ver cómo está el tema de los pijamas (en las tiendas de barrio, en lo que toca a pantalones, está casi igual que hace treinta años, excepto porque han quitado de una vez por todas los "pirineos", los "roquis" y las "bermudas").
La moda es la moda. Ahora está volviendo el "retro" (de los 80) y ahora nos re-gusta lo que nos gustaba en los 80 y nos lleva escandalizando desde mediados de los noventa. El azul eléctrico y los relojes Casio con calculadora, las zapatillas Victoria... (es que han puesto una tienda en mi barrio con esos artículos, los venden como "retro que vuelve"). Volverán también las Nike Air y las Avia de principios de los noventa y todo volverá y regresará hasta que el retro sea el retrofriteado y asín sucesivamente hasta el retrofritroretrofiteado.
El otro día sonaba en el garito del frutero rockero el "no se vende el rock and roll" de Leño (¿del corre-corre?). Están volviendo los ochenta, no durarán mucho. Pero a Leño hay que volver de cuando en cuando, porque son nuestras raíces. Y después de estar tanto rato en el limbo del ¿y qué pongo ahora? (lichis, seguridad social, extremoduro????) ¡Catapún! Leño al canto. Eso se alterna con los el Wonderboy de los Kinks y el Baba O’Riley de los Who y ya tiras una década más. Macarra, diseño y serio (no es la misma época, pero hay cosas que lo mismo valen para un roto que para un descosido).
Músicos versus instrumentistas. A Eric Clapton le adjudico una canción que ni siquiera me gusta mucho: "Tears in heaven". La canción es el "todo", la música, los arreglos, los solos, el pibe que canta... Y le adjudico muchas otras que no son suyas, pero suya es la mejor interpretación, los mejores punteos, los mejores arreglos. Pero el tema es de otro. Ser un buen instrumentista es tan importante como ser un buen músico. No sé cómo tocaría Mozart el violín, pero seguro que los ha habido muchísimo mejores, igual que pocos ha habido mejores que Mozart en lo que a él le correspondía (en lo que a nosotros toca), que era manchurrear los pentagramas para que los que veníamos detrás supiésemos lo que había que hacer cuando quisiésemos darle caña a los instrumentos.
Salir o no en los libros de historia, manchurrear o no los pentagramas, es irrelevante, porque al final uno la palma y a tomar por culo todo. Cuando estás muerto, no sabes si eras bueno tocando el piano o sacándote los mocos. Te da igual. Sólo estás muerto. Todo el rato. Puede parecer que Lorca está menos muerto y más sufriente que Mozart, más alerta, y que Mozart está más "al loro" que Pilatos. Pero no. Están todos igual de atentos a lo que sucede. Nada de nada.
También es cierto que, por lo general, uno se preocupa por estar o no muerto o por querer legar su nombre y apellidos a la historia, con independencia de que el sujeto entienda que eso es o no importante. Es más una cuestión de gustos. Si a uno le gusta bailar twist y es la boda de su prima y ponen un twist, querrá bailar twist, aunque le hayan dicho que queda feo grabado en vídeo para la posteridad.

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