Jugar y morir

Sucede con los videojuegos que uno se acostumbra malamente. Y con los ordenadores, en general. Cuando la cagas, en la vida real, tu primer impulso puede ser darle al "deshacer" (ctrl+z o, en mi caso, cmd+z). En los videojuegos pasa parecido. Puedes "guardar" e intentar mil veces vencer al monstruo invencible que se guarece al pie de la torre sin conseguirlo, para volver a intentarlo después.
Eso, algunas veces, se puede trasladar con éxito a la vida cotidiana. La obstinación, la perseverancia, el esfuerzo, la tozudez... A veces dan resultados. Pero no con la vida y la muerte.
Muchas veces he pensado en matar. He pensado que matar no es tan fácil como parece. En las pelis basta con que te peguen un tiro. Pero estoy seguro de que en la vida real es más difícil. De hecho, cuando salen asesinatos por televisión, siempre hablan de que el asesino asestó nosecuántas "puñaladas" o realizó "varios disparos". Tan sólo la gente entrenada o que mata a sangre fría puede ser más certera. Tienen tiempo o temple para disparar en el sitio preciso. Y aun así muchas veces hacen un disparo "de remate", como en los fusilamientos militares, el tiro de gracia, como cuando un señor gordo se acerca al toro y le da la "puntilla" a la altura del bulbo raquídeo, aunque tenga roto el corazón y se desangre por los cuatro costados.
Y también he pensado en morir. Morir no es tan fácil ahora como antes pero, en cualquier caso, no es algo que dependa de uno. En esta partida no hay vuelta atrás después del Game Over. Da igual que te apuñalen o que te pesque un resfriado aviar. Eso es casi lo de menos. O un cáncer galopante.
Pero en la vida, igual que en los juegos, hay que darlo todo, luchar hasta el fin, derramar voluntariamente hasta la última gota de sangre en el campo de batalla, sea cual sea, con la firme convicción de que al final del todo, cuando se ponga la pantalla en negro, no aparecerán ni el Game Over ni el Load Game Again. Porque es lo único que nos queda.

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