El tiempo y la memoria
Dice el Higiénico (ahora que estamos en una especie de monográfico): "molaría poder recuperar toda nuestra memoria... igual esta ahí almacenada en el cerebro y no lo sabemos...".
Sherlock Holmes, en su primera aparición pública (Un estudio en escarlata), afirma no saber que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Watson se lo explica y él replica que hará todo lo posible por olvidarlo. Según él la mente (cerebro, memoria) puede albergar un número determinado de conocimientos. Cualquier cosa que entra en ese "desván" puede irse después o quedarse. Si se queda, otro trasto viejo del desván tiene que salir para hacerle sitio.
Seguramente hay señores muy listos que ya han etiquetado todo lo que me viene a la lengua.
Me viene, por ejemplo, que las cosas que mejor se recuerdan son las que se recuerdan con frecuencia (las que se "practican"), como el PIN de la tarjeta de crédito o el móvil, el número de teléfono de la novia... Hay cosas muy difíciles de recordar que se recuerdan. Son difíciles porque son absurdas, como el número de cuenta bancaria. Es un número de veinte cifras que, por lo general, no es útil recordar. Y uno las recuerda (yo me las sé). Me gustan los algoritmos. El porqué de los algoritmos. Quizá eso me haya ayudado a recordar mi número de cuenta.
Es muy fácil: los cuatro primeros dígitos son el código del banco. El señor que pensó el algoritmo reservó espacio para 9999 bancos, que ya está bien. Comparto banco con mucha gente que conozco, así que escucho y leo con cierta frecuencia esas cuatro cifras. Los siguientes cuatro dígitos son los identificadores de la oficina o "sucursal". El tipo que ideó el algoritmo pensó que nunca habría más de 9999 oficinas del mismo banco. En mi caso, es un número relativamente sencillo.
Los siguientes dos números son muy importantes: el dígito de control. En realidad, es el único algoritmo que hay en el número de cuenta. Es una computación muy sencilla: si 2 + 2 suman 4, entonces el dígito de control es 6. Digo que estos dos dígitos son importantes porque el dígito de control es el que asegura que uno no se ha equivocado al teclear los 20 números. Si uno se ha equivocado al escribir el número de cuenta (en algún sitio), el dígito de control dará error. Ahora está de moda no exigir esos dos numerillos cuando, por ejemplo, haces una transferencia. Si al ordenar una transferencia te equivocas de número de cuenta, pueden pasar tres cosas:
1. El dinero sale de tu cuenta y no llega a ninguna cuenta, porque no existe. El dinero se lo queda tu banco.
2. El dinero sale de tu cuenta y va a parar a otro banco. Si el número de cuenta no existe, el dinero se lo queda el otro banco.
3. El dinero sale de tu cuenta y va a parar a la cuenta equivocada. Se lo queda un señor a quien no conoces.
En cualquiera de los tres casos puedes pedir que te devuelvan tu dinero, ya que los tres destinatarios últimos pueden reconocer que el dinero no iba dirigido a ellos. Pero ya hay que andar con llamadas de teléfono, enviando cartas, faxes, etc. Por 10 millones, se hace. Si son 100 pavos para comprar unas cortinas, es mejor olvidarse. Y eso nunca hubiese pasado si uno hubiera introducido el dígito de control en primer lugar.
En ese sentido, ya puestos, merece la pena recordar esos dos numeritos.
Por último, el número de cuenta, 10 números de corrido. Eso puede resultar más complicado. Pero si tu número es "fácil" o simplemente por el uso... Tampoco es tan difícil recordarlo.
Otra cosa que se me ocurre es que existen recuerdos muy atenuados. A veces uno escucha un sonido o percibe un olor... Y se acuerda de algo que pasó, o simplemente de una sensación sucedida hace veinte años: el ruido de niños jugando en la piscina o de un río bajo un sol cegador te puede transportar hasta tu infancia... Una canción te lleva hasta una noche mágica donde no sabes qué pasó, pero sabes que ha sido la mejor de tu vida porque sientes escalofríos y ganas de ponerte una copa. Un leve olor al que no pones nombre pero que reconoces perfectamente y que puede ser algo que comiste hace cuarenta años, o algo que oliste cuando estuviste en los Alpes en el ’93. Son recuerdos muy primarios, de los sentidos.
También hay falsos recuerdos, como cuando a uno le han contado mil veces que cuando tenía 6 años se cayó de un muro y tuvieron que darle puntos, y uno guarda falsas imágenes en su cabeza de aquellos hechos, las imágenes que otros guardan mezcladas con las sensaciones y la imagen que uno tiene de sí mismo con 6 años. Uno puede guardar una foto muy precisa, saber qué camiseta y calcetines llevaba, si tenía el pelo corto o si llevaba un polo de naranja en la mano.
Y, por supuesto, recuerdos distorsionados, especialmente cuando el recuerdo es compartido con otras personas.
Otra cosa que se me ocurre es que los recuerdos se borran con el tiempo. Es tan obvio que no merece la pena ni comentarlo.
La máquina de los recuerdos que quiere conseguir el sr. Higiénico, por tanto, no puede existir. Y el sr. Holmes tampoco tiene que esforzarse por olvidar datos que para él no suponen nada. Si el hecho de que la Tierra sea redonda y dé vueltas alrededor del Sol le parece un hecho curioso, seguramente lo guardará para sí. Si no le importa lo más mínimo, igual que a mí el número de Copas de Europa que tiene el Real Madrid, con suerte guardará un leve recuerdo (¿Fueron 6 copas? ¿7? ¿8?) y finalmente nada...
No hay que preocuparse. Para suplir los defectos de la memoria hay muchas posibilidades: escribir, ponerse el despertador a piñón fijo, Internet y los discos duros, atarse un lacito en la punta del pene, gastarse el dinero de los paisanos en edificios colosales...
"fumar provoca cáncer mortal de pulmón", dice en mi paquete de Ducados. Y a mí que se me había olvidado... Y se me había olvidado también leer los cartelitos que ayudan a no olvidar. Qué mala suerte. Es difícil a veces recordar que uno tiene que recordar cosas. Eso debe de ser para los que son listos listísimos y tienen el deber de ayudar a la gente a recordar que debe recordar. Qué lío.
Sherlock Holmes, en su primera aparición pública (Un estudio en escarlata), afirma no saber que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Watson se lo explica y él replica que hará todo lo posible por olvidarlo. Según él la mente (cerebro, memoria) puede albergar un número determinado de conocimientos. Cualquier cosa que entra en ese "desván" puede irse después o quedarse. Si se queda, otro trasto viejo del desván tiene que salir para hacerle sitio.
Seguramente hay señores muy listos que ya han etiquetado todo lo que me viene a la lengua.
Me viene, por ejemplo, que las cosas que mejor se recuerdan son las que se recuerdan con frecuencia (las que se "practican"), como el PIN de la tarjeta de crédito o el móvil, el número de teléfono de la novia... Hay cosas muy difíciles de recordar que se recuerdan. Son difíciles porque son absurdas, como el número de cuenta bancaria. Es un número de veinte cifras que, por lo general, no es útil recordar. Y uno las recuerda (yo me las sé). Me gustan los algoritmos. El porqué de los algoritmos. Quizá eso me haya ayudado a recordar mi número de cuenta.
Es muy fácil: los cuatro primeros dígitos son el código del banco. El señor que pensó el algoritmo reservó espacio para 9999 bancos, que ya está bien. Comparto banco con mucha gente que conozco, así que escucho y leo con cierta frecuencia esas cuatro cifras. Los siguientes cuatro dígitos son los identificadores de la oficina o "sucursal". El tipo que ideó el algoritmo pensó que nunca habría más de 9999 oficinas del mismo banco. En mi caso, es un número relativamente sencillo.
Los siguientes dos números son muy importantes: el dígito de control. En realidad, es el único algoritmo que hay en el número de cuenta. Es una computación muy sencilla: si 2 + 2 suman 4, entonces el dígito de control es 6. Digo que estos dos dígitos son importantes porque el dígito de control es el que asegura que uno no se ha equivocado al teclear los 20 números. Si uno se ha equivocado al escribir el número de cuenta (en algún sitio), el dígito de control dará error. Ahora está de moda no exigir esos dos numerillos cuando, por ejemplo, haces una transferencia. Si al ordenar una transferencia te equivocas de número de cuenta, pueden pasar tres cosas:
1. El dinero sale de tu cuenta y no llega a ninguna cuenta, porque no existe. El dinero se lo queda tu banco.
2. El dinero sale de tu cuenta y va a parar a otro banco. Si el número de cuenta no existe, el dinero se lo queda el otro banco.
3. El dinero sale de tu cuenta y va a parar a la cuenta equivocada. Se lo queda un señor a quien no conoces.
En cualquiera de los tres casos puedes pedir que te devuelvan tu dinero, ya que los tres destinatarios últimos pueden reconocer que el dinero no iba dirigido a ellos. Pero ya hay que andar con llamadas de teléfono, enviando cartas, faxes, etc. Por 10 millones, se hace. Si son 100 pavos para comprar unas cortinas, es mejor olvidarse. Y eso nunca hubiese pasado si uno hubiera introducido el dígito de control en primer lugar.
En ese sentido, ya puestos, merece la pena recordar esos dos numeritos.
Por último, el número de cuenta, 10 números de corrido. Eso puede resultar más complicado. Pero si tu número es "fácil" o simplemente por el uso... Tampoco es tan difícil recordarlo.
Otra cosa que se me ocurre es que existen recuerdos muy atenuados. A veces uno escucha un sonido o percibe un olor... Y se acuerda de algo que pasó, o simplemente de una sensación sucedida hace veinte años: el ruido de niños jugando en la piscina o de un río bajo un sol cegador te puede transportar hasta tu infancia... Una canción te lleva hasta una noche mágica donde no sabes qué pasó, pero sabes que ha sido la mejor de tu vida porque sientes escalofríos y ganas de ponerte una copa. Un leve olor al que no pones nombre pero que reconoces perfectamente y que puede ser algo que comiste hace cuarenta años, o algo que oliste cuando estuviste en los Alpes en el ’93. Son recuerdos muy primarios, de los sentidos.
También hay falsos recuerdos, como cuando a uno le han contado mil veces que cuando tenía 6 años se cayó de un muro y tuvieron que darle puntos, y uno guarda falsas imágenes en su cabeza de aquellos hechos, las imágenes que otros guardan mezcladas con las sensaciones y la imagen que uno tiene de sí mismo con 6 años. Uno puede guardar una foto muy precisa, saber qué camiseta y calcetines llevaba, si tenía el pelo corto o si llevaba un polo de naranja en la mano.
Y, por supuesto, recuerdos distorsionados, especialmente cuando el recuerdo es compartido con otras personas.
Otra cosa que se me ocurre es que los recuerdos se borran con el tiempo. Es tan obvio que no merece la pena ni comentarlo.
La máquina de los recuerdos que quiere conseguir el sr. Higiénico, por tanto, no puede existir. Y el sr. Holmes tampoco tiene que esforzarse por olvidar datos que para él no suponen nada. Si el hecho de que la Tierra sea redonda y dé vueltas alrededor del Sol le parece un hecho curioso, seguramente lo guardará para sí. Si no le importa lo más mínimo, igual que a mí el número de Copas de Europa que tiene el Real Madrid, con suerte guardará un leve recuerdo (¿Fueron 6 copas? ¿7? ¿8?) y finalmente nada...
No hay que preocuparse. Para suplir los defectos de la memoria hay muchas posibilidades: escribir, ponerse el despertador a piñón fijo, Internet y los discos duros, atarse un lacito en la punta del pene, gastarse el dinero de los paisanos en edificios colosales...
"fumar provoca cáncer mortal de pulmón", dice en mi paquete de Ducados. Y a mí que se me había olvidado... Y se me había olvidado también leer los cartelitos que ayudan a no olvidar. Qué mala suerte. Es difícil a veces recordar que uno tiene que recordar cosas. Eso debe de ser para los que son listos listísimos y tienen el deber de ayudar a la gente a recordar que debe recordar. Qué lío.
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