Consejos para la vida
No tengo ningún consejo, aunque me gustaría.
Tradicionalmente pienso que hay que intentar "trascender". Es decir, que alguien recuerde lo que uno hizo o dijo cuando uno ya la haya espichado.
Siguiendo la cadena lógica, uno tiene que hacer o decir cosas muy interesantes antes de espicharla (incluyendo un par de consejos para la vida de otros).
Tirando más del hilo, como mucho uno puede llegar a "sentirse bien" si cree que ha hecho o dicho algo tan enormemente interesante. En vida. Y pensar que eso trascenderá. Fuera de ahí, la trascendencia carece de fundamento.
Así que uno se esfuerza por hacer o decir cosas interesantes para sentirse bien, como fin en sí mismo. Es el culto de lo "interesante" por lo "interesante", como las colecciones de lladrós que hacían nuestras madres en los alrededores de la tele.
Tampoco va uno a privarse de hacer o decir cosas, válgame Dios.
Conozco personas preocupadas en cierto modo por "trascender" y otras gravemente preocupadas por "no trascender". Yo mismo, últimamente, estoy indeciso. No sé si trascender o no trascender. Ya veré lo que hago.
En cualquier caso, la trascendencia, por definición, está fuera del alcance de uno. Está "tras" (o sea, detrás de uno). Es incontrolable. Uno puede creerse muy popular y a los cuatro días de espichar resultar "intrascendente". Uno puede creerse "irreemplazable" y ser reemplazado en menos que canta un gallo, con mayor o menor fortuna, reemplazado total y absolutamente, "sobre-trascendido" por el primero que llega.
El afán de trascendencia no es bueno ni malo. Es lo que es. Cuando se pinta un cuadro o se hace un chisme de barro y se cuece, o cuando se escribe en un blog, uno está haciendo lo que quiere. Se hacen cosas para verlas uno mismo y que las vean otros (sean materiales o inmateriales), con objeto de que eso que se hizo haga bulto en la "saca" de lo que uno hace y lo que no, para que sume en la tabla de acciones y omisiones de la propia vida. Para que otros le aplaudan o para aplaudirse a sí mismo. Para sentirse bien, en suma, como cuando uno se rasca la barriga. Incluso cuando uno decide no hacer nada y simplemente escuchar música, fumar o dejar que el aire le acaricie las mejillas, cuando uno se solaza de la manera más pura, está dejando huella inequívoca de su paso por este mundo.
Un día haré recuento de la palabra "mundo" en este blog.
Tradicionalmente pienso que hay que intentar "trascender". Es decir, que alguien recuerde lo que uno hizo o dijo cuando uno ya la haya espichado.
Siguiendo la cadena lógica, uno tiene que hacer o decir cosas muy interesantes antes de espicharla (incluyendo un par de consejos para la vida de otros).
Tirando más del hilo, como mucho uno puede llegar a "sentirse bien" si cree que ha hecho o dicho algo tan enormemente interesante. En vida. Y pensar que eso trascenderá. Fuera de ahí, la trascendencia carece de fundamento.
Así que uno se esfuerza por hacer o decir cosas interesantes para sentirse bien, como fin en sí mismo. Es el culto de lo "interesante" por lo "interesante", como las colecciones de lladrós que hacían nuestras madres en los alrededores de la tele.
Tampoco va uno a privarse de hacer o decir cosas, válgame Dios.
Conozco personas preocupadas en cierto modo por "trascender" y otras gravemente preocupadas por "no trascender". Yo mismo, últimamente, estoy indeciso. No sé si trascender o no trascender. Ya veré lo que hago.
En cualquier caso, la trascendencia, por definición, está fuera del alcance de uno. Está "tras" (o sea, detrás de uno). Es incontrolable. Uno puede creerse muy popular y a los cuatro días de espichar resultar "intrascendente". Uno puede creerse "irreemplazable" y ser reemplazado en menos que canta un gallo, con mayor o menor fortuna, reemplazado total y absolutamente, "sobre-trascendido" por el primero que llega.
El afán de trascendencia no es bueno ni malo. Es lo que es. Cuando se pinta un cuadro o se hace un chisme de barro y se cuece, o cuando se escribe en un blog, uno está haciendo lo que quiere. Se hacen cosas para verlas uno mismo y que las vean otros (sean materiales o inmateriales), con objeto de que eso que se hizo haga bulto en la "saca" de lo que uno hace y lo que no, para que sume en la tabla de acciones y omisiones de la propia vida. Para que otros le aplaudan o para aplaudirse a sí mismo. Para sentirse bien, en suma, como cuando uno se rasca la barriga. Incluso cuando uno decide no hacer nada y simplemente escuchar música, fumar o dejar que el aire le acaricie las mejillas, cuando uno se solaza de la manera más pura, está dejando huella inequívoca de su paso por este mundo.
Un día haré recuento de la palabra "mundo" en este blog.
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