Rellenar el silencio

Rellenar el silencio es distinto en cada caso. Se puede rellenar de adrenalina punteando sobre un escenario y se puede morir de angustia cuando uno sabe que aturde al contrario pero no le queda otra. Cuando uno habla con la madre de uno por rellenar, las palabras suenan como el hueco chasquido de la lumbre, familiar como el sonido de los propios pedos, tal vez oloroso y siempre irrelevante.
Pero lo peor de todo es cuando uno puntea sobre un escenario y suena a pedo, cuando uno se hace protagonista de modo voluntario, oloroso e irrelevante, y no lo sabe. Entonces todos piensan "este chico debería cortarse el pelo" y luego vuelven a casa con un vacío en el estómago.

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