Ya no entiendo nada

Sé que es una frase típica y también exagerada, literaria, hiperbólica.
Últimamente tengo problemas, más de lo normal, para comunicarme con ciertas personas. Conversaciones que en otro tiempo fueron triviales, y lo siguen siendo para cualquier persona de a pie, ahora son jeroglíficos incomprensibles para mí.
Cuando estoy cara a cara con el jeroglífico andante, me resulta más sencillo. El sujeto habla y yo no entiendo nada. Es como ruido “juju jaju blublublu chss”. Pero por lo menos veo el lenguaje corporal y más o menos capto lo que me quieren transmitir. Lo que capto, muchas veces, es que me dicen gilipolleces, futilidades. Lo sé porque tengo aprendida la cara de los que lo mismo me dicen que hace buen tiempo, que cualquier otra cosa. Gesto inexpresivo (aunque haya muchas muecas, el rostro no siente ni padece, no transmite alegría, incomodidad, tristeza... Nada en concreto). Movimientos en ocasiones espasmódicos (pero nada que señale ni indique nada relativo al motivo de la cháchara).
Mi problema más grave es hablar por teléfono. Ahí sí que no tengo nada en lo que apoyarme. Es puro ruido de interferencia: “jjjj... pssss... chac... pfff... ksss...”. Sólo entiendo las frases cuando éstas son cortas y tienen sentido: “puto capullo”, por ejemplo. Pero el más mínimo atisbo de circunloquio me despista y me hunde en el ostracismo comunicativo. Cuando escucho la segunda frase, tengo que tirar de memoria para recordar lo dicho en la primera. Y cuando consigo unir las dos primeras y descifrar su significado, el interlocutor ya va por la séptima u octava frase. En ese momento, cuando estoy perdido, digo algo tipo “Ajá” o “Mmm” o “Sí, sí”, porque después de muchas frases se suele exigir algún tipo de intervención por parte del que escucha. Si es que quiero enterarme realmente de lo que me están contando, en vez de “Ajá” digo “Bueno, entonces, en resumen...”. Y es ahí donde suelo exprimir al interlocutor y logro sacarle las tres gotitas de zumo, la esencia de las setenta y siete palabras anteriores. Es la única manera que tengo de poder ver la luz. En ocasiones tengo que decir “Bueno, entonces, en resumen...” varias veces. La introducción suele durar eso, unas ochenta palabras. Cuando pido el resumen, la esencia, por vez primera, puede suceder que el resumen se extienda a lo largo de 280 palabras. O de 40. En esos casos, la segunda vez que pido el resumen suele resultar en la frase corta que busco y necesito. Pero puede ocurrir que tenga que insistir e insistir, e incluso que nunca llegue a conseguirlo.
Con el lenguaje escrito me apaño mejor. Pero también surgen problemas, porque a veces sucede que el mensaje siempre está incompleto. Me sucede por email, que es como suelo comunicarme por escrito. Siempre se olvida algo, o viene un email posterior con la misma información y otra añadida, o un anexo, o una enmienda... Así que hay emailses que ya tampoco puedo leer. Me niego a leerlos hasta que no exista el email “definitivo”, el que explique de manera concreta lo que sucede, el que resuma los veintisiete anteriores.

Comentarios