De vuelta en la Gran Ciudad

De vuelta en la Gran Ciudad, he recordado por qué me gustaba tanto la cerveza. Me he bebido todas.
Aprovechando una horita de asueto filial, nos hemos pasado por el viejo bar, que ahora es completamente nuevo. Llevábamos más de un año sin pisarlo, por el tema arquitectónico-filial. El camarero “bajito” se ha reenganchado después de probar fortuna durante un par de años a escasos doscientos metros, en un garito cercano. Hoy nos ha contado en cinco minutos más de lo que nos contó en tres años. Vino a Madrid a hacer la mili en el 75, antes de la muerte del caudillo y, según dice, Madrid no se ha adaptado a él ni él a Madrid, y ya son más de veinte años.
El que no es Jesús (nunca me acuerdo de su nombre), asegura que compraba pañales y toallitas en un sitio llamado Portillo, en Toledo, a pie de fábrica de INDAS, y que es una bicoca.
Después, junto al metro, había un viejo rockero apurando dobles, una chica muy fea pero resultona (gracias al dinero invertido en ropa, piercing y demás), otra chica con una falda que parecía una mesa-camilla y un chino de unos veinte años reventando la tragaperras (llevaba por lo menos cien pavos ganados). El chino iba modernito, tipo “japo”, con una mochila y un paquete de Marlboro sobre las teclas de la máquina, donde seguramente ocultaba algún tipo de dispositivo electrónico que le permitía atracar la tragaperras.
Por lo demás, en el sitio había música, tele, prensa, revistas... Mucho ajetreo para tan pocos metros cuadrados. Madrid.

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