Lo que uno sabe y lo que no
Hay muchas visiones sobre el saber. Ahora me refiero a la típica frase es que tú no sabes o ya lo entenderás cuando seas mayor, y ese tipo de cosas.
Es cierto que uno es ignorante cuando es pequeño y tiene una visión muy parcial de las cosas, si lo miramos desde un ángulo más adulto.
O cuando es suficientemente adulto y es capaz de sospechar que alguien que no sea él puede tener una visión distinta sobre un tema que uno daba por zanjado.
El clásico es una conversación de bar donde uno suelta su apotegma y el de más allá responde con una frase categórica que asombra a la concurrencia. Los más rápidos beben de su copa mientras asienten y miran sus pies, rezando porque nadie les pida hacer un desarrollo sobre el asunto en cuestión. Los otros se callan la puta boca y procuran cambiar de tema. Y el triunfador pincha la última aceituna.
Todavía no llego a los ochenta pero, con una cierta perspectiva evolutiva, creo que el paso de los años me va a reafirmar en mi posición: uno sabe lo que necesita saber. Yo puedo amonestar a mi hijo y darle un grito cuando se come la chuchería número veintisiete. Pero si le privase del momento, con mi omnisciencia, y le diese un toque después de la chuchería número dos, perdería la perspectiva.
En esta vida no hay que comer sano, ni ser normal, ni nada. Cuando a mí me prohibían comer mientras leía tebeos, seguramente mis viejos estaban hasta la polla de mí y de ellos mismos, y sólo intentaban instaurar la normalidad en el cogollo familiar. Y supongo que yo intentaba leer tebeos porque pasaba del cogollo y la virgen del pilar. Mi viejo hacía lo mismo que yo, supongo. Estaba hasta la polla de todo y sólo quería comer y seguir en su película. La película de mi vieja era la de prohibir tebeos y llamar al orden general, un orden que no existía.
Desde ese lugar, lo que pudiesen saber los demás me la traía al fresco.
Después sabían los que conducían coches, ganaban dinero y se compraban casas. Yo ahora hago todo eso y me declaro incapaz de saber más que alguien, quien sea. Quiero vivir a mi bola y por eso necesito pasta. Y por eso tengo casa y coche y muchas cosas que no necesito para nada. No muchas, porque no soy caprichoso en el sentido de tener muchas cosas.
Ahora me tocaría pensar que los que saben son los señores esos con gafas que llevan años prejubilados, que tienen casas y se compran otras para los hijos, y siempre saben dónde hay que ir a entregar la declaración de la renta, qué hay que hacer para coger un taxi, dónde hay que llamar si se muere alguien, etc. Se supone que siempre saben qué hay que hacer en todas las circunstancias y por eso están siempre tranquilos, impertérritos. Están santificados por la experiencia. Cuando dicen no a algo que tú dices sí, es porque tienen sus motivos. Y cuando dicen sí, será por algo que tú desconoces.
Otra cosa, relacionada de modo indirecto, y a favor del saber del que hablo...
Uno siempre piensa que no va a ser lo que no le gusta de las otras personas. Por ejemplo, uno puede pensar de pequeño que sus viejos son unos hijoputas fascistas. Después se promete a sí mismo no caer en el mismo error. Y luego, de padre, ve las cosas de otra manera. El fascismo se disfraza de... cosas. Uno hace lo que puede, y a lo mejor es un puto fascista de mierda. Se caga uno en la sombra de Gallardón y a lo mejor uno es el puto Esquilache, o el mismísmo Aznar si tuviera la ocasión.
Conclusión preclara: cagarse en los putos fascistas de mierda es compatible con ser un puto fascista de mierda.
Ahora sigo con los señores que visten gafas desde hace cincuenta años. Están investidos de autoridad y venerabilidad, pero los hay de dos tipos:
a) Los que están gagá, y hay que decirles buenos días, pedro, ¿cómo va eso? a ventilarse un poco, ¿nooooo? jajajaja... que está vd. hecho un chavaaaaal....
b) Los que aparentan ser la ostia, siempre van limpitos y a la moda, y siempre saben lo que hay que hacer en cada momento. Son capaces de hacer que el fontanero llegue media hora después del aviso.
Y, llegamos al epicentro, de vez en cuando se descubre que no tienen ni puta idea. Cometen fallos de parvulario. Y además son necios. No admiten sus errores. Es una visión cruel, pero cierta. Despelota al señor con gafas y déjale llorando como una magdalena en medio de una junta de accionistas. Es un guión para película navideña hollywoodiense de Robin Williams. Pero es lo que hay.
Los que saben, saben bastante. Y los que no, no tienen ni puta idea.
El que sabe, SABA. Y eso te pasa por no tener un ESPASA. Ale.
Es cierto que uno es ignorante cuando es pequeño y tiene una visión muy parcial de las cosas, si lo miramos desde un ángulo más adulto.
O cuando es suficientemente adulto y es capaz de sospechar que alguien que no sea él puede tener una visión distinta sobre un tema que uno daba por zanjado.
El clásico es una conversación de bar donde uno suelta su apotegma y el de más allá responde con una frase categórica que asombra a la concurrencia. Los más rápidos beben de su copa mientras asienten y miran sus pies, rezando porque nadie les pida hacer un desarrollo sobre el asunto en cuestión. Los otros se callan la puta boca y procuran cambiar de tema. Y el triunfador pincha la última aceituna.
Todavía no llego a los ochenta pero, con una cierta perspectiva evolutiva, creo que el paso de los años me va a reafirmar en mi posición: uno sabe lo que necesita saber. Yo puedo amonestar a mi hijo y darle un grito cuando se come la chuchería número veintisiete. Pero si le privase del momento, con mi omnisciencia, y le diese un toque después de la chuchería número dos, perdería la perspectiva.
En esta vida no hay que comer sano, ni ser normal, ni nada. Cuando a mí me prohibían comer mientras leía tebeos, seguramente mis viejos estaban hasta la polla de mí y de ellos mismos, y sólo intentaban instaurar la normalidad en el cogollo familiar. Y supongo que yo intentaba leer tebeos porque pasaba del cogollo y la virgen del pilar. Mi viejo hacía lo mismo que yo, supongo. Estaba hasta la polla de todo y sólo quería comer y seguir en su película. La película de mi vieja era la de prohibir tebeos y llamar al orden general, un orden que no existía.
Desde ese lugar, lo que pudiesen saber los demás me la traía al fresco.
Después sabían los que conducían coches, ganaban dinero y se compraban casas. Yo ahora hago todo eso y me declaro incapaz de saber más que alguien, quien sea. Quiero vivir a mi bola y por eso necesito pasta. Y por eso tengo casa y coche y muchas cosas que no necesito para nada. No muchas, porque no soy caprichoso en el sentido de tener muchas cosas.
Ahora me tocaría pensar que los que saben son los señores esos con gafas que llevan años prejubilados, que tienen casas y se compran otras para los hijos, y siempre saben dónde hay que ir a entregar la declaración de la renta, qué hay que hacer para coger un taxi, dónde hay que llamar si se muere alguien, etc. Se supone que siempre saben qué hay que hacer en todas las circunstancias y por eso están siempre tranquilos, impertérritos. Están santificados por la experiencia. Cuando dicen no a algo que tú dices sí, es porque tienen sus motivos. Y cuando dicen sí, será por algo que tú desconoces.
Otra cosa, relacionada de modo indirecto, y a favor del saber del que hablo...
Uno siempre piensa que no va a ser lo que no le gusta de las otras personas. Por ejemplo, uno puede pensar de pequeño que sus viejos son unos hijoputas fascistas. Después se promete a sí mismo no caer en el mismo error. Y luego, de padre, ve las cosas de otra manera. El fascismo se disfraza de... cosas. Uno hace lo que puede, y a lo mejor es un puto fascista de mierda. Se caga uno en la sombra de Gallardón y a lo mejor uno es el puto Esquilache, o el mismísmo Aznar si tuviera la ocasión.
Conclusión preclara: cagarse en los putos fascistas de mierda es compatible con ser un puto fascista de mierda.
Ahora sigo con los señores que visten gafas desde hace cincuenta años. Están investidos de autoridad y venerabilidad, pero los hay de dos tipos:
a) Los que están gagá, y hay que decirles buenos días, pedro, ¿cómo va eso? a ventilarse un poco, ¿nooooo? jajajaja... que está vd. hecho un chavaaaaal....
b) Los que aparentan ser la ostia, siempre van limpitos y a la moda, y siempre saben lo que hay que hacer en cada momento. Son capaces de hacer que el fontanero llegue media hora después del aviso.
Y, llegamos al epicentro, de vez en cuando se descubre que no tienen ni puta idea. Cometen fallos de parvulario. Y además son necios. No admiten sus errores. Es una visión cruel, pero cierta. Despelota al señor con gafas y déjale llorando como una magdalena en medio de una junta de accionistas. Es un guión para película navideña hollywoodiense de Robin Williams. Pero es lo que hay.
Los que saben, saben bastante. Y los que no, no tienen ni puta idea.
El que sabe, SABA. Y eso te pasa por no tener un ESPASA. Ale.
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