Fiestas del Dos de Mayo
La celebración de la lucha española contra los invasores franceses ha pasado, en dos o tres años, de una típica fiesta de gallinejas, música y cerveza, a ser una lucha política entre el ultraderechiprogresista Gallardón y los imaginarios cantones republicanos del Barrio de Malasaña. Antes había buñuelos de chocolate y minis de cerveza, y ahora tenemos represión policial desde la mañana hasta por la noche. Cuando sales a la calle, se escuchan alto y claro las consignas policiales, se huele y oye el recrujir del cuero de sus botas. Es un paisaje la mar de edificante para mis hijos que, recién llegados de otro planeta, lo ven todo con ojos limpios de unas influencias que están lejos de captar. No comprenden qué hacen unos señores disfrazados de soldados, con pistolas y palos (porras), vigilando el lugar donde ellos bajan por el tobogán. Sin embargo, cuando ven a alguien de botellón, comprenden fácilmente que hay unos señores que beben cerveza porque tiene sed y están sentados en el suelo porque están cansados. Es muy sencillo.
En cualquier caso, lo del botellón es lo de menos. Que yo sepa, todo el mundo piensa que los vecinos de Malasaña están hasta la gorra de los del botellón. Eso dicen los medios. Pero me parece que no han preguntado a todo el mundo. En el peor de los casos, el vecino medio está más que curtido y duerme a pierna suelta, porque Malasaña siempre ha sido un barrio de marcha, y no hay cuerpo que aguante treinta años sin dormir. En el mejor de los casos, el vecino medio de Malasaña es o ha sido participante en esa marcha, que incluye botellón (término moderno gilipollas que antes era, sin más, irse al parque a tomar unos litros), cenar y tomar unas copas mientras se escucha rock del bueno (o música asquerosa de mierda, según el garito). Y en el caso indiferente, hace poquitos años, cuando se podía:
a) Comprar cerveza después de las 22 horas.
b) Beberse la cerveza en la calle o en casa.
Lo que sucedía era lo mismo que ahora, exactamente, excepto porque:
a) Antes, a las nueve del día siguiente, el barrio estaba limpio como la patena.
b) Los cuatro gilipollas que quemaban contenedores ahora son muchos más, y además rompen los coches de los vecinos, y además se dan de ostias con los sicarios enviados por el Gallardón, mientras los vecinos flipamos mirando por el balcón.
c) Las mafias chinas cada vez lo tienen más sencillo para vender tabaco y alcohol, tanto en los locales oficiales como en las calles, tanto a mayores como a menores, a cualquier hora y sin control ninguno. Eso no me disgusta especialmente en la teoría, pero en la práctica reconozco que es competencia desleal para con los comerciantes de la zona (quienes, por ejemplo, tienen que cerrar a las 3, porque si no les cae un multón), y además es un cachondeo que puedan andar vendiendo licores —de vaya vd. a saber qué calidad— a un hatajo de púberes canéforos.
d) Antes la prensa política no se enteraba de nada, pero ahora es que no dan pie con bola. Ante una típica reacción en cadena, como es el asunto de la represión --> violencia absurda, siguen empeñados con el puto botellón, cuando todos en el barrio sabemos que la violencia absurda no tiene nada que ver con el botellón ni la madre que lo parió. Algunos gilipollas incluso lo comparan con los disturbios de París, y no faltará alguno que diga que la ETA está detrás de todo esto, o Husein, si hace falta.
e) Más cosas, pero me quedo dormido.
A la salud de los fusilados.
En cualquier caso, lo del botellón es lo de menos. Que yo sepa, todo el mundo piensa que los vecinos de Malasaña están hasta la gorra de los del botellón. Eso dicen los medios. Pero me parece que no han preguntado a todo el mundo. En el peor de los casos, el vecino medio está más que curtido y duerme a pierna suelta, porque Malasaña siempre ha sido un barrio de marcha, y no hay cuerpo que aguante treinta años sin dormir. En el mejor de los casos, el vecino medio de Malasaña es o ha sido participante en esa marcha, que incluye botellón (término moderno gilipollas que antes era, sin más, irse al parque a tomar unos litros), cenar y tomar unas copas mientras se escucha rock del bueno (o música asquerosa de mierda, según el garito). Y en el caso indiferente, hace poquitos años, cuando se podía:
a) Comprar cerveza después de las 22 horas.
b) Beberse la cerveza en la calle o en casa.
Lo que sucedía era lo mismo que ahora, exactamente, excepto porque:
a) Antes, a las nueve del día siguiente, el barrio estaba limpio como la patena.
b) Los cuatro gilipollas que quemaban contenedores ahora son muchos más, y además rompen los coches de los vecinos, y además se dan de ostias con los sicarios enviados por el Gallardón, mientras los vecinos flipamos mirando por el balcón.
c) Las mafias chinas cada vez lo tienen más sencillo para vender tabaco y alcohol, tanto en los locales oficiales como en las calles, tanto a mayores como a menores, a cualquier hora y sin control ninguno. Eso no me disgusta especialmente en la teoría, pero en la práctica reconozco que es competencia desleal para con los comerciantes de la zona (quienes, por ejemplo, tienen que cerrar a las 3, porque si no les cae un multón), y además es un cachondeo que puedan andar vendiendo licores —de vaya vd. a saber qué calidad— a un hatajo de púberes canéforos.
d) Antes la prensa política no se enteraba de nada, pero ahora es que no dan pie con bola. Ante una típica reacción en cadena, como es el asunto de la represión --> violencia absurda, siguen empeñados con el puto botellón, cuando todos en el barrio sabemos que la violencia absurda no tiene nada que ver con el botellón ni la madre que lo parió. Algunos gilipollas incluso lo comparan con los disturbios de París, y no faltará alguno que diga que la ETA está detrás de todo esto, o Husein, si hace falta.
e) Más cosas, pero me quedo dormido.
A la salud de los fusilados.
Comentarios
Publicar un comentario