No más antisistema
Ayer escribí algo con el mismo título, pero era casi ininteligible. Creo que me vuelvo estúpido a medida que me voy volviendo estúpido. Por fortuna, aún tengo los cojones para borrar cien líneas del tirón.
Lo que decía, en resumen, era un hatajo de gilipolleces quejándome de los que se quejan de la vida y manifiestan cosas sobre los trabajadores oprimidos, el precio de la vivienda, etc., cuando luego resulta que la peña se busca trabajos, se forra de pelas y se compra casas y coches como si fueran churros. O al menos es la sensación que me da.
Luego había un par de frases bastante graciosas, pero incapaces de soportar por sí mismas los párrafos que las circundaban, y un epílogo en el que juraba y perjuraba que iba a ignorar a partir de ahora cualquier comentario antisistema, hasta que alguien me propusiese, o a mí se me ocurriera, una fórmula antisistema real distinta de las lágrimas de cocodrilo burguesas que derramo y derraman a mi alrededor.
Y después estuve pensando que no se puede escapar del sistema. Sí pueden idearse cosas, supongo, para combatir la jaula de oro que nos hemos creado entre todos. Pero siempre utilizando las herramientas y el contexto de que nos dota el sistema.
Una cosa de la que me quejo habitualmente es de que, si quisiera, no podría irme al monte y hacerme ermitaño. En cuanto plantase la tienda de campaña vendrían unos pibes con la escopeta a decirme que no podía estar allí. Si se corriese la voz de que alguien se ha apoderado de un pedazo de territorio, en seguida vendrían las promotoras inmobiliarias a ver qué se cocía por allí. Y si me fuese a otro país tendría que ahorrar para comprar el billete de avión, probablemente me ficharían en la aduana del país-destino y, una vez eludida la vigilancia gubernamental, vendrían los lugareños a decirme que estoy en sus tierras y que me van a matar a la de una, a la de dos y a la de tres.
La única cosa sería marcharse a la Luna, o algo así, pero también habría que ahorrar demasiado.
No se puede ser antisistema, porque para ser antisistema primero hay que ahorrar. Y para ahorrar hay que trabajar (mucho más de lo realmente necesario). Y cuando acabas de trabajar, estás tan cabreado que te bebes todas las cervezas y te vas a dormir hasta el día siguiente. Sólo quedan los fines de semana, que son para dormir, lavarse y echar un polvo. Sólo quedan las vacaciones. Cuando llegas a las vacaciones se te ha olvidado el puto sistema y la madre que lo parió. Sólo quieres ir a Galicia para ver nubes y zampar fabes con almejas. Eso dura una semana. El resto lo gastas llamando al técnico del aire acondicionado. Año tras año te promete que va a ir. Tú incluso piensas en traicionarle y llamar a otro, pero tu única posibilidad es insistir, porque después de siete años te has hecho colega suyo y no crees que un desconocido vaya a tomarte en serio en pleno mes de agosto. Si tienes familia, puedes ir al pueblo una semanita, lo justo para comprobar que los viejos amigos están más gordos que tú, sin llegar a cortarte las venas cada vez que te despierta el gallo vecino. ¿Quién coño dijo que los gallos cantan al amanecer? ¡Mentira! Los gallos cantan cuando les sale de la polla, que para eso son gallos.
Voy a parar ya, porque esto parece un powerpoint o un monólogo del club de la comedia (¿se llamaba así?).
Conclusión: me pasa lo mismo que con el heavy. ¿Qué coño es antisistema? No estoy seguro de entender demasiado bien el concepto. O antiglobalización. ¿Qué es eso? ¿Para qué sirve? ¿Se puede ser antisistema o antiglobalización y, al mismo tiempo, pagar cinco libras por un tercio de Heineken en un garito de mala muerte?
Lo que decía, en resumen, era un hatajo de gilipolleces quejándome de los que se quejan de la vida y manifiestan cosas sobre los trabajadores oprimidos, el precio de la vivienda, etc., cuando luego resulta que la peña se busca trabajos, se forra de pelas y se compra casas y coches como si fueran churros. O al menos es la sensación que me da.
Luego había un par de frases bastante graciosas, pero incapaces de soportar por sí mismas los párrafos que las circundaban, y un epílogo en el que juraba y perjuraba que iba a ignorar a partir de ahora cualquier comentario antisistema, hasta que alguien me propusiese, o a mí se me ocurriera, una fórmula antisistema real distinta de las lágrimas de cocodrilo burguesas que derramo y derraman a mi alrededor.
Y después estuve pensando que no se puede escapar del sistema. Sí pueden idearse cosas, supongo, para combatir la jaula de oro que nos hemos creado entre todos. Pero siempre utilizando las herramientas y el contexto de que nos dota el sistema.
Una cosa de la que me quejo habitualmente es de que, si quisiera, no podría irme al monte y hacerme ermitaño. En cuanto plantase la tienda de campaña vendrían unos pibes con la escopeta a decirme que no podía estar allí. Si se corriese la voz de que alguien se ha apoderado de un pedazo de territorio, en seguida vendrían las promotoras inmobiliarias a ver qué se cocía por allí. Y si me fuese a otro país tendría que ahorrar para comprar el billete de avión, probablemente me ficharían en la aduana del país-destino y, una vez eludida la vigilancia gubernamental, vendrían los lugareños a decirme que estoy en sus tierras y que me van a matar a la de una, a la de dos y a la de tres.
La única cosa sería marcharse a la Luna, o algo así, pero también habría que ahorrar demasiado.
No se puede ser antisistema, porque para ser antisistema primero hay que ahorrar. Y para ahorrar hay que trabajar (mucho más de lo realmente necesario). Y cuando acabas de trabajar, estás tan cabreado que te bebes todas las cervezas y te vas a dormir hasta el día siguiente. Sólo quedan los fines de semana, que son para dormir, lavarse y echar un polvo. Sólo quedan las vacaciones. Cuando llegas a las vacaciones se te ha olvidado el puto sistema y la madre que lo parió. Sólo quieres ir a Galicia para ver nubes y zampar fabes con almejas. Eso dura una semana. El resto lo gastas llamando al técnico del aire acondicionado. Año tras año te promete que va a ir. Tú incluso piensas en traicionarle y llamar a otro, pero tu única posibilidad es insistir, porque después de siete años te has hecho colega suyo y no crees que un desconocido vaya a tomarte en serio en pleno mes de agosto. Si tienes familia, puedes ir al pueblo una semanita, lo justo para comprobar que los viejos amigos están más gordos que tú, sin llegar a cortarte las venas cada vez que te despierta el gallo vecino. ¿Quién coño dijo que los gallos cantan al amanecer? ¡Mentira! Los gallos cantan cuando les sale de la polla, que para eso son gallos.
Voy a parar ya, porque esto parece un powerpoint o un monólogo del club de la comedia (¿se llamaba así?).
Conclusión: me pasa lo mismo que con el heavy. ¿Qué coño es antisistema? No estoy seguro de entender demasiado bien el concepto. O antiglobalización. ¿Qué es eso? ¿Para qué sirve? ¿Se puede ser antisistema o antiglobalización y, al mismo tiempo, pagar cinco libras por un tercio de Heineken en un garito de mala muerte?
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