Epicuro

Hoy, esta noche, por algún motivo, ha venido a mi mente la palabra “epicúreo”. Aunque es una palabra obvia y perfectamente reconocible, no tenía ni idea de qué significaba, aunque lo hubiese podido saber en el pasado.
Afortunadamente, siempre nos quedará la Wikipedia.
Aparte de sus ideas, lo que más me ha sorprendido (llevaba yo bastante tiempo sin visitar la antigüedad) es que fuera hijo “de padres pobres (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Queréstrates, su madre, adivina)”. Hoy en día, un maestro de escuela (pública) tiene un horario y vacaciones y sueldo más que satisfactorios, y no digamos una adivina.
Otra cosa que me flipa es que algo que estaba de moda en la Grecia de los filósofos (o sea, la filosofía) haya llegado a ser una disciplina que millones de alumnos tienen que aprender año tras año en esta cultura occidental.
Me refiero a que el tipo de cosas que decía el tal Epicuro de Samos (o cualquier otro) son cosas que llevo diciendo y oyendo desde que tengo uso de razón, con unas u otras palabras. En cierto sentido, puedo considerar que yo y algunos amigos míos hemos sido los creadores del epicureísmo, el marxismo, la escolástica, la doctrina cartesiana y muchas cosas más. A todos se nos han ocurrido esos conceptos mucho tiempo antes de saber quién leches era el tal Epicuro. Antes de descubrir que Kant no era un media punta del Chelsea.
También es posible que se nos hayan venido a la mente esos conceptos de forma “mágica” porque estamos en una sociedad donde esos conceptos están más que resabidos y reabsorbidos, y lo único que hacemos es “supurar” esa especie de conciencia común.
Y también es posible que no haya muchas más posibilidades de conceptualizar. Si nos atenemos a “cierta lógica”, hay un número muy determinado de formas de ver la vida. Y un número infinito si no nos atenemos a nada (por ejemplo: “yo pienso que el mundo es un gazpacho hoy y un zapato mañana y el destino es roquefort y blandiblú a la virulé, y al otro ya veremos pero no porque sí”).
Por tanto, desde que el hombre es hombre, pasaron apenas treinta o cuarenta años hasta que todas las maneras de ver la vida, el mundo, el hombre, fueron consumadas. A partir de ese momento, todos nos repetimos como el chorizo. Y en Grecia, por poner un ejemplo, la cosa se puso de moda y llegó hasta nosotros. Y luego hubo una nueva época de “resplandor cultural” (cuando se quitó de enmedio la religión y hubo un istmo entre ésta y el estado) en la que se estudiaron los antiguos escritos y todo el mundo empezó a opinar (creando todos los pensamientos modernos, hasta hoy). Pero en realidad no estamos diciendo nada nuevo.
He oído las frasecillas epicúreas que recoge la wikipedia cientos de miles de veces durante una noche en un bar. Y, además, expresadas con mucho más gracejo y amenidad, sin retórica.
En general, la gran mayoría de frasecillas que dicen todos los filósofos que se estudian en el planeta (incluyendo las de los griegos, europeos, asiáticos y religiones de todo el mundo), las he escuchado en un bar (insisto, dentro de su contexto y fuera de una retórica ensayística u oratorística).
Cuando era pequeño me flipaba Descartes. Me flipaba Kant. Pero también me flipaban las hamburguesas, porque nunca las había comido.
De mayor (tampoco mucho, por ahora), no hay nada que me pille de sorpresa. Llevo muchos años sin sorprenderme. Por ejemplo, un día me puede sorprender que mi vecina del quinto resulte ser caníbal, o que el camarero del Remember vaya a misa los domingos. Los comportamientos individuales son dispares. Cada uno piensa y hace lo que quiere. Pero llevo muchos años sin escuchar una “doctrina” novedosa. Algo que mueva y flipe a muchas personas.
Al final todo se resume con unos pocos parámetros, cada vez más restringidos por las realidades físicas y sociales: fanáticos, hedonistas, colgaos... ¿Cómo quiere vd. el Windows? ¿En inglés o en español? Los botones... ¿azul o verde? Eso sí, de salvapantallas puede vd. ponerse lo que quiera... Pero de las cosas que “sirven”, no puede vd. configurar nada. Lo que hay es lo que hay: si quiere que las faltas de ortografía se subrayen con una línea roja, no hay ningún problema. Va en el kit.
Tengo la lengua pelada de tanto hablar del sentido de la vida y la muerte, y del sentido y relevancia que tiene discutir el tema, y todas esas cosas que escapan a ambos temas de conversación (refiriéndome siempre a esas cosas estándar-filosóficas que salen en selectividad, aunque tengan forma de bar o judías con chorizo). Y conozco a mucha gente que está en las mismas. Al final acaba uno hablando de cosas prácticas y excitantes, por el puro aburrimiento que producen las “filosofías”: dibujos animados, recetas de cocina... Como mucho, se puede hablar de las “filosofías”, pero fijándose en detalles particulares y concretos. Nada de generalidades. Y durante poco tiempo.
De todo esto se deduce que Epicuro era un señorín normal y corriente, como el que me pone el fiambre, pero con vocación de “profe” (como su viejo). Le conocían cuatro gatos, pero como resulta que el pibe tenía la afición de escribir, en una época en la que casi nadie escribía... Y bla, bla, bla. Un cúmulo de circunstancias hizo que su nombre diese nombre a una de esas “doctrinas” tan interesantes que nadie sigue ni practica porque tiene que pagar la hipoteca y la guardería del niño, o porque tiene que subir cubos de agua desde el río para poder hacer la sopa.
Otro tópico: estamos todos al final supeditados y rendidos al método que nos rodea. Da igual que seamos de izquierdas o derechas en una sociedad occidental. Al final todos tenemos hijos, hipotecas, coche para desplazarnos y cuchilla de afeitar. O que seamos chinos de la estepa y hagamos todas esas cosas que hacen los chinos de la estepa.
Y los que escapan a esa categorización, caen dentro de otra más general, que es la prosecución del epicureísmo, en el sentido de la búsqueda del placer físico “y/o” espiritual. El objetivo es la búsqueda salvaje de la felicidad, entendiendo como “felicidad” cualquier cosa que nos haga sentir bien (por ejemplo, dar nuestra vida por un ser amado u odiado, comprar un bollo de chocolate, hacer bien un trabajo...). La vieja historia. A lo mejor me equivoco. Pero si no, me deprimo un poco, de modo circunstancial, y mañana será otro día exactamente igual que éste.

Comentarios