Se me cierra un ojo
Es algo constatable. No soy el único. Al principio pensé que era algo de finales del siglo veinte. Que estábamos podridos. Aún lo pienso, porque no tengo referencias de tiempos pasados. Y muchas de la actualidad. También llegué a pensar que era una especie de figura retórica, o algo así. O a lo mejor algo relacionado con una alergia.
Pero no. En el momento menos pensado, se te puede cerrar un ojo. A mí me suele ocurrir cuando escucho el Love Me Two Times cantado por Morrison por vez número siete, en bucle. Y suele cerrárseme el ojo derecho. Aún están por determinar las circunstancias en que se me cierra el izquierdo.
Los síntomas son los clásicos de "se me ha metido algo en el ojo". Escuece. Y se cierra él solo. La verdad es que no da mucha guerra, el pobre. Por algún motivo, no puede más, y se cierra.
Yo suelo fumar por la comisura derecha. Igual eso tiene algo que ver. A lo mejor se me llena el pobre de monóxido de carbono más de la cuenta y luego se quiere acostar antes de la hora.
Si le doy una tregua, empieza a abrirse como un tulipán. Si la tregua se produce en la puerta de un bar de copas, no hay nada que hacer. El frío cortante de la madrugada madrileña no le produce la más mínima impresión. Se encierra aún más. No quiere salir porque sabe que si lo hace, me vuelvo para dentro. Si me meto en un taxi es otra cosa. Se hace ilusiones. Piensa que volvemos a casa. El izquierdo echa una ojeada. No se fía. Y tiene razón. Mientras haya un ojo abierto, habrá historia. Habrá un segundo, un tercer bar, una penúltima copa.
La culpa es suya, por abrirse siempre con el primer rayo de luz. Quieren recibir el impacto de la luz, del RGB. Quieren herirme por la mañana. Es su venganza, y yo la acepto. El día que no se tomen la revancha, levitaré hasta la hora de comer. Dormiré la siesta. Y si no se despiertan a las ocho de la tarde, daré su historia por finalizada. Transcribiré sus recuerdos. Daré cuenta de sus actos. Y dormiré yo, a mi pesar. A su pesar. Lo habremos pasado bien.
Pero no. En el momento menos pensado, se te puede cerrar un ojo. A mí me suele ocurrir cuando escucho el Love Me Two Times cantado por Morrison por vez número siete, en bucle. Y suele cerrárseme el ojo derecho. Aún están por determinar las circunstancias en que se me cierra el izquierdo.
Los síntomas son los clásicos de "se me ha metido algo en el ojo". Escuece. Y se cierra él solo. La verdad es que no da mucha guerra, el pobre. Por algún motivo, no puede más, y se cierra.
Yo suelo fumar por la comisura derecha. Igual eso tiene algo que ver. A lo mejor se me llena el pobre de monóxido de carbono más de la cuenta y luego se quiere acostar antes de la hora.
Si le doy una tregua, empieza a abrirse como un tulipán. Si la tregua se produce en la puerta de un bar de copas, no hay nada que hacer. El frío cortante de la madrugada madrileña no le produce la más mínima impresión. Se encierra aún más. No quiere salir porque sabe que si lo hace, me vuelvo para dentro. Si me meto en un taxi es otra cosa. Se hace ilusiones. Piensa que volvemos a casa. El izquierdo echa una ojeada. No se fía. Y tiene razón. Mientras haya un ojo abierto, habrá historia. Habrá un segundo, un tercer bar, una penúltima copa.
La culpa es suya, por abrirse siempre con el primer rayo de luz. Quieren recibir el impacto de la luz, del RGB. Quieren herirme por la mañana. Es su venganza, y yo la acepto. El día que no se tomen la revancha, levitaré hasta la hora de comer. Dormiré la siesta. Y si no se despiertan a las ocho de la tarde, daré su historia por finalizada. Transcribiré sus recuerdos. Daré cuenta de sus actos. Y dormiré yo, a mi pesar. A su pesar. Lo habremos pasado bien.
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