Pis olor a menta

Algo me sentó mal. Siempre apunto todo, pero no recuerdo nada que pudiera haberme sentado mal. Desayuné en casa. Yo misma me hice un té (se me había terminado el café). Las galletas estaban compradas desde hacía una semana, y ya las había comido antes. Comí en el Siete Calles, un bocata de lomo con queso. Nada que no hubiese probado antes. Tengo una salud de hierro. Llevo quince años sin pisar un ambulatorio. La última vez fue para acompañar a mi madre. Iba a por medicinas. Supongo que algo relacionado con su depresión.
Pasé el fin de semana en Galapagar. Alquilé un chalet. Necesitaba un par de días para mí. No bebí ni fumé nada. Me olvidé el huevo en casa.
Ayer por la tarde me desmayé, creo. Estaba comprando café. Había ido a comprar unos materiales y pensé que debía comprar café, o volvería a desayunar té. Me desperté en la trastienda. Estaba allí el mariconazo que antes me atendía en la tienda de Fuencarral. No sé qué coño pintaba allí este tío raro. Siempre decía que Zaplana iba a ganar las elecciones, como si pudiera interesarme. Se tiraba el pisto. Yo creo que le han degradado, por pintoresco. En cualquier caso, no sé por qué me tenía en la trastienda. Tiene algún plan raro. Volví a perder la consciencia y he vuelto a despertar en la trastienda. Creo que estoy en una especie de ropero. No hay luz. No había luz. Ahora se cuelan unos débiles rayitos por debajo de la puerta. A este tío le va a caer un paquete. Como no llegue rápido, echo la puerta abajo. Se va a cagar, el muy cabrón.