Pagar los recibos de la luz

Hay dos maneras de pagar los recibos de la luz: con fe y con temor. La primera implica una aceptación intrínseca de una realidad social determinada. La segunda contempla la posibilidad de que la realidad social sea tal realidad o no, o que sea cambiante.
La realidad es cambiante por definición. Nosotros la alimentamos. Creamos un equilibrio llamado sociedad, realidad (tomando la parte por el todo) u otras cosas peores, como "verdad". Se sustenta sobre cosas inestables y cambiantes a su vez (política, ciencia, religión, experiencia...). La política se equivoca desde que existe el término. La ciencia, religión, experiencia... Para qué hablar. Ni siquiera podemos creer en la historia. Se supone que ella documenta todo lo que ha ocurrido. Pero tampoco podemos creer en el pasado. Hay una expresión popular que lo dice muy bien: la historia la escriben los ganadores (de una guerra, por ejemplo). Eso significa que hay algo que aplasta a otro algo, en un momento histórico. Y luego el otro algo aplasta al contrincante y asín sucesivamente. Mientras tanto, perdemos retazos de lo que ocurrió en el "bando perdedor". Y, mientras tanto, un noventa y nueve por ciento de la realidad queda completamente al margen. Casi no sabemos qué coño pasaba en el año ochocientos dos en Huelva. Y mucho menos lo que ocurría en el sur de los Urales. Ahora, en la sociedad de la información (del "bla"), basta con poner dos telediarios diferentes como para hacerse una idea precisa de lo que ocurre un día cualquiera. No se sabe si el gobierno negocia un alto el fuego con una banda terrorista "pagando un precio político", o si el gobierno consigue la paz a fuerza de negociación. Y cuando los hechos pasen a la historia, tendremos dos, tres, cien versiones distintas de lo que pasó. Y de todos modos seguiremos ignorando lo que aconteció en el kilómetro 12 de la radial de Hursutuh. Fue un hecho glorioso.
La perspectiva histórica es una cagada bien gorda.
Hablemos brevemente sobre la "verdad". Del tipo que sea: filosófica, histórica, religiosa, científica... Si hay algo demostrado es que, ante el mismo estímulo, o el mismo hecho, unos pueden reaccionar de una manera y otros de otra. Si llueve, unos sacan el paraguas y se van corriendo a casa. Otros de más allá sacan el paraguas y se van al parque. Otros escuchan tangos en la barra de un bar. Más o menos, si no nos ponemos pesados, podemos estar de acuerdo en que la "verdad" es que se ha puesto a llover. Pero es una verdad desprovista de identidad. La identidad se adquiere con la percepción. Se filtra. Uno se llama Lolito porque le llaman así. Si no, no se llamaría de ninguna manera. Uno está triste cuando llueve porque en su mente asocia la luz con la alegría (?). Alegre, porque el calor le mata y la lluvia le refresca. Agobiado, porque se ha dejado la ropa en la cuerda. Una mezcla de pasado y futuro se aglutinan en el presente. De memoria y presagio. Una "verdad" que pende de los hechos y los haceres.
Parafraseando a los antiguos, ¿será verdad que la única "verdad" es el propio "ser", el propio "percibir"? Hablaríamos, por supuesto, de una verdad individual. Personalizada. Como una dirección de correo electrónico. El hallazgo es interesante, pero inútil. Tanto si es cierto como si no, carece de relevancia. Sería como decir que son las dos y cuarto. En realidad son las cuatro y veinte. No, las siete y dos. Al final el hecho es que decides que te vas a buscar a tu novia al metro (ella y tú habéis sincronizado el reloj, y habéis quedado a las dos y veinte).
Quizá pudiésemos decir que la única "verdad" es el convencimiento de la inutilidad de la búsqueda de un patrón de "verdad". Y la aceptación útil de un "ponerse de acuerdo", de modo temporal. O, por decirlo de otro modo, la aceptación de un patrón común y útil. Si es que estamos de acuerdo...
Si hay acuerdo, seguiremos adelante.

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