El milagro de la conjugación

Los libros dicen que los homo sapiens terminamos nuestro desarrollo físico fuera del feto, hasta los cuatro años o así. Eso es un inconveniente. La parte buena es que luego somos muy superiores, comparados a un pan troglodytes, por poner un ejemplo.
No tengo nada que ver con la ciencia, para mi desgracia. Me hubiese gustado saber cosas científicas, antropológicas, químicas y físicas. Pero sin querer me fijo de vez en cuando en ciertos detalles de mi vida diaria. Quizá sea purar etología barata.
Pues eso, que tengo en mi vida un homo sapiens que prosigue su desarrollo fuera del feto. Desde el punto de vista físico, es inmensamente patoso. Se "esmorra" varias veces al día, gasta mucho tiempo más del necesario para subirse a una silla, sus habilidades son muy rudimentarias (en comparación con otros animales), etc.
En lo intelectual —comparativamente—, ya está a años luz de otros compañeros animales. Su capacidad de aprendizaje es muy superior. Ha adquirido muchas habilidades sociales. Más de las que me gustaría. No quiero ni pensar qué podría llegar a pasar si la maldad anidase en su corazón.
Pero eso no se puede contabilizar, por mucho que se empeñen los psicólogos. Primero, porque desconocen por completo al sujeto. Segundo, porque la habilidad social no se puede contabilizar. Hay algo intangible que sí se puede contabilizar. Pero sólo pueden hacerlo los que conviven con él a diario. Parte de una evolución y se puede apoyar con detalles concretos, pequeños. Es el entrenamiento, el aprendizaje en sí mismo. Los frutos que da.
Me centro en el lenguaje para poner un ejemplo. El usuario aprende sonidos y entonaciones. Palabras. Lo repite todo hasta la saciedad. A no ser que sea un vago. Este sujeto no lo es. Le gusta pronunciar palabras. Le gusta repetirlas. Un día, de repente, le dio por relacionarlas con sucesos de la vida cotidiana. Cuando veía un extintor, decía entusiasmado: !e-tin-tó! (o algo así). Cuando veía o quería agua, decía: ¡a-va!
No había aprendido "lengua", sino algo mucho más complejo y más poderoso: comunicación verbal. Hasta el momento sabía comunicación corporal: gritar, señalar, llorar, hacer aspavientos...
¡Oh, grandeza!... Y eso.
A partir de aquí, empezó a refinar sus técnicas. Pasó por los puntos comunes: dificultades con las esdrújulas, escaramuzas con los grupos consonánticos, etc.
El hecho que me fascina ha tenido lugar recientemente: el milagro de la conjugación.
Hasta ahora, su manera principal de construir frases ha estado basada en los infinitivos: "a leer el cuento", "a ver a peter pan", "quiero ir a ver a la abuela", "poner la música". Hay incursiones en otros tiempos verbales, todo calcos: "se ha roto", "el chupete está en el coche", "el lobo se ha comido a la abuela" y similares.
Pero hace poco el individuo ha comenzado a conjugar. Ha empezado por los participios. Ahora resulta que dice frases como "mamá ha ponido el oso en la cama y el chupete" o "el señor ha abrido la bolsa". Juro por San Vladimiro que el ejemplar nunca ha escuchado tales cosas: ponido, abrido... Es obvio que se las ha inventado él solo. Las ha extraído del verbo. Las ha deducido. Las ha declinado, por así decirlo. Es probable que lo haya hecho aun con anterioridad, pero sólo lo he podido notar cuando ha cometido errores de ignorante -como procede-, cuando ha conjugado de forma regular verbos con un participio irregular: puesto, abierto.
En fin, estoy sin palabras. He decido.

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