El arcángel
¿Y si no me interesa nada de lo que hago para ganarme la vida? Entonces tengo que joderme n horas al día y ponerme maquillaje para salir a tomar unas cañas. Me como el tarro de vez en cuando, si tengo algún marrón. Y me voy a dormir con la certeza de que mañana será igual que ayer, rezando para que pasado mañana se acabe la mierda. Rezando para que me llegue la primitiva que nunca echo, la herencia del tío rico que no tengo, la jubilación a la que nunca llegaré.
¿Y si sólo quiero vivir tranquilo, lo más tranquilo posible? No puedo.
¿Y si sólo quisiera ser responsable de mis propios actos? No puedo, a no ser que opte (hubiese optado) por la marginación. No puedo ser un tipo alegre. Tengo que cambiar mi semblante y echarme a la calle, vivir donde se tercie, comer y beber lo que haya, fumar miseria.
Eso, o tener algo o alguien que me toque los cojones de vez en cuando.
No me cae bien mi faceta social. La faceta social humana. Es demasiado exigente. No regala las cosas. El precio es demasiado alto.
No me caen bien los sentimientos, los amores, las necesidades. Si pudiera, me desembarazaría de todo.
Si mañana fuese martes, vendría un arcángel a mi bar de cabecera y me dejaría mover las fichas. Me diría "cambia esto o aquello, no te dolerá". Guardaré un recuerdo dulce. Seré feliz con mi elección.
Si mañana fuese miércoles, volvería el arcángel a pedirme cuentas. Me daría con el mazo por indolente, y al día siguiente volvería a ser un lunes real.
Hoy tengo una compañera. Se llama Nikolayeva y lleva doce años asistiendo religiosamente a clases de piano. Mañana tiene una función. Es su primera función importante. Es tan importante para ella, que se hace pis en las bragas. No siente los dedos y aun así no deja de tocar. Dice que a veces oye perros entre medias de las teclas. Perros que ladran, claro está. No son agresivos. Son ladridos de entretiempo. Como cuando canta el gallo. Ladridos de entretecla. Dice que puede escuchar alguien limpiando con un trapo, o alguien que sorbe los mocos en la distancia.
Mañana vendrá el arcángel y le dará un cestazo. Él siempre compra naranjas cuando toca. Vende cuando hay que vender. Compra cuando hay que comprar. Claudica cuando hay que claudicar. Y cuando no tiene nada concreto que hacer, te da con la porra en la cabeza.
Si estuviésemos hechos a imagen y semejanza de Dios, mañana sería viernes. Estando hechos los animales, la luz y todo lo demás, y siendo siete de julio, nos iríamos a un restaurante de lujo a comer -habríamos abierto los ojos a las doce de la mañana-, con aire acondicionado y gente de bien sirviendo las mesas. Echaríamos la siesta y pasaríamos la tarde viendo cómo el sol crepita y desaparece durante unas horas tras la masa terráquea. Trabajaríamos dos o tres horas a la luz de una vela escribiendo, follando, pegando sellos... Y nos iríamos a la cama la mar de satisfechos. Con los brazos cansados y la lengua seca. Chupito de orujo y a dormir hasta las siete.
El arcángel vive por Argüelles. Madruga y va hasta el Mercado de San Miguel todos los días, menos los domingos. Cocina para seis o siete arcángeles más (se dedican a otras cosas). A las cuatro de la tarde se viste de paramilitar y visita a los hombres. A unos les insulta. A otros les aporrea. A otros les echa spray antiviolador en los ojos. A las siete se recoge. Si hay fútbol, lo ve. Si no, a dormir. Los arcángeles (éste por lo menos) duermen diez horas. Y si no les suena el despertador, se cabrean.
Cuando uno no hace lo que la sociedad espera de él, el arcángel te avisa una vez, y a la segunda te da con la cachiporra. Luego te consuela y te da falsas esperanzas: "Si haces lo que debes, tendrás tu recompensa. Tus deberes asfixiantes no son para tanto. Al fin y al cabo, podrás disfrutar de la Eternidad. Allí no hay horarios ni cachiporras". Eso le dijeron al arcángel que tenía que decir.
Nikolayeva insiste, una y otra vez. Mañana es su gran día. Pasado, otro día más. Pero mañana, su gran día, será glorioso. Sus dedos resbalarán y caerán sobre las teclas precisas. Hará brotar la música del silencio. Habrá gente que lo pueda sentir a través del sentido del oído. Todos se irán a casa con las notas prendidas en el pelo púbico. Algunos se harán pis en el intermedio. Otros toserán entre tecla y tecla. Algún perro vecino aullará a las nubes. Algún gato perseguirá polillas y masticará galletitas. Y mañana terminará igual que hoy, mirando la luna y espantando mosquitos con la revista dominical. Mañana será martes y volverá el arcángel. Y pasado domingo, y volverá para darnos a todos con el mazo.
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