Animales
Croquetas desmenuzadas con cerveza. Bytes por segundo.
Mañana visitaremos nosequé de energía o de atómica. Asistiremos a una reunión. Parece interesante, pero será un embrollo interminable. A las doce horas, sólo queda una para la del botellín. Y en una hora no se resuelve un choque entre dos megaempresas nacionales, nosotros en medio, aunque el choque sea amistoso. Hay gente que vive del reunirse, hablar por teléfono. Planear reuniones y llamadas. Contactos.
No dudo que mañana habrá un duelo de titanes. Con toda probabilidad, un encuentro jugoso para un narrador más hábil que yo. Pero no podré parar de pensar en cervezas y calor y cubitos de hielo y aire acondicionado.
Lo tengo decidido. A la una menos cuarto me voy a tirar un pedo enorme. De los silenciosos. Con grumos.
Yo creo que en quince minutos podemos estar de vuelta en la capital.
Si lo retrasamos más, nos veremos inmersos en el clásico atasco de la hora de comer (clásico desde que Gallardón ha decidido hacer obras en toda la ciudad).
No sé cómo hacerlo. Lo ideal sería comer un cocido montañés tamaño "extra" a las ocho de la mañana. Los churros también dan gases, pero no tantos como para dar lugar a algo de dimensiones históricas. Si pudiese comerme un perro muerto a las cuatro de la mañana, de un sólo golpe, seguramente la descomposición del mismo animal podría producir la cantidad suficiente de metano como para inflar lentamente mi intestino grueso, hasta llegar a originar un pico de inflazón importante a la hora señalada. Pero el perro debería llevar muerto al menos unas doce horas... ¿Dónde encuentro tal cosa a estas horas?
Lo más práctico va a ser que mañana desayune una docena de churros. Si no siento nada a la hora indicada, siempre puedo levantarme indignado, dando un puñetazo en la mesa, y exclamar: "¡Joder!, ¿Quién ha desayunado churros?". Luego, volveré a sentarme y seguiré soñando con cerveza y cubitos de hielo.
Mañana visitaremos nosequé de energía o de atómica. Asistiremos a una reunión. Parece interesante, pero será un embrollo interminable. A las doce horas, sólo queda una para la del botellín. Y en una hora no se resuelve un choque entre dos megaempresas nacionales, nosotros en medio, aunque el choque sea amistoso. Hay gente que vive del reunirse, hablar por teléfono. Planear reuniones y llamadas. Contactos.
No dudo que mañana habrá un duelo de titanes. Con toda probabilidad, un encuentro jugoso para un narrador más hábil que yo. Pero no podré parar de pensar en cervezas y calor y cubitos de hielo y aire acondicionado.
Lo tengo decidido. A la una menos cuarto me voy a tirar un pedo enorme. De los silenciosos. Con grumos.
Yo creo que en quince minutos podemos estar de vuelta en la capital.
Si lo retrasamos más, nos veremos inmersos en el clásico atasco de la hora de comer (clásico desde que Gallardón ha decidido hacer obras en toda la ciudad).
No sé cómo hacerlo. Lo ideal sería comer un cocido montañés tamaño "extra" a las ocho de la mañana. Los churros también dan gases, pero no tantos como para dar lugar a algo de dimensiones históricas. Si pudiese comerme un perro muerto a las cuatro de la mañana, de un sólo golpe, seguramente la descomposición del mismo animal podría producir la cantidad suficiente de metano como para inflar lentamente mi intestino grueso, hasta llegar a originar un pico de inflazón importante a la hora señalada. Pero el perro debería llevar muerto al menos unas doce horas... ¿Dónde encuentro tal cosa a estas horas?
Lo más práctico va a ser que mañana desayune una docena de churros. Si no siento nada a la hora indicada, siempre puedo levantarme indignado, dando un puñetazo en la mesa, y exclamar: "¡Joder!, ¿Quién ha desayunado churros?". Luego, volveré a sentarme y seguiré soñando con cerveza y cubitos de hielo.
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